Rodolfo Walsh
De la permanencia y los sueños
Por ROBERTO FERRO
Rodolfo Jorge Walsh nació el 9 de enero de 1927 en Choele-Choel, provincia de Río Negro, en la Patagonia Argentina.
El 25 de marzo de 1977, mientras repartía los primeros ejemplares de su “Carta abierta a la Junta Militar”, fue emboscado y muerto por una patrulla de la Escuela de Mecánica de la Armada (E.S.M.A.).
Los Walsh eran una típica familia de clase media rural. El espejismo de una frágil prosperidad en la que habían vivido en los años veinte, se quebró sin retorno después de la crisis del treinta.
Rodolfo creció en colegios pupilos para niños huérfanos y pobres, que regenteaban curas irlandeses. La quiebra y la diáspora familiar dejaron huellas que se asoman una y otra vez en su escritura. Los cuentos que constituyen la saga de los irlandeses: “El 37”, “Los irlandeses detrás de un gato”, “Los oficios terrestres”, “Un oscuro día de justicia “, dan a leer el cruce intrincado de la memoria individual y el asedio a la comprensión de un mundo en el que las ceremonias de iniciación estuvieron marcadas por relaciones de violencia y de poder.
En 1941 llega a Buenos Aires e inicia un bachillerato que se interrumpe por su expulsión del colegio. Peregrina por los trabajos más diversos, hasta que en 1947 ingresa como corrector de pruebas en la Editorial Hachette, en la Serie Naranja, que publicaba exclusivamente relatos policiales.
Durante la década del 40 y los primeros años 50 se produce una transformación en el espacio que ocupan las narraciones policiales, antes sólo pensadas como literatura de quiosco. Se amplía el público lector, con una mayor diversificación y crecientes exigencias; aparecen nuevas colecciones como El Séptimo Círculo, de Emecé Editores, dirigida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. La producción, en un principio, era casi totalmente debida a autores extranjeros, pero poco a poco se incorporan también escritores argentinos. Las editoriales alientan esa producción con frecuentes concursos en los que promocionan nuevas obras. En ese contexto, Rodolfo Walsh recorre todas las etapas de formación del escritor profesional inscripto en las exigencias de la industria del libro; pasa de corrector, una de las posiciones más periféricas, a ser traductor y autor de relatos policiales.
En 1950 obtiene uno de los segundos premios del primer concurso de la revista Vea y Lea, auspiciado por Emecé Editores, con su cuento “Las tres noches de Isaias Bloom”.
En 1953, en la Colección Evasión de la Editorial Hachette, publica Variaciones en Rojo, que al año siguiente recibe el Premio Municipal de Literatura. Al jurado le pareció tan inusitado dar un premio de esa categoría a una serie de cuentos policiales que hicieron constar su escrúpulo en el acta.
En 1954 la Colección Evasión publica Diez cuentos policiales argentinos, primera antología del género compilada sobre la base de autores nacionales, en la que incluye su relato “Cuento para tahures”. En 1956 compiló la Antología del cuento extraño, que por su extensión y diversidad, sigue siendo una de las mejores selecciones del género. En diciembre de 1956, mientras toma una cerveza en una asfixiante noche de verano, alguien le dice : “Hay un fusilado que vive”. A Rodolfo Walsh la historia primero lo sorprende y enseguida lo seduce; pide más detalles, inquiere, insiste en conocer a alguien que sepa algo más de lo que le ofrece un rumor que recorre las charlas de café en La Plata.
Así se inicia la investigación de los fusilamientos ilegales que seis meses atrás habían ocurrido en José León Suarez y que culminará con la publicación de Operación Masacre (1957).
Este es un texto clave para pensar el recorrido de Walsh. Como un eje, articula y separa dos etapas de su producción, un antes: los relatos policiales, el periodismo de los magazines; y un después, una escritura cuya problemática cuestiona la fácil seguridad con que las preceptivas fijan los límites de la ficción y de la no ficción. Texto plural como pocos, puede ser leído desde el discurso periodístico, la literatura, el ensayo histórico, el discurso jurídico. Operación Masacre abre un interrogante con múltiples posibilidades de respuesta, que nos sitúa ante un núcleo central: la relación entre dos órdenes heterogéneos, el del discurso y el de la realidad, que actualizan su escritura y nos obligan a retornar insistentemente a todas las cuestiones que el texto suscita.
En 1958 publica en Mayoría, un semanario en el que había aparecido también Operación Masacre en una serie de nueve notas, Caso Satanowsky, investigación y denuncia de la vinculación del gobierno con el asesinato de un prestigioso abogado que manejaba la sesión de las acciones del diario La Razón. Ya no creía en la justicia como valor que está por encima de las contingencias políticas, pero estaba convencido que toda información que incomodaba al poder debía ser publicada, y los circuitos alternativos a “la gran prensa” siempre le abrieron, en cada investigación la posibilidad de incomodar al poder de turno.
Fueron 28 notas, que se reeditarán en 1973 en forma de libro.
En 1959 Jorge Ricardo Massetti, que estaba organizando la agencia de noticias cubana Prensa Latina, le ofrece el cargo de director de Servicios Especiales. En la Habana, mientras despliega su talento periodístico, descifra la clave de los mensajes de la embajada de EE.UU. en Guatemala, en la que se daban precisiones de la invasión a Bahía de los Cochinos, con la sola ayuda de un viejo manual de criptografía antigua, conseguido en una librería de viejo.
Regresa a Buenos Aires a fines de 1960, y se recluye en una isla del Tigre, de la que sólo sale de tanto en tanto para ocuparse de la compraventa de antigüedades, su único sustento. En soledad escribe los textos que serán considerados entre los más importantes de la producción literaria argentina contemporánea. En Los oficios terrestres (1965) y Un kilo de oro (1967), sus narraciones dan a leer una escritura en la que convergen la dimensión literaria y las marcas de las preocupaciones que asedian permanentemente a Walsh. La huella autobiográfica, el relato de aprendizaje, el cruce de memoria individual y proceso social de la saga de los irlandeses; la fragmentación y el montaje de diferentes registros discursivos en los que se pliegan la polifonía y el silencio de “Cartas” y “Fotos”; el juego de multiplicidad de los sentidos que el vaivén entre el reportaje y la narración ficcional que “Esa mujer” escenifica magistralmente, exhiben algunas de las características de su producción narrativa en la primera mitad de la década del 60.
Entre mayo de 1966 y diciembre de 1967 publica diez notas en Panorama, a las que hay que agregar una de noviembre de 1966 en Adán, de la misma editorial y en la misma línea periodística. Estos artículos pueden ser leídos como un pasaje de un cierto ostracismo a una participación social más activa. En esos trabajos se lee su preocupación por dar cuenta de la palabra del otro, esa preocupación obsesiva por descubrir y desplegar el registro exacto de las narraciones que recoge, como si en ella residiera el vestigio, el resto de sentido que su escritura persigue. Deslizamiento y encuentro de discursos, testimonio y ficcionalidad, investigación y búsqueda de las tradiciones que alberga la oralidad, configuran en estos artículos uno de los puntos más altos de su proyecto.
A partir del 1° de mayo de ese año, con la dirección de Walsh aparece el semanario CGT, que editaban los gremios no colaboracionistas con la dictadura de Onganía. Horacio Verbitsky, Rogelio García Lupo, Carlos Alberto Burgos, Vicky Walsh, Miguel Briante, lo acompañan en la publicación.
El semanario conjuga una diagramación gráfica diferente a las habituales en ese tipo de publicación, con la profesionalidad de sus redactores, que exhiben un tratamiento de las escritura que los emparienta con el “Nuevo Periodismo”, y que reconoce como antecedente innegable a Operación Masacre y a Caso Satanowsky.
Ese modelo de escritura aparecía solo como patrimonio de publicaciones destinadas a las clases medias: Panorama o Primera Plana. El periódico CGT, en cambio, dirigía su mensaje a la clase obrera. Allí publica Walsh las notas de su investigación sobre la muerte de Rosendo García en un confuso episodio entre fracciones opuestas del peronismo, que se editan con el nombre de ¿Quién mató a Rosendo?, formidable alegato que denuncia al sindicalismo cómplice de la dictadura, responsable del crimen.
Los tiempos políticos se aceleran, los enfrentamientos se agravan y correlativamente el compromiso político de Rodolfo Walsh se profundiza. Primero se alinea en el Peronismo de Base, luego pasa a integrar la organización Montoneros. Con la dictadura militar instalada en el poder, Walsh crea primero ANCLA – Agencia Clandestina de noticias- y después La cadena informativa; a una sociedad sometida y asediada por el horror había que asegurarle el flujo de la información, que los grandes medios ocultaban, sosteniendo la resistencia en un saber que hacía más vulnerable a los genocidas. El año 76 es muy duro para Walsh, su amigo Francisco Urondo y su hija Vicky mueren en la lucha contra la dictadura. En 1977 anuncia : “Vuelvo a ser Rodolfo Walsh”, su nombre como emblema para iniciar otra campaña de denuncias, que él imagina como “Cartas polémicas”. Su “Carta abierta a la Junta Militar”, que estaba repartiendo cuando fue sorprendido y asesinado, no debe ser leída separada de los documentos de autocritica que Walsh dirige a la cúpula montonera en diciembre de 1976.
La importancia de su escritura en el conjunto de los discursos que configuran la literatura, el periodismo, el testimonio, es ya competencia de los lectores. Leer la escritura de Walsh como un texto plural, es leer la historicidad de sus múltiples lecturas. Los genéros literarios dependen menos de los textos que del modo en que son leídos, la sentencia borgiana aparece aún más inapelable ante la obra de Rodolfo Walsh.