Ricardo Carpani
Por ANA GIANELLA
Ricardo Carpani nace en Tigre, prov. de Buenos Aires, en febrero de 1930. A los veinte años, se traslada a París, donde se gana la vida como modelo en la Academia de Arte de la Grande Chaumiére. En aquellos años, y sin otra formación que lo que su ojo excepcional le permitía absorber, surgen sus primeras obras. De regreso a nuestro país, asiste a la academia particular de Emilio Petorutti con quien inicia su formación.
Como señala Rafael Squirru, “Carpani, como la diosa Palas Atenea, en tanto artista, nace ya con todos sus atributos. Su grafito “Los Amantes” de 1956, nos muestra al artista maduro, que irá sin duda refinando e intensificando su lenguaje, pero se trata de una personalidad que está definida a partir de un estilo que permitirá singularizarlo al primer golpe de vista”.
Ya en 1959, forma junto con Elena Diz, Pascual Di Bianco, Bute y Sessano, el Movimiento Espartaco y exponen como grupo en el Museo de Arte Moderno de Bs. As. Ya en esa época, lo ocupaba el tema de los desocupados y del trabajo, que volcaba en pinturas murales. En un boceto para mural que realiza para la UOM, aparecen sus figuras monumentales, que encierran una gran fuerza, gigantes amenazantes en grises coloreados y blancos, pardos y violetas, donde prevalece la forma y el dibujo. Estas enormes figuras, de rostros nobles y severos, van cumpliendo distintos papeles en toda la obra de Carpani.
Es el mismo hombre que ama a una mujer como en la serie de “Los Amantes” el que sufre el desgarro por la falta de pan y trabajo como se puede ver en sus murales y el mismo que combate, sin perder las esperanzas, para lograr un mundo mejor desde sus afiches. Es el mismo guapo que presta su robusto cuerpo para que un bandoneón lo estremezca con un tango, el que vestido irremediablemente de gris e irremediablemente solo, se traslada desde la Argentina de los años 30 a la jungla de los ´90. Vistiéndose con tinta, con grafito, con lápiz color o con óleo, pasando del volumen virtual al real como en los bronces de los años 70, el hombre- monumento de Ricardo Carpani, nos habla de su profundo compromiso con la vida.
Dicen que detrás de todo gran hombre existe una gran mujer. Después de charlar con Doris Halpin(*), uno puede descubrir que al lado de este gran hombre que fue Ricardo Carpani, existía la más válida de sus interlocutoras. A través de sus respuestas, la vida y la obra de Carpani suenan muy bien.
– ¿Doris, de qué manera se está movilizando actualmente la obra de Ricardo Carpani?.
Lo que es notable es que están apareciendo cuadros de Carpani y alrededor de esto hay historias interesantes. Seguramente deben haber sido militantes los que las compraron o a los que Carpani se las regaló pero hasta ahora los que han aparecido es gente que la compró. La obra de Carpani siempre fue divisoria de aguas: o la adoraban o no querían saber nada con ella.
– Hábleme por favor de la Fundación Ricardo Carpani.
La Fundación está en sus primeros pasos, y ya hemos hecho unas cuantas cosas. Se le otorga personería jurídica el 19 de noviembre de 1998. Yo soy su presidente. Como toda Fundación, es una asociación sin fines de lucro que tiene como objetivo dar a conocer y promover el pensamiento artístico y la obra de Ricardo Carpani y crear espacios de reflexión sobre la finalidad del trabajo artístico y los alcances de un arte comprometido con la realidad, pero no solo en este país sino en todo el mundo. Trataremos de establecer contacto con otras organizaciones de índole similar para ver que es lo que podemos hacer en cuanto a una acumulación de archivo. Nos han donado una computadora con la cual vamos a poder empezar a archivar todas las notas de Carpani, que escribió mucho además de pintar.
– Hay una parte muy importante de la obra de Carpani que está muy vinculada a la clase obrera. Me refiero concretamente a los afiches y murales. ¿De qué manera se vinculaba él con los sindicatos, por ejemplo?
Carpani se definía como marxista y hablaba del factor de cambio de nuestra sociedad y él le asignaba este rol a la clase obrera, trabajadora. Por esto consideraba que había que estar con ellos, no bajando línea sino tratando de estar al lado de, luchando con el obrero y entonces, en un momento dado él se acerca a la CGT Azopardo, para ofrecer hacer afiches y murales. Él había estado en el grupo Espartaco, luego se separan con Pascual Di Blanco y es con el que empiezan a recorrer los sindicatos. El primer mural es el de Sanidad lo pintan sobre un boceto de Carpani. Ellos sólo pedían los materiales y el jornal de un obrero. Al mismo tiempo, Carpani elabora unos seis afiches para la CGT Azopardo, entre los cuales hay uno titulado “A esto nos llevaron los que gobiernan” y después había un primer homenaje a Felipe Vallese en el primer aniversario de su desaparición y otro del ´64 en un segundo homenaje. También hubo otro con el programa de Huerta Grande.
A medida que la CGT se va burocratizando y acercándose cada vez más a la gente de Onganía y a los golpes de aquellos años, Carpani se va alejando y en el ’68 se convoca al Congreso Normalizador del cual surge Raimundo Ongaro. La época en que Carpani había colaborado con la CGT era la época de Alonso quien dentro de todas sus debilidades, tenía una conciencia más clara, no era combativo, no era evidentemente como Ongaro, pero no era tampoco Vandor. Cuando se forma la CGT de los Argentinos, Ricardo empieza a participar con ellos y entonces les dedica la mayor parte de su tiempo, casi no pinta en esa época, año sesenta y ocho. Pero si uno revisa los Balances y Memorias de la Federación Gráfica y revisa los actos que realizaron, todos fueron acompañados por los afiches de Carpani.
Era la época del periódico de Rodolfo Walsh.
También colaboró con el periódico y sus afiches fueron pegados por todo Buenos Aires. Cuando viene el Proceso mucha gente los esconde, los pega detrás de los muebles. Nosotros estuvimos diez años fuera del país, desde el ’74, porque nos fuimos ya con la Triple A pero nos fuimos porque habían dos exposiciones lo que no pudimos fue volver al país hasta después de 10 años. Carpani en esa época estaba prohibido. Cuando regresamos, habían pibes de 16 o 17 años que lo venían a ver y esto lo emocionó mucho, porque estos chicos tenían 6 o 7 años cuando nos fuimos del país y sin embargo, el recuerdo de Ricardo Carpani es perpetuo a través de la tradición oral pero también porque la gente tenía escondidos sus afiches.
– ¿Y con los afiches que ocurrió?.
Con el de Sanidad. primero taparon la pared y la pintaron, luego la tiraron abajo. En los últimos años, este sindicato encargó un afiche a Ricardo, pero esta vez, fue a partir de un pedido de ellos, como una obra de artista reconocido.
Habían otros dos murales en SOEVA, uno de Pascual Di Bianco y otro de Carpani. El de Pascual estaba en perfectas condiciones cuando volvimos del exilio pero el de Ricardo no. Parece que había habido una filtración en la parte inferior de la pared y se había descascarado y caído y alguien se había considerado con la suficiente autoridad para restaurarlo e hizo un desastre.
– ¿Cómo vivió Carpani el exilio?
Por un lado lo vivió muy mal, y por otro le dio una gran libertad. Por mucho tiempo había estado dedicado a hacer obra con fines mediatos, y de alguna manera esto había conspirado contra la cosa imaginativa, la misma naturaleza de lo que él estaba dibujando le impedía introducir elementos imaginativos. De todos modos fue muy duro jamás perdió su acento porteño. Él se encontraba en un medio extraño aunque no hostil, porque caímos en medio de un grupo de gente que pertenecía a Justicia Democrática en Palmas Mallorca (año ´74). Fuimos allí por una exposición de Ricardo, y nos quedamos porque era más barato y la gente nos quiso mucho y nos trató muy bien. Después, cuando vino la inmigración masiva la cosa cambia, porque mucha gente se equivocó con su comportamiento en el exilio y así nos convertimos en los sudacas pero de todas maneras, nosotros retuvimos el cariño de mucha gente. A pesar de esto él no se sentía en su medio, el era porteño de alma. Entonces, en ese ambiente que le era extraño, él empieza a bucear en su memoria y de ahí surgen las imágenes del hombre desocupado de los años ’30, de la década infame, con su chambergo y el diario bajo el brazo, en la plaza, sentado, esa imagen de desolación y como homenaje a Scalabrini Ortiz llama a esa serie “Los que están solos y esperan”. Por otro lado, también recorre sus imágenes de adolescente y de joven y ahí es la imagen del tango la que se impone. “El Tango” y la serie de “Los que están solos y esperan” nacen en el exilio y ya nacen con una concepción más rica desde el punto de vista artístico. Se permite introducir elementos imaginativos que no había utilizado antes, se permite experimentar con otras técnicas, en vez de tinta, usa grafito.
Cuando dibujaba para los afiches tenía que usar necesariamente tinta, porque así era más barata y mejor su reproducción. Cuando vuelve a la Argentina introduce también lápiz color y elabora la serie de Martín Fierro.
– Hay también una serie sobre los amantes y el amor…
Esa desde siempre. El decía que para el artista nada de lo humano -y estaba parafraseando a otros- le era ajeno porque desde su óptica podía dar su versión hablando del hombre. Así surge la serie de los “Amantes” y la de las “Cabezas”.
– Hábleme del último período de su obra.
Hay un último período, cuando volvemos al país, donde encuentra esta especie de jungla, llena de alimañas y animales feroces desangrándose entre sí, la falta de solidaridad y entonces comienza la serie “Porteños en la jungla” para la que toma ese personaje de “Los que están solos y esperan” y lo plantifica en una jungla plena de color, donde el personaje permanece gris y es el nuevo desocupado.
Para mucha gente esta fue una serie de frivolización cuando en realidad es todo lo contrario.
“Esto es un páramo -decía Carpani- pero en todo páramo hay un arbolito con hojas pequeñas que van brotando”.
(*) Agradecemos a Doris Halpin el material artístico de Ricardo Carpani quien ilustra este número especial 10º aniversario de “Generación Abierta”.