La fotografía como construcción de la identidad
Por FABIANA BARREDA
Desde hace más de 170 años de la invención de la fotografía, este complejo sistema visual se ha convertido a lo largo de su extenso desarrollo en un aparato de pensamiento que ha logrado apropiarse de dos conceptos fundamentales: cuerpo e identidad.
En este fin de siglo el medio fotográfico será -desde la perspectiva del arte- un instrumento de reconstrucción que permitirá apropiarnos de nuestro cuerpo como un espacio biográfico restituyendo su identidad como un nuevo relato conjetural y poetizado de la historia del sujeto.
En el catálogo de la exposición “Identites” realizada en 1985 en París, en el Centre National de la Photographie, la historia de la fotografía es un recorrido que nos permite recuperar la construcción del término “identidad”.
Una atenta mirada sobre los sistemas de identificación de la policía nos señala la peligrosa e invisible apropiación del cuerpo del ciudadano por parte del estado. Series interminables de retratos reglados frente y perfil, son codificados por la cámara. Junto al rostro vendrían luego las huellas digitales. El cuerpo será medido, registrado y clasificado. Teorías criminalistas se constituirán desde las interpretaciones faciales y la conformación no , standart de un rostro será señal de un potencial criminal.
Hasta nuestros días este sistema de identificación policial persiste, la incorporación de la digitalización del identikit tiene aún sus bases en la fotografía.
En relación a este método de identificación en la Argentina un trágico y paradojal caso ha aparecido, el terrorismo de Estado perpetrado por la última dictadura nomina a los cuerpos asesinados “desaparecidos” o “N. N.”. Con este procedimiento se intentó encubrir el gesto asesino tratando de borrar la identidad de los sujetos asesinados como así los restos o rastros de sus presencias tirando sus cuerpos al Río de la Plata.
Por una astucia de la historia paradojalmente surgen la Madres de Plaza de Mayo, en los pañuelos blancos que rodean sus rostros quedan los nombres bordados de los ausentes y cada una lleva consigo la fotografía de su hijo o familiar desaparecido. Cada uno de estos “N.N.” era identificado y la fotografía era la respuesta a la negación de la identidad como existencia. Hasta hoy luego de veinte años estas fotos persisten como única memoria, publicadas todos los días en el diario Página 12 estos rostros siempre jóvenes detenidos en la decada del ’70 persisten vivientes gracias a la fotografía.
En otra área no menos compleja la fotografía construye las bases y las contradicciones de la identidad sexual.
Nacimiento, niñez, pubertad, adolescencia, madurez y vejez, todos estos instantes de vida son tomados por uno de los aparatos masivos del cuerpo : la moda.
Como una colonizadora lectura etnográfica del siglo XIX la fotografía publicitaria ha tomado las nociones de cuerpo e identidad hasta sus extremos.
Solo siguiendo las duras y críticas campañas de Bennetton frente a este implacable y bellísimo aparato de la moda, vemos como el cuerpo y sus devenires sexuales fueron codificados desde los códigos morales hegemónicos socialmente.
Bajo estos códigos la definición universal y etnocéntrica de un cuerpo debe ser : blanco, sajón, heterosexual, alto, flaco, femenino 90-60-90, masculino musculoso y bronceado, siempre joven y bello bajo los parámetros occidentales. Podríamos continuar esta trágica lista pero lo interesante es señalar cuáles son los discursos críticos emergentes que intentan deconstruirla.
Dentro de la moda existen corrientes alternativas como Bennetton, Moschino, Dolce e Gabana, Gaulthier, Comme des Garson entre muchos otros que intentan recuperar una poética ampliada y libertaria del concepto cuerpo, pero creo que las respuestas más radicales se siguen encontrando en el arte.
En Buenos Aires, desde mi visión como fotógrafa, he podido observar como la producción artística toma a la fotografía como un medio de autoapropiación y de reconstrucción conjetural de la identidad.
La obra de Julie Weisz trabaja recuperando su propio cuerpo de los sistemas de codificación objetiva de la medicina. Las fotos de sus radiografías personales relatan como el cuerpo marcado por un diagnóstico de osteoporosis puede trasceneder el diagnóstico objetivo metaforizando a través de esas mismas radiografías las consecuencias traumáticas sobre el paciente. Al igual que otro interesante fotógrafo mexicano Gilberto Chen, Julie Weisz toma la fotografía como un instrumento de apropiación poética de su cuerpo frente a la enfermedad y humaniza el implacable discurso médico.
En la obra de Marcela Moujan la historia familiar es el espacio tramado para enunciar una nueva identidad reconstruida a través de los retratos documentales de las tres generaciones : abuela, madre e hija. La similitud facial y el aire de familia se mezclan indisolublemente hasta la más tensa ambigüedad, ¿cuál es cuál?, ¿quién pertenece al pasado y quién pertenece al presente?, es entonces cuando la fotografía objetiva del documento policial es trastocada por el ordenamiento subjetivo de la trama familiar.
Alesandra Sanguinetti investiga la construcción de la identidad sexual desde el antiguo y ahora ambiguo género del retrato. Niñas púberes son retradas en el ambiguo instante de la sexuación. En estas niñas-mujeres ¿cómo se inscribe lo femenino simbólicamente antes de las marcas corporales de las trasmutaciones biológicas?, los retratos de Sanguinetti son posibles
respuestas a estos interrogantes.
La obra de Graciela Sacco en sus instalaciones señala y da identidad a un concepto : el hambre. Las críticas condiciones económicas y políticas de Argentina intentan colocar el hambre como una abstracción en una cifra estadística. La fotografía de bocas en heliografías seriales de Sacco dan cuerpo a esta cruda realidad. Cada boca individualizada simbólicamente retrata un instante real de hambre.
En el trayecto de mi propia obra fotográfica, la preocupación por la fotografía como medio de autoapropiación fue vital. En la serie “Lazos familiares”, la necesidad de reconstrucción de la historia familiar desmembrada fue posible gracias a la fotografía. Las fotos heredadas del álbum familiar pudieron ser reordenadas por mi deseo de unir mundos imposibles y lejanos a la vez : mi padre en Perú y mi madre en Argentina; mi abuela fallecida y su imagen persistente junto a mi corazón que aún la extraña. Muerte y separación fueron exhorcizadas por la fotografía.A partir de estas respuestas generadas en el campo del arte, por contraste la historia de la fotografía es, fué y será uno de los aparatos más potentes de apropiación corporal, pero gracias al gesto artístico, paralelamente se ha ido transformando en un sistema de autoapropiación donde cada uno de nosotros bordea su cuerpo reescribiendo la historia biográfica que da sentido a su vida. El instante fotográfico ahora une el cuerpo a la historia singular que le dió alma, redibuja sobre la implacable identidad objetiva del poder una nueva identidad poetizada.