Letras

Apuntes sobre Luis Luchi

Por Lilian Garrido


A quienes estén interesados en las biografías puedo contarles, por ejemplo, que Luis Luchi nació el 11 de octubre de 1921 en Villa Crespo, pero que a los 5 o 6 años de edad cambió los pagos de Adán Buenosayres por el laberíntico Parque Chas. Ejerció distintos oficios- fue obrero gráfico, vendedor viajante de libros y, principalmente, poeta -único oficio no abandonado-.

Por los años ’60, integró el grupo El Matadero, que curiosamente tenía más que ver con la narrativa que con la poesía. El Matadero, nombre relacionado con la obra homóníma de Esteban Echeverría, considerada como el primer cuento argentino, era un grupo de cuentistas (Guillermo Cantore, Nenina Caro, Blas Raúl Gallo, Mario Lesing, Arminda Ralesky y Lubrano Zas, entre otros), que había elegido como punto de reunión el café El Estaño de Talcahuano y Corrientes -bautizado por ellos como El Gardelito-, y que tenía la idea de crear una editorial con selección oral y pública de cuentos. Nuevo Teatro les prestó más de una vez la sala donde el grupo leía sus relatos y el público, convertido en una especie de asamblea, definía la publicación con su aprobación o su rechazo. “Buscábamos publicar a jóvenes con determinada ideología, que escribieran bien, con sentido popular y que la cultura fuera parte de la revolución que estábamos haciendo” -dijo Luchi en una oportunidad-. Esta democracia en la decisión de publicaciones no prosperó y terminaron ellos mismos seleccionando los cuentos a editar, ya sea reunidos en “El Gardelito” o en algún otro bar del centro. Nunca supe si el único cuento que publicó Luis Luchi en su vida, El brasilerito, fue producto de las asambleas populares o de aquellas tertulias desordenadas y heterogéneas. Lo cierto es que El brasilerito apareció en una antología titulada Cuentistas Argentinos Contemporáneos, editada por El Matadero en 1961.

Desde Barcelona, muchos años después, Luis Luchi le hizo un guiño a sus compañeros narradores, ya que la editorial que publicó en España sus libros de poemas Resumen del futuro (1 984) y Mishiadura en las dos ciudades (1 993), se llamaba Ediciones del Escorxador, palabra que significa «matadero” en catalán. Aunque este homenaje, justo es reconocerlo, se limitó al nombre, pues el espíritu de participación y polémica que recorría las mesas de El Gardelito se había perdido. A fines de los ’60 y en los ’70, su amistad con el músico Eduardo Rovira, el poeta Roberto Santoro y el artista plástico Pedro Gaeta, sumada al sentido social que compartían y a la necesidad de realizar actividades culturales, fue el puntapié inicial del grupo Gente de Buenos Aires. Los cuatro tenían fuertes puntos en común respecto del mundo que querían y por el que luchaban, así que no les resultó difícil llevar adelante su propuesta. Y si bien jamás se sentaron a escribir un programa, tuvieron en claro desde el inicio algunas cosas, que cumplieron al pie de la letra: llevar el arte a los barrios, buscar la mayor participación posible e integrar las artes entre sí.

“El eje se trasladó a los barrios”, explicó Luchi en una entrevista, refiriéndose a que clubes, escuelas y sociedades de fomento eran los escenarios elegidos para las exposiciones de pintura, presentaciones de libros, recitales de música y poesía y conferencias. “Eran reuniones muy participativas y la gente se enganchaba muchísimo. Si se organizaba una muestra de poemas ilustrados (o poemas-pintura, como prefiere llamarlos Gaeta), cada poeta estaba presente y leía sus poemas. Solía haber músicos, también”. Gracias a las actividades de Gente de Buenos Aires, la voz de Luis Luchi quedó registrada en el disco simple Tango de música a lo lejos y su letra impresa en tres libros editados por el Grupo Los rostros, Poemas (1946-1955) y La pasión sin Mateo.

Su primer libro, El obelisco y otros poemas, apareció en 1959 y desde entonces se perfila como un poeta ciudadano, más aun, de la ciudad de Buenos Aires: el porteño que leía a Luis Luchi podrá darse cuenta de que está “hablando” con otro porteño. Hay una manera de decir que reconocemos nuestra en el voseo, en la ironía -sarcasmo a veces-, en las sutilezas, en el mundo referencial de las comparaciones, en las frases hechas, en el cruce con las letras de algunos tangos y hasta en el tono nostálgico de muchos de sus poemas. El uso de un lenguaje cotidiano y sencillo, los clisés, las palabras del lunfardo, los refranes, apoyan también el tono coloquial que recorre toda su poesía, y su sintaxis a veces descuidada es parte del mismo juego. El humor ácido y crítico es otro elemento destacable.

-Decíme, Luchi, ¿coincidís con lo que otros han dicho de tu poesía?
Hay críticos que olvidan algo fundamental: yo escribo para decir cosas que tienen que ver con un pensamiento y con una propuesta. No estoy con el artepurismo ni tengo nada que ver con la Torre de Marfil. Mi poesía se dirige al hombre. En este mundo poético donde todo, absolutamente todo, puede ser materia del poema, el centro es el hombre y sus dichas y desdichas cotidianas.

La muerte de Luis Luchi
El adiós a un hermano del alma

Luchi fue para mí más que un amigo, un hermano del alma. Lo conocí como vecino en el barrio de nuestra infancia, Parque Chas; años después nos reencontramos en grupos de escritores y pintores que ambos frecuentábamos. Con compañeros de otras disciplinas artísticas, realizamos una intensa actividad cultural a la que se agregaba una fervorosa y consecuente militancia política.
A mediados de los ´70, y hacia distintos destinos, los dos viajamos a Europa; él se radicó en Barcelona, yo anduve mundos hasta anclar en París, ciudad que a los dos nos fascinaba. La distancia no logró alejarnos, y nuestros encuentros solían tener lugar a orillas del Sena.
Yo volví a Buenos Aires; él prefirió quedarse en el lugar que le dio asilo -donde por otra parte fue más pòrteño que nunca- pero nos visitaba siempre que podía. Fue así que asistió a la presentación de su libro “Jardín Zoológico” y al encuentro “Todos con Luchi, todos” que, a pesar suyo, organizamos en su homenaje en el Club “El Trébol” de nuestro barrio.
Lo esperábamos para que participara en la presentación de “Amores y Poemas de Parque Chas”, carpeta que teníamos en preparación , pero su salud se fue apagando de a poquito hasta motivar su internación. No se recuperó y nos dejó el 21 de octubre, diez días después de haber cumplido 79 años. Todos nos habíamos hecho a la idea de que, por haber vivido todos los riesgos, Luchi era inmortal; lo es a través de su recuerdo, que permanece, y de su extensa obra poética, que lo trasciende.

Pedro Gaeta

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