Eduardo Plá
La inmaterialidad de la imagen
El infinito es una flor
Por Rosa Faccaro
Eduardo Plá vuelve a considerar la resolución de un espacio virtual dentro del lenguaje del arte digital. Resolver el tratamiento de la luz a través de las artes electrónicas ha sido un desafío. Esta construcción plástica fué resuelta sensibilizando el “touche” o toques cromáticos en la fracción de las superficies reflejantes. Estas resoluciones han sido una de sus conquistas plásticas de esta nueva serie de imágenes.
Esta experiencia visual la ha denominado “Microcosmos”. Expuesta en el Museo de Arte Americano de Maldonado, Uruguay , le ha permitido un salto al vacío desde el lugar desde donde se origina la red de estructuras pictóricas en sus diversas intensidades luminosas, para luego destacar en ese espacio infinito, la complejísima trama orgánica que se transforma paulatinamente en imagen. Así aparece una flora fantástica con la gracia que le otorga la propia naturaleza de su especie.
“El infinito es una flor”, está comentada con el prólogo crítico de Julio Sánchez en un catálogo que transmite a través de la diagramación y el diseño de Juan Moreno, una anticipación de la presencia de esas imágenes al futuro contemplador, prometiendo en las reproducciones de los originales, una exhibición de serena belleza.
El equilibrio dispuesto en la apreciación de esa extraña fascinación que provocan las especies florales en su diversidad de texturas, color, formas, que se expresan en el olor, tacto, y visualidad que tienen estas imágenes digitales, ponen en evidencia a un transmisor de energía vital que logra expresar una realidad transfigurada. Ese contemplar de la naturaleza convierte la obra en una realidad mágica, con el encanto que puede transmitir la experiencia de la relación íntima con la naturaleza, en ello Eduardo Plá ha logrado captar la pura percepción del instante y así destacar la visión en una temporalidad de infinitud. Se puede hablar de una experiencia Zen, donde no existe separatividad en el acto creativo, sino una indubitable integración en una unidad indivisible.
Preparada en honor a este pintor que conquistó Buenos Aires en sus diversas muestras digitales, ha sido la recepción preparada en el espacio de “Doña Flor” por la excelente mano de Ana María Bossa de Moya, en la cena dispuesta luego de la inauguración, donde las flores pasaron a ser nuevamente protagonistas de esta celebración, en otro alarde de creatividad culinaria y ambiental.