Sobre la poesía de Baldomero Fernández Moreno
Por Amadeo Gravino
Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno nació en Buenos Aires en 1886 y murió también en nuestra ciudad en 1950. Pasó parte de su infancia en Santander, España. A los veintinueve años publicó su primer libro, Las iniciales del misal. En 1935 recibió el Premio Municipal de Poesía y en 1937 el Premio Nacional. Presidió la Sociedad de Escritores e integró la Academia de Letras. Su obra comprende, entre otros títulos, los libros Intermedio provinciano (1916); Ciudad (1917); Versos de Negrita (1920); El hijo (1926); Sonetos (1929) y una importante Antología Poética (publicada por primera vez en 1941), la que recoge una gran parte de su obra en verso. Existe además obra inédita.
La sutil poesía de Baldomero Fernández Moreno ha disputado una larga y victoriosa lucha contra el tiempo y el olvido, y se me ocurre que podemos decir que el suyo es el rotundo triunfo de la naturalidad.
Su poesía, escrita sobre la marcha misma de los acontecimientos comunes, muestra al hombre que ha vivido aquella cosa, aquel espacio, aquel pequeño suceso, aquel sentimiento, revelados por las palabras siempre cargadas de sentido del poeta. La observación aguda, la nota tierna, el dato gracioso, pueblan sus versos y la vuelven transparente, cálida, y le aportan la espontaneidad de una grata charla familiar.
En esta poesía se manifiestan muchos temas distintos, sin que jamás al leerla se nos haga presente la idea de un gran esfuerzo literario; pero en realidad es la maestría del autor, su hábil destreza técnica, la que oculta a nuestros ojos su trabajada arquitectura; pues esta poesía siempre tiene el carácter de objetivación, herramienta y acarreo previo al hecho poético mismo, en tanto que un aire discursivo, práctico, y una sintaxis lógica, llenan su expresión directa y natural.
Esta poesía en todo momento soslaya la espectacularidad de la metáfora novedosa, compleja, y tampoco sus imágenes surgen por asociación de elementos dispares o distantes entre sí, sino por la sensible acentuación de la temperatura de las palabras elegidas, lo que facilita el acceso directo del lector a su universo sencillo pero siempre contundente.
Esta poesía trata cosas simples, da testimonio de la vida cotidiana, indaga lo claro, revela lo posible de ser revelado, y lo hace apelando al recurso de oír y descifrar con precisión medida su centro temático. Es una poesía plena, cargada de frescura, que mantiene la presencia del diálogo del hombre con sus semejantes y también nos muestra cómo ese diálogo toca lo real, lo concreto, todo lo que el poeta siente más cercano a su despierta sensibilidad, a sus sentidos.
Los poemas de Fernández Moreno nos ofrecen una inteligente estructura lógica, donde la objetividad se ubica en el nivel exacto de la experiencia personal y da como resultado un permanente tono de intimidad; pues el poeta con sus escritos no hizo más que añadir un cierto énfasis a contingencias históricas de su vida y de la de quienes lo rodeaban, ya que a él la poesía no le dio una nueva personalidad, sólo fue su prolongación natural adornada por las riquezas del idioma que supo manejar como pocos.
Veamos rápidamente algunas autorizadas opiniones sobre cuál fue la originalidad esencial de Baldomero Fernández Moreno y qué elemento nuevo introdujo él en la rica historia de nuestra poesía:
—El notable Enrique Banchs lo considera “el poeta de nuestra lengua de más extensa y rica gama temática” y cree “que buena parte de ésta ha sido o creada por él o dotada por él de nuevas fibras de sensibilidad”; y también opina que “es nuestro poeta de inspiración menos interceptada por la reminiscencia literaria, que es decir en más inmediata comunión de realidad externa y emoción (…) que por arte largo y exquisito él llegó no al refinamiento retórico, sino a una armoniosa y creciente naturalidad (…) que poseyó un claro idioma admirablemente expresivo, transparente y copioso, a la vez que sumamente depurado”.
—Para el polémico Leopoldo Lugones “Fernández Moreno es un espíritu de piedad, de sencillez y de dulzura. Su don especial consiste en florecer suavemente como el árbol en primavera después de la lluvia”.
—Para la audaz Alfonsina Storni “Fernández Moreno es ante todo un poeta, un gran poeta lírico”.
—Coincidiendo con Leopoldo Marechal, el joven Jorge Luis Borges le atribuye: “una percepción genial del mundo exterior” y considera que “ya desde su libro Las iniciales del misal había ejecutado un acto que siempre es asombroso y que en 1915 era insólito. Acto que con todo rigor etimológico podemos calificar de revolucionario: había mirado a su alrededor”; y también destaca que “en Baldomero Fernández Moreno el paisaje es de una insuperable autenticidad. Y que él lo transmite de un modo tan inmediato que sus lectores suelen olvidar las palabras traslúcidas que han operado esa transmisión y no reparan en el arte exquisito -y casi imperceptible- que las ha congregado y organizado”
—Para el lúcido y multifacético Ezequiel Martínez Estrada: “Fernández Moreno perdura en su naturaleza, idéntico a sí, fiel a su ser, a su designio y a su destino, en su obra magnífica y en su ejemplar existencia”.
—Según Alberto Vanasco, “los poetas que luego integraron Poesía Buenos Aires rodearon y acompañaron a Fernández Moreno porque en un momento dado su obra significó para ellos la desacralización de la poesía, la mirada sutil y aguda a lo cotidiano y también el abandono de la pompa verbal vacía”.
—Mario Benedetti ha dicho que “la originalidad de Fernández Moreno está en la calidad de su mirada y en la sencillez con que transmite ese resultado visual”.
Quiero agregar que para mí, Baldomero Fernández Moreno vivió siempre en estado poético y que la ciudad se manifiesta como uno de los temas principales a lo largo del desarrollo de toda su obra. Y que si su poesía es visualmente tan rica, es por el gran impulso amatorio que la inviste. Y que para él, como también para otros destacados poetas de su tiempo, al parecer el ámbito de amor fue la calle. Veamos un mínimo ejemplo de ello:
“El poeta, la calle y la noche
se quieren los tres.
La calle me llama,
la noche también…
Hasta luego, madre,
voy a florecer.”
Sus muchos poemas sobre la ciudad reflejan la biografía del poeta, ya que a través de ellos manifiesta sus hábitos y características esenciales de vida. Allí vemos que él nunca se pregunta si la ciudad es bella o fea, si es dura o tierna, si es rica o miserable, si es leal o corrupta: la acepta tal cual es, según se le ofrece, y así la ama. En esos poemas, Fernández Moreno con la seguridad del enamorado y evitando siempre la retórica verbal, va directamente hacia el corazón de la ciudad y la hace suya, como nos lo muestran estos versos sentidos, íntimos, confidenciales:
“¡Mirá que te soy fiel, oh ciudad mía!
Otra vez en la calle como antes,
silenciosos mis pasos o sonantes
conforme a mi tristeza o mi alegría.”
* Nota: Dedico este trabajo a mi amigo, el poeta Julián Del Campo, A.G.