Reportaje inédito a Julio Cortázar (Chile, 1970)
(Duplicaciones Gráficas de la ciudad de Mendoza, 240 páginas).
Por ROBERTO ROMEO DI VITA
Noviembre de 1970, Chile se aprestaba a vivir algo nuevo, una experiencia que recién comenzaba a caminar, de la mano de Salvador Allende, Ese país, “Tan largo como una espada, cubierto de brumas al occidente y custodiado por el maciso de los Andes al oriente”. Allí estaba él, entre Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Agosti y demás artistas; escritores e intelectuales del mundo entero.
A mitad de la mañana lo encontramos en el hall del Hotel Emperador reunido con un grupo de estudiantes chilenos. La charla era animada, hablaban sobre arquitectura y los nuevos proyectos para este Chile que se empezaba a construir.
De a poco, logramos introducirnos en la conversación y le preguntamos a Julio Cortázar:
G.A.: ¿Qué te llevó a venir a Chile?
J.C.: El resultado de las elecciones, si hubiera sido otro el resultado no estaría aquí. Además creo necesaria mi presencia como intelectual en este proceso, ya que hubiera sido muy cómodo de mi parte haberme quedado en Francia y desde allí enviar un telegrama de felicitación. Me parece que el hecho de estar presente en estos casos es más que todo una obligación y un reconocimiento al pueblo chileno.
(En ese instante, los estudiantes rompen el fuego y le responden a Julio detalles sobre la nueva arquitectura y la incidencia económica sobre este tópico).
Creo —decía Cortázar—, que los países latinoamericanos en su mayoría no ofrecen perspectivas de trabajo a los jóvenes arquitectos egresados, ya que los que tienen dinero en estos países prefieren para sus construcciones el estilo de épocas pasadas, de 1890 ó 1900, y los egresados en estas disciplinas no pueden aplicar las nuevas formas aprendidas, de allí que tengan que emigrar hacia Europa. Además —proseguía Cortázar—, hay un hecho que sucede en la Argentina y creo que en otros países también: el hombre que dispone de unos pocos pesos, para construir una casita no tiene para pagar a un arquitecto y por ello contrata a un constructor, de esa forma al pobre hombre le hacen un cubo económico, sin aire, lo pintan de verde y eso es una jaula, donde se ahoga, sin gracia ni confort.
(Luego el tema de la conversación es la burocracia).
Eso —respondía Cortázar— fue lo que estaba sucediendo en Cuba hasta hace poco, por eso Fidel Castro ha tenido que hablar con algunos funcionarios que con su actitud estaban desvirtuando el proceso. Como todas las cosas, las revoluciones los primeros años hacen durar el fervor de la gente, pero luego viene el cansancio, y esto se comprueba en la actualidad (1970).
Yo estuve hace poco en La Habana y vi ese dejarse estar en la gente grande, pero hay que reconocer que los primeros años de ese proceso fueron los más difíciles y el pueblo se tuvo que exigir bastante, pero eso se compensa con la reserva de los jóvenes.
(Posteriormente el tema gira alrededor del papel del ciudadano en la vida diaria).
Hay un hecho —decía el escritor— que sucede en la Argentina, la gente tiene la costumbre de echarle la culpa al gobierno por todo lo que pasa, ese es un modo de desligarse de responsabilidades y es muy perjudicial para los gobiernos de nuevo tipo, o sea populares.
G.A.: ¿Julio, quedó algo de la agitación de mayo de 1968 en Francia?
J.C.: Del clima de revolución logrado en el 68, no ha quedado nada.
G.A.: ¿Y en la juventud?
J.C.: A la juventud se la ve desilusionada, aunque continúan algunos sectores con sus ideales del mayo francés. La impresión es que al no poder lograrse el diálogo entre obreros y estudiantes, cosa muy difícil por cierto, en la actualidad (1970), en Francia el cambio no se ha podido realizar.
G.A.: ¿Te has encontrado con Nicolás Guillén?
J.C.: Sí, a Guillén lo veo a menudo, casualmente lo saludé ayer acá, estaba muy cansado, además ¿Saben que Guillén está enfermo?
G.A.: ¿Qué opinás de la posición de Sartre en estos últimos tiempos?
J.C.: Se está portando bastante bien, está cada vez más ubicado y está hecho todo un joven por su entusiasmo.
G.A.: ¿Pensás volver a la Argentina?
J.C.: No sé, eso no te lo podría decir ahora.
(Y Julio Cortázar volvió al país, como rara paradoja del destino lo hizo en el 73 y en el 83, con el advenimiento de las democracias y luego que nuestro país dejara atrás dictaduras militares nefastas y oscurantistas. Volvió a las calles de Buenos Aires para encontrarse con sus personajes de Rayuela, La Casa Encantada y ese barco anclado frente a las costas de Quilmes para volver a mirarlo como un premio).
N de la R: Nada se pierde, todo se transforma. Este es el milagro de los medios audiovisuales o literarios. Poder captar un hecho, registrarlo y que permanezca. Como este material que de algún modo —si uno analiza los cambios sociopolíticos generados del 70 al presente—, pasa a ser histórico.