La poesía mirada en el fin de siglo
Encuentro de Revistas Literarias
Por Pablo Montanaro
Un encuentro organizado por la Asociación de Poetas Argentinos (APOA) reunió a directores de las revistas literarias para debatir sobre el estado de la poesía argentina en este fin de siglo. Las ponencias, cuyos contenidos fueron de alta calidad, reflejaron un amplio espectro de puntos de vista que, sin duda, enriquecieron el debate realizado en el auditorio de la Librería Pardo de la Ciudad de Buenos Aires.
Celedonio T. Avalos, jefe de redacción de El Vendedor de Tierra, creyó conveniente comenzar su ponencia citando a Alan Pons : “Los fines de siglo son siempre propicios a las grandes interrogaciones y con más fuerte razón los fines de milenio” para pasar a interrogar a la poesía en cuanto “a su realidad formal y temporal”. Sin embargo Avalos cree que el asunto pasa por saber “cómo se gesta y se desarrolla la poesía actualmente” para completar una observación crítica enfocada “al valor, a la calidad, de la poesía actual”.
“Quizás lo más cruel de la poesía -señaló- es que tiene que ser muy buena o no es poesía. Pero esto no es una cuestión de ciega exigencia sino de supervivencia. La poesía es cruel. es una mujer hermosa que al no poder poseerla se la viola. Sí, aquellos que no pueden seducir a la poesía para poder poseerla, o mejor dicho para que ella nos posea, la violan y la destruyen, le dejan hijos deformes…”. Se refería a aquellos poetas “que escriben para el cóctel, con un colorido plumaje de palabras lujosas y bien perfumadas. Hablo de aquellos poetas que sólo tendrán un efímero aplauso de focas mecánicas, que escriben libros y no poemas, índices y no versos”. Después de semejante sentencia finalizó tal como empezó, citando aquello de don Atahualpa Yupanqui: hay que ser más sinceros con el arte y con el artista.
Luis Calvo, al frente de Generación Abierta, se refirió a los debates sostenidos por los movimientos de vanguardia de principios de siglo. “Es indudable que todo ese ámbito de agitación y de posturas enfrentadas posibilitó la producción intelectual con la aparición de trabajos y manifiestos teóricos que contribuyeron notablemente a la evolución de la poesía y del arte en general” expresó Calvo. Este pensamiento le sirvió para oponerlo al actual momento donde se muestra “la desaparición de las vanguardias como movimientos de reacción frente a lo ya establecido”. Sin embargo, opina, existe lo que se podría llamar “el corazón de aquellas vanguardias” es decir “la confluencia de diferentes estéticas conviviendo en un mismo tiempo histórico pero en donde prima la falta de debate y la confrontación”.
Para Calvo “este silencio representa un gran vacío. Ya no podemos dar respuestas absolutas o de validez universal, porque la realidad nos ha demostrado lo relativo de las cosas, tanto en el arte como en las ciencias. Nos queda, sí, la posibilidad de poder reflexionar, de disentir y en buena hora de poder comunicarnos desde estas pequeñas verdades relativas afines con este complejo fin de siglo que nos toca vivir”. “Si esta realidad no nos sirve demos la vuelta y miremos su espalda, allí tal vez encontremos algo” sugirió finalmente.
Poeta y filósofo, Patricio Loizaga, director de Cultura, explicó que vivimos “en una catástrofe espiritual: la desaparición de la idea de progreso en el arte, la fragmentación del sujeto”, paradigmas que se diluyeron en el siglo XX. Sostuvo que el dato más significativo de fin de siglo es “la crisis de la promesa democrática”.
Para el responsable de Cultura “frente a este sistema que combina una gran concentración mediático consumística con una democracia subdesarrollada en lo que era la expectativa del desarrollo histórico de la democracia, el discurso más impugnador y subversivo es el del arte”. A la poesía le asigna la posibilidad de ser “una suerte de refugio espiritual del hombre contemporáneo”.
Observa de manera lógica que la poesía no circule frente a la circulación de otros discursos estéticos.
“Creo que ese carácter impugnador, ese carácter subversivo no tiene que ser explícito sino que está en la sola defensa de la metáfora en un escenario donde ha caído la metáfora”. El tono enfáticamente lírico con que Eduardo Dalter, de Carmín, leyó su ponencia evidencio desde qué perspectiva observa el espacio que ocupa la poesía en el fin de siglo. “Antes se preguntaba, y ahora también puede preguntársenos a que política o entorno político responde tal poética o tal poeta. Y el poeta algunas veces daba un paso hacia atrás o dos, en la creencia de que estaba dando dos pasos adelante, y respondía la pregunta – desde ya habilitándola- cualquiera fuera la respuesta.
Mal hechas ambas, obviamente. Es como pretender medir la hondura del mar y su movimiento calmo o impetuoso con una vara o con un balde. En tanto poética y en tanto poeta, se entiende y sobreentiende que la conjunción de la vida y el hombre primará desde sus raíces ontológicas, con todo su universo”.
Más adelante argumentó “concebir la vida al margen de poéticas, con sus instancias esenciales confluyentes, es como concebir el aire sin luz; la luz sin espacio o una flora sin agua, o cualquier otro despropósito”.
Dalter no bajó la intensidad cuando cuestionó : “una cultura que desoye y reduce en todo cuanto puede a sus poetas, ¿a quién escucha una cultura que desoye a la misma naturaleza, ¿a quién escucha una cultura que no puede mirarse a sí misma y que se miente ¿a quién escucha…”.
Para el final, un mensaje: “los días dirán si estamos a la altura de este tiempo, en que desde ya se está gestando la vida o la subvida o la muerte de mañana, o si nos extraviaremos en lo intranscendente o lo vacío “.
Nueva Generación estuvo representada por Alejandro Elisagarray quien se sumergió en el tema comparando diversas cuestiones de estos años 90 con las generaciones del 60/70. Desde su punto de vista en la poesía argentina se da “un efecto de dispersión que no debe entenderse como pluralismo, una ausencia de lazos sociales y por consiguiente un exacerbado individualismo que lleva al menos preciable sálvese quien pueda”. La poética de estos años parece acumular los restos del naufragio, lo que se traduce en una crisis de la objetividad y de los paradigmas, el culto a la búsqueda formal, pero desde una visión mas light de la estética y la desaparición de juicios o, al menos, un afán por desarmar los ejes conceptuales ex-profeso”.
“El poeta de fin de siglo -para Elisagarray- fragmenta la realidad “transformando” lo objetivo en una opaca fantasmagoría, una fábula que inhibe la memoria histórica y la construcción del futuro. La inseguridad se adueña del texto y la sugerencia cede ante el balbuceo”. La “inercia” del poeta es acompañada por aquello de “el fin de las utopías, la muerte del progreso estético y el congelamiento del marco temporal”. Con todo esto el poeta queda envuelto “en la resignación y en la apatía”. En el contexto de fin de siglo la figura del escritor se muestra, según Elisagarray, “perdido en la independencia de los factores de poder reclamada en los ’60 y, a la vez, intenta “reflejar” una imagen de “transgresor” dentro del mismo establishment, un modo sui generis de vedetismo que persigue la “sagrada” meta de la difusión de su personalidad mucho más que la de su propia obra.
El estereotipo vence a la identidad”.