Juan Carlos Gené
“Competir con los propios mitos es imposible”
Por Luis Raúl Calvo
Entrevista exclusiva de Generación Abierta a una de las personalidades artísticas más destacadas de nuestro medio. Actor, autor y director, Juan Carlos Gené nos habla en este reportaje sobre sus impresiones personales referente al medio artístico y sobre aquel éxito televisivo de los años ´60 “Cosa Juzgada”
G.A.: ¿Cómo se produce su primer acercamiento al arte?
C.G.: Bueno si es en el arte en general, mi primer acercamiento fue con la música más que con el teatro en los comienzos de la adolescencia. En lo que tiene que ver con mi primer acercamiento al teatro tuvo mucho que ver mi hermano Enrique Gené actualmente crítico de arte y en aquel entonces un aficionado muy apasionado al teatro. Por ese conducto comencé a vincularme con algunas personas y particularmente con quien era su amigo-antes de serlo mío- me refiero a Roberto Durán que fue mi maestro después. Con un grupo de gente que giraba alrededor de él comencé a trabajar en una serie de experiencias.
G.A.: ¿En qué año debutó?
C.G.: En el año 1951 debuté profesionalmente. En 1953 participé como actor invitado de un teatro independiente, el Teatro Estudio en la calle Tucumán, pero yo nunca integré un grupo independiente.
G.A.: ¿Cómo era el ámbito teatral en aquella época?
C.G.: En aquel entonces la división era muy tajante entre los llamados teatros independientes y los llamados teatros profesionales. A mi generación le tocó hacer la síntesis de esta división que tuvo su epicentro en lo que fue la lista blanca de la Asociación de Actores cuyo control tomamos por elecciones en el año 1964.
G.A.: ¿En qué medios se ha sentido más cómodo trabajando?
C.G.: Bueno, el teatro es mi medio, es el agua para el pez para mí, pero en televisión he experimentado una gran comodidad porque cuando trabajé en ese medio lo hice siempre en condiciones excelentes desde el punto de vista artístico de lo contrario no lo hubiera hecho.
G.A.: ¿Cuáles son las obras que ha dirigido y que recuerda con mayor afecto?
C.G.: Es curioso, nunca me había preguntado eso y de pronto lo primero que me surge fue el primer espectáculo que dirigí en el año 1955 que era un espectáculo sobre farsas francesas de la edad media. Me dió una gran felicidad y tuvo una insólita respuesta de los espectadores y de la crítica de aquel entonces.
También podría citar todo el ciclo de trabajo que significó mi época en Venezuela precisamente por tratarse de una época de exilio con una obligada adaptación a un medio para mí desconocido.
G.A.: ¿Cuáles son sus expectativas respecto a “UN GUAPO DEL 900” la obra que acaba de estrenar?
C.G.: En general suelo no hacerme expectativas respecto a las obras que estreno porque de esa manera todo lo bueno que ocurra siempre es yapa. Pero todo el proceso que implicó la puesta en escena fue magnifico. Conté también con dos excelentes actores en sus roles centrales, Verónica Oddó y Rubén Stella. Por otra parte me fui encontrando con el rechazo de una buena parte de la crítica y me he preguntado mucho los motivos pero no puedo sacar conclusiones, porque sería lo mismo que discutir con un espectador, porque uno tiene que respetar su opinión.
Lo que si me temo -porque me ha ocurrido otras veces- es que cada vez que uno saca una obra del estereotipo al que la crítica está acostumbrada tiene problemas.
G.A.:Esto hablaría de una falta de plasticidad de cierta parte de la crítica …
C.G.: No lo sé, no discuto con el público (sonrisas).
G.A.: ¿Cómo ve la situación del teatro en relación con otras épocas por ejemplo los años ’60?
C.G.: Bueno, los ’60 fue una época de un dinamismo, de un entusiasmo y de una serie de propuestas extraordinarias. Hoy es todo lo contrario pero como es todo lo contrario en el país. Quiero aclarar que nada de lo que digo me despierta ninguna alarma porque las crisis en el teatro son consustanciales de su propia existencia, el teatro siempre ha vivido en crisis y esta es una más que puede durar meses o años, nunca se sabe. Lo que se ve en esta época es una gran atomización en donde el concepto de movimiento ya no existe, hay iniciativas individuales, existen algunos grupos pero no existe ningún tipo de movimiento que aglutine, marque estrategias y oriente como sí había en los años ’60. Hay también una baja notable de la presencia del público en las salas. Creo que en esto influye primero la falta de proyecto de país, porque está probado históricamente que el teatro prospera donde existe un país con un proyecto, segundo, que los modos de la cultura del entretenimiento han variado enormemente, particularmente en los sectores de la clase media que siempre han sido los que concurren al teatro, acá o en cualquier lugar del mundo.
G.A.: ¿Puede ayudar en algo la ley del teatro?
C.G.: Sí, por supuesto, si se respeta como es y se aplica bien puede ser muy interesante. El estado argentino tiene una forma tradicional de manejarse con el aspecto artístico de la cultura en general, esto es desde siempre, desde la generación del ’80 y es hacer cultura oficial. El estado argentino hace cultura a través de sus instituciones oficiales a las que sostiene con inversiones muy grandes, los museos oficiales, los teatros oficiales, las orquestas oficiales, etc. Pero no tiene el hábito o la tradición de apoyar la tarea cultural privada como sí ocurre en los países más desarrollados del mundo e incluso en algunos países de América Latina.
G.A.: ¿Cómo ve el panorama cultural en el país?
C.G.: A todos los países -especialmente a los subdesarrollados y dependientes del tercer mundo- les resulta muy difícil tener proyectos, porque el gran poder en el mundo ya no lo tienen los estados sino las multinacionales, en especial las multinacionales de capital financiero. Por lo tanto no es una característica de la Argentina que el país se haya quedado sin proyecto, es una característica generalizada. Lo que me preocupa es que precisamente por la situación de globalización económica y por la economía de mercado furiosa, hay una tendencia a aplicar a la cultura los mismos valores que al mercado financiero. Desde las palabras gerenciar la cultura, a la necesidad de superávit y a preguntarse si la cultura es deficitaria o no, es entrar en un terreno muy resbaladizo y peligroso, porque la cultura es por definición deficitaria, como lo es la educación o la salud pública y sería terrible que no lo fuera.
G.A.: ¿Qué le pareció el Festival Internacional de Teatro que se realizó hace poco en Buenos Aires?
C.G.: Todo festival internacional me parece bueno, siempre es un modo de contactar al público y a los teatristas con realidades que de otro modo no se podrían contactar. Yo no pude disfrutarlo porque como estaba con uno de mis espectáculos es muy poco lo que pude ver, pero teniendo en cuenta la repercusión que tuvo no puedo menos que celebrar con entusiasmo que se haya realizado.
El éxito de “Cosa Juzgada”
… En el año ’68 el entonces gerente artístico de Canal 11 me llamó para que intentara realizar una idea que tenía en el canal que era un programa televisivo de ficción sobre casos judiciales auténticos. Me pidieron que tratara de concretarlo en un libro y el propio canal me puso en contacto con Marta Mercader que se encargaría de hacer la investigación judicial de los casos. Como en el canal estaba contratado el Grupo “Gente de Teatro” que dirigía Stivel del que yo no participaba porque estaba en otro grupo, el canal decidió que se iba a hacer el programa del grupo de Stivel a partir de 1969 y así fue…
… Se comenzó con el programa y en muy pocas emisiones se logró un gran impacto, fue un gran éxito que duró tres años en el aire. El ciclo tuvo 96 capítulos, 76 de esos libros fueron míos y los 20 restantes pertenecieron a Roberto Cossa, Ricardo Halac y Carlos Emiliano…
… ¿Los motivos del éxito? Creo que fueron varios, el primero tuvo que ver con la dirección de Stivel, el segundo que se conformó un grupo con actores muy importantes que eran estrellas en televisión, me refiero a Bárbara Mujica, Norma Aleandro, Marilina Ross, Emilio Alfaro, Federico Luppi, Carlos Carella. El tercer factor fue la estructura de los libros. El programa intentó de entrada no ser amarillista, ni sensacionalista, ni policial, no trataba sobre casos de actualidad, eran casos ya juzgados desde hacía tiempo y que no tenían remisión posible…
… La filosofía de “Cosa Juzgada” apuntaba a ver cuáles son los límites por los cuales pasa un hombre o una mujer cuando delinque, como es algo que no tiene predestinación sino que en determinadas circunstancias a todos nos puede pasar.
… El inconsciente colectivo necesitaba un programa de este tipo, cosa que uno nunca lo sabe a priori. El hecho de que la gente lo siga recordando después de 25 años hace que “Cosa Juzgada” se haya transformado en un mito de sí mismo y competir con los propios mitos es imposible…