La Sombra de la Diosa Nut
Luis Wells en Principium
Rosa Faccaro
Luis Wells ha sido una de las figuras relevantes del movimiento informalista de los años sesenta. Quien bien ha destacado su importancia en esta participación ha sido uno de los críticos protagonista de esa década, me refiero a Jorge López Anaya quien bien conoce su trayectoria.
A cuarenta años de ese suceso, la obra de este artista suscita el mismo interés de aquel entonces, lo que indica su facultad para crear, así lo demuestra en la exhibición de sus pinturas en la galería Principium, Esmeralda 1357, donde podemos apreciar una nueva serie de trabajos realizados en el año 2002.
Dedicada la muestra a la diosa egipcia Nut, toma del arte pictórico de Egipto, la perspectiva jerárquica para mostrar otras maneras de representar la realidad de la pintura. A ese sistema visivo espacial recurre Luis Wells, agregando un sentido irónico a sus títulos. Conservando la mitología de los sabios artistas del Nilo, la diosa Nut es la que protege el imperio del valle de las sombras. No hay duda que el inconsciente tiene en la teoría junguiana a uno de sus más exhaustivos investigadores en el campo religioso, y recordando su teoría de la sombra, como complemento del ánima, podemos ver como la mancha (elemento plástico por excelencia del movimiento informal), instrumenta el circuito significativo de la pintura de Wells en forma recurrente, ahora prosigue el trazo lineal del brazo de la diosa que se alarga misteriosamente.
“Bajo la protección de Nut” circunscribe las figuras emblemáticas del amor, en la figura de la pareja inscripta en el camino a la mastaba o al solemne hipogeo.
La diosa Nut, protagonista de esta serie, es destacada con un arco que cubre el cielo y la tierra, en su cuerpo aparece el circulo pleno del sol como un sello distintivo. Mastabas en forma de laberintos poligonales, obeliscos, esfinges, son construcciones geometrizadas por la razón e invención de Wells. En estas arquitecturas fantásticas la línea blanca subraya conceptualmente lo que la sombra señala, es un duetto que hace recorrer las luces y las sombras de la pintura. El color emblemático, rojo, azul, amarillo, blanco, está puesto con claridad y precisión.
La mujer ocupa un lugar de importancia en la iconografía de diosas y dioses. La elegida es Nut, por su capacidad de abarcar el desierto con su curvatura gigante y como todas las diosas proteger a una humanidad que sigue los lineamientos de un destino.
Rituales, ceremonias, acompañan este silencioso monumento que cita a una de las culturas más antiguas de la humanidad.
Hereda la religión judeo cristiana del monoteísmo de Amenophis IV, seguimos creyendo en el valor del peso de las almas.
Estas figuras creadas e inventadas por Luis Wells, construídas planimétricamente como si fueran enigmáticos seres con quienes atravesar los vericuetos del laberinto, son sin duda espíritus puestos a prueba para penetrar al mundo subterráneo. Es así que hay zonas alumbradas y otras en penumbras en donde se erigen monumentos funerarios.
La única escultura de la muestra “Madame Plywood” guarda la construcción de las placas de terciada, en segunda y tercera dimensión- al decir de Miguel Briante- en el prólogo del catálogo. Esta obra como ícono se muestra sumamente interesante para proseguir en esa intencionalidad constructiva que le es propia.
En fin una muestra de singular maestría e interés, que nos permite recordar un arte de sugestivo alcance espiritual, donde los rituales sagrados, como hace cinco mil años- en la era de la secularidad- vuelven a sugerirnos la existencia y presencia de los dioses protectores. Esta visión de Wells nos permite resignificar esos ritos, verlos desde la postmodernidad como un intento de maravillosa incursión en ese quieto y congelado hieratismo del arte en el valle de las sombras.