El rol de la educación y la cultura en la integración latinoamericana
Por Lucrecia Morales García*
(Especial desde Venezuela)
INTRODUCCION
Mucho se ha hablado sobre la importancia de los procesos de integración en América Latina, como vía expedita para lograr el crecimiento y desarrollo de nuestros pueblos; sin embargo, no puede haber integración si no se crea una conciencia colectiva favorable al proceso integracionista. En otras palabras, es necesario crear la cultura de la integración latinoamericana; objetivo que sólo es posible alcanzar a través de la educación.
En este sentido, mucho se ha insistido en la necesidad de incorporar la dimensión “integración” a los contenidos programáticos de las distintas currículas en el subcontinente, pues la idea es formar hombres y mujeres proclives a dicho proceso. No obstante, los resultados no son alentadores, pues no ha sido posible armonizar los sistemas educativos latinoamericanos para la transmisión de los valores y creencias que sienten las bases para el logro del que fuera el sueño de nuestros libertadores: la unidad continental.
¿EDUCAR PARA INTEGRAR?
La educación debe ser concebida como una herramienta estratégica para el logro de los objetivos del proceso de integración latinoamericano, pues ha de constituir una vía expedita a través de la cual sea posible la eliminación progresiva de las barreras culturales que separan nuestros países, haciendo hincapié en sus puntos de unión.
Para que ello sea posible, se hace necesario armonizar los sistemas educativos de los países de América Latina, con especial atención a los contenidos históricos, dadas las diferencias y rivalidades que parecieran haber sido enfatizadas y alentadas a lo largo del tiempo por las historiografías oficiales de cada uno de estos países, pudiéndose citar casos específicos como el de Argentina y Venezuela, naciones que se han disputado el liderazgo en la independencia latinoamericana; o Argentina y Brasil, donde existen sentimientos de mutua xenofobia auspiciados por la Historia de ambos países (Rivas, 1998).
Por eso, a pesar de que nuestros niños y niñas, como lo advierte Bravo (1999), generalmente cantan las mismas canciones, escuchan la misma música y se visten de la misma manera, lo cierto es que existe un alto grado de desconocimiento mutuo que nos limita en cuanto a nuestras posibilidades de integración.
En este orden de ideas, los textos escolares, apenas si mencionan la integración y cuando lo hacen es para referirse, principalmente, a la integración interior, entendida como aquella que se da en los escenarios regionales de cada uno de los países (Cruz y Luna, 1999). Claro está, no decimos que un país no deba consolidarse internamente, porque la integración sería imposible entre estados desarticulados, pero por otra parte, es importante que se entienda la necesidad de transmitir una visión común de lo que es América Latina como base fundamental para el proceso de integración.
Justamente, para alcanzar esta meta, han surgido experiencias como el Convenio Andrés Bello, en materia educativa, suscrito en 1970 en el marco del Acuerdo de Cartagena, con una dimensión “…internacional, subregional, intergubernamental e integracionista…” (Álvarez de Flores, 2000:207); asimismo, los ministros de educación de la Comunidad Andina (CAN), en aras de dar cumplimiento a la Agenda Social Andina, se han puesto de acuerdo para adelantar programas y proyectos en varias áreas temáticas relacionadas con la integración propiamente dicha, entre las que se encuentran: educación para una cultura de la integración; armonización de los sistemas educativos, así como educación en fronteras (SELA, 2000).
De igual manera, en el seno del MERCOSUR, ya han venido adelantándose esfuerzos, como el Plan Trienal para el sector educativo firmado en 1992, que propone la puesta en marcha de programas fundamentales para la creación de esa conciencia social favorable de la que se hablaba, capacitando los recursos humanos y armonizando sus sistemas educativos (Rodríguez, 2000).
Por otra parte, la universidad también debe articular esfuerzos para el logro de los objetivos integracionistas, formando recursos y fomentando discusiones y debates que conduzcan a un reposicionamiento del proceso integrador, de acuerdo a las nuevas realidades que estén surgiendo y a las crecientes necesidades de desarrollo de América Latina.
En fin; estamos viviendo en la Sociedad del Riesgo (Beck, 1998) y ello significa que se están produciendo transformaciones contínuas y a veces inadvertidas para la mayoría, que nos deberían conducir a reflexionar sobre cómo la integración será parte cada vez más importante de nuestras vidas; sobre cómo nos afectará y cambiará nuestra existencia, por lo que debemos prepararnos, capacitarnos y llevar al debate público, a gran escala, una realidad que nació en los sesenta y se quedó para contribuir al engrandecimiento de los pueblos latinoamericanos.
LA INTEGRACIÓN EN LA CONCIENCIA COLECTIVA DE AMÉRICA LATINA
Aunque existe consenso sobre la importancia de la creación de valores, sistemas de creencias y simbologías comunes en todos los pueblos de América Latina (Stharinger de Caramuti, 1995; Recondo, 2000), sin que ello implique el desconocimiento de su diversidad cultural, lo cierto es que aún no hemos sido capaces de construir la llamada “Cultura de la Integración Latinoamericana”.
Cuando se habla de Cultura de la Integración, es necesario tomar en cuenta el concepto de identidad latinoamericana. Al respecto, tendríamos que preguntarnos: ¿existe una verdadera esencia de lo latinoamericano?; si la identidad es vista como un proceso de construcción histórico que descansa sobre las bases de una memoria común, entonces podríamos afirmar que América Latina tiene mucho de dónde aferrarse para construir una identidad propia.
La presencia de estos rasgos comunes han llevado a autores como Huntington, citado por Samper (2002), a caracterizar la cultura latinoamericana como parte de un subsistema autónomo que, aunque guarda similitudes con los valores del Mundo Occidental, se define a sí misma a través del nacionalismo, de la lengua española, del mestizaje, de la solidaridad social, de la religión católica, la biodiversidad y lo indígena.
Por eso promulgamos, no la homogeneización cultural del subcontinente, sino la necesidad de comprender a América Latina a través de una visión regional, que se explique a sí misma en cuanto a unidad y pluralidad (Sabsay y Bloch, 1996).
Este planteamiento nos conduce a reiterar la importancia de la educación como medio de transmisión de valores, de tal manera de afianzar la esencia de lo latinoamericano en medio de la diversidad cultural de nuestros pueblos. Sólo en la medida que nos sintamos parte de ese todo que es América Latina, podremos consolidar la integración y hacerla parte de nuestros procesos de desarrollo.
CONCLUSIÓN
La integración de América Latina debe afincarse en los rasgos comunes que perfilan la identidad latinoamericana, creando una conciencia social favorable al proceso, por encima de las diversidades culturales de nuestros pueblos.
Para eso, la educación debe ser vista como herramienta estratégica que permita construir una visión común de lo latinoamericano, a fin de sentar las bases para el logro de los objetivos de la integración ya en curso.
REFERENCIAS
ÁLVAREZ DE FLORES, R. (2000). Frontera, Educación e integración. Apuntes para un diagnóstico. Lito Formas, San Cristóbal (Venezuela).
BECK, U. (1998). La Sociedad del Riesgo: hacia una nueva modernidad. Editorial Paidós, Barcelona (España)
BRAVO, N. (1999). Educación, Cultura e Integración. CEFIR, Dt.27, en: www.cefir.org.uy.
CRUZ, N. Y LUNA, M. (1999). Los textos escolares y la enseñanza de la Historia para la paz y la integración, en: Así se enseña la Historia para la integración y la cultura de la paz . Convenio Andrés Bello, Editorial Carrera 7ª. Ltda., Bogotá.
HUNTINGTON, S. en: SAMPER, E. (2002). “América Latina: identidad, biodiversidad y globalización”. Conferencia dictada en el Simposio Internacional sobre Propiedad Intelectual y Conocimiento Tradicional: nuestra identidad, nuestro futuro, convocado por el Sultanato de Omán y la Organización Internacional de Propiedad Intelectual, 21 y 22 de enero, Muscat, (Omán).
RECONDO, G. (2000). “Globalización e Integración Regional. Cultura e Integración para la educación”, en: www.legalmania.com.
RIVAS, R. (1998). “Identidad e Integración en América”, en: Presente y Pasado. Revista de Historia. Universidad de Los Andes, Editorial Venezolana, C.A., Año III, No. 6, Mérida (Venezuela), julio-diciembre.
RODRÍGUEZ, R. (2000) “Educación e integración regional, el caso MERCOSUR”, en: www.anuies.mx.
SABSAY, F. Y BLOCH, R. (1996). “Integración Cultural Latinoamericana”, en: Archivos del Presente, No. 5. Fundación Foro del Sur, julio-agosto-septiembre. Buenos Aires.
SISTEMA ECONÓMICO LATINOAMERICANO (SELA) (2000). Consideraciones para el Desarrollo de una Agenda Social Andina, noviembre, en: http://lanic.utexas.edu.
STHARINGER DE CARAMUTI, O. (1995) “La educación y el MERCOSUR. Educar para integrar. El rol de la Universidad”, en: Revista: Aportes para la Integración Latinoamericana, Año 1, No. 1, La Plata (Argentina)
* Lucrecia Morales García: Politóloga nacida en Venezuela, aspìrante a doctora en Ciencia Política. Investigadora adscrita a la Sección de Integración Latinoamericana del Instituto de Filosofía del Derecho “Dr. J. M. Delgado Ocando”, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zula, Maracaibo, Venezuela. Email: lamar58@cantv.net