La disciplina escolar en estos tiempos diluidos
Por NORA PATRICIA NARDO
La cuestión de la disciplina escolar últimamente ha ocupado un lugar de privilegio en los programas de televisión y en las primeras planas de los diarios. También un lugar de preocupación y de tema de discusión no sólo en la agenda educativa sino también entre los adultos y los adolescentes.
A partir de las imágenes de violencia en el aula entre alumnos y docentes, que se difundieran a través de Internet o por la pantalla de la TV, comenzaron a escucharse comentarios de toda índole, aparecieron los que defendían a los docentes, quienes los criticaban en su estilo de conducir la enseñanza, otras voces se levantaban contra los alumnos, a favor de castigos y penalización. Sin embargo el tema exige un debate y un análisis mucho más profundo.
En tiempos de la modernidad resultaba mucho más sencillo poner en funcionamiento normas a ser cumplidas por los alumnos en las instituciones educativas. La escuela articulaba con otras instituciones un mismo modo de pensar y de ejecutar acciones. Tiempos de verdades absolutas, sin lugar para las dudas o los cuestionamientos.
Hoy la sociedad ha cambiado, ya no hay una verdad absoluta y los mismos valores y las mismas normas que tenían un significado importante y necesario en aquellos tiempos, han perdido vigencia.
Todos estos cambios repercuten en el campo educativo, a los docentes les resulta difícil enseñar con estos nuevos paradigmas y también repercuten en los alumnos para quienes el futuro no es algo promisorio, y no encuentran propuestas interesantes. Hemos recorrido un largo trayecto desde aquella escuela de la modernidad en que las acciones y actitudes de todos los actores educativos estaban bajo control, normatizadas, hasta la escuela de hoy en la cual las normas de convivencia se construyen con toda la comunidad educativa, docentes, padres, alumnos, equipo de conducción. Hemos intentado transitar en estos tiempos de incertidumbre y fragmentación por una escuela en la que fuera posible construir consensos, compartir decisiones y responsabilidades.
Los hechos de violencia acaecidos en ciertas áreas de la sociedad, como resultado muchas veces de las múltiples situaciones de exclusión social, de erosión de valores básicos, se expresan también en nuestras escuelas, convirtiendo a nuestros adolescentes en víctimas y victimarios. Numerosos textos, documentos, y disertaciones han pregonado un cambio educativo: ya no se trata de homogeneizar sino de convivir con las diversidades étnicas, culturales, de valores, de usos y costumbres. Pero lo que sucede diariamente nos hace pensar que estas nuevas formas de habitar la escuela, como así también habitar en la sociedad -con respeto por lo diferente, con tolerancia y con aceptación del otro- resultan ser solamente enunciados de las políticas educativas y públicas, más que en una realidad y una práctica.
Una de las funciones de la institución escuela es contribuir al desarrollo moral de todos sus integrantes, enseñar valores, respetar normas. Pero no siempre actuamos de esta manera, por eso necesitamos de sistemas de regulación y de administración de la convivencia. Las normas construidas con la participación de todos los protagonistas forman parte del sistema escolar de convivencia. Existen para regular las interacciones y las prácticas pedagógicas, están allí para recordarnos que existen límites a nuestras conductas, límites que hemos acordado entre todos y que por lo tanto deben ser respetados.
Generalmente en aquellas instituciones democráticas orientadas a la formación de sujetos autónomos, al respeto por el disenso y por la libertad, las sanciones no son las que producen el orden sino que nos recuerdan que las normas están allí para ser consideradas y atendidas.
Quizás uno de los ejes a pensar es si los términos autoridad y convivencia escolar están relacionados y son compatibles. ¿Si hablamos de convivencia podemos hablar de autoridad.?
Cuando hablamos de autoridad, hacemos referencia a la relación asimétrica entre dos personas, una es portadora de dicha autoridad. Si bien el ejercicio de la autoridad es un atributo inherente al desempeño del rol docente, es importante que quien ejerce autoridad, dada por la posición de mando, también tenga aptitudes para el liderazgo y además conocimiento de su tarea.
El profesor debe sostener esta asimetría necesaria para que sean posibles tanto la transmisión de saber como la creatividad y la libertad de pensar. Esta asimetría se sostiene a través del criterio de autoridad y de la experiencia de aquel que enseña como así también en la necesidad de aprender de los alumnos.
A veces a los docentes les resulta difícil poder lograr esto y oscilan sus conductas entre un disciplinamiento autoritario a un libertinaje en el que la autoridad queda totalmente desdibujada. Ambos estilos de conducción generan violencia entre los adolescentes.
Todos sabemos que la democracia no es sólo un contenido para aprender en los manuales, sino que es una experiencia para ser transitada…
Quizás, una de las maneras de recuperar ese deseo de enseñar y de aprender, de docentes y alumnos sea a través de la construcción de espacios de diálogo, de participación, de encuentro, de escucha, de significados compartidos y fundar entre ambos un proyecto colectivo, un ideal por el que vale la pena luchar y trabajar estableciendo vínculos saludables, de confianza y de respeto por la figura del docente.
Parafraseando al poeta Luis Quesada pienso que la escuela merece ser ese lugar donde se pueda y se deje inventar la alegría.