Artes visuales

LA OTRA FIGURACIÓN

Por ADRIANA LAURENZI

Una de las batallas estéticas más interesantes a comienzos de la década de los sesenta fue la presentación del grupo que formaron Ernesto Deira, Rómulo Macció, Luis Felipe Noé y Jorge de la Vega, más la artista plástica Carolina Muchnik y el pintor y fotógrafo Sameer Makarius, del 26 de agosto al 6 de septiembre en la galería Peuser, ubicada en la calle Florida 750, hoy es conocido como la Nueva Figuración.
El nombre que ellos mismos se dieron fue el de Otra Figuración propuesto por Rómulo Macció.
La Otra Figuración aparece en la escena plástica como un movimiento de ruptura, como una vanguardia cuyo propósito fue quebrar en la imagen el orden, la buena forma, el valor compositivo, en aras de una expresión libre y antiacadémica.
En lugar del orden geométrico, heredero del movimiento del arte concreto de mediados de la década de los cuarenta, la Otra Figuración estuvo más ligada al Informalismo y al Expresionismo Abstracto.
Fue un movimiento genuino que logró quebrar la dicotomía entre figuración y abstracción al hacer surgir la figura humana del espacio. La figura abandonó el lugar protagónico dentro de un espacio para priorizar la relación íntima entre ella con un espacio gestual, ligado a los impulsos del trazo o de la mancha y del dripping (Jackson Pollock).
Noé describía la situación a fines de los 50′ como un enfrentamiento mortal entre artistas abstractos y figurativos, enemigos tales como los “Montescos y Capuleto”.
El espacio está en relación dialéctica con la figura como lo está el hombre en relación al medio.
La Otra Figuración buscó reflejar aquello que estaba en el centro de sus intereses: el hombre.
Un hombre cuya esencia no está acabada sino un hombre que se construye en relación a la historia, en la interacción con el medio.
Una imagen vital y dinámica más ligada a la intuición del impulso interno apenas controlado por la conciencia y capaz de reflejar el desconcierto de una sociedad atravesada por grandes contradicciones.
Si las clases media y alta en la Argentina se distinguieron por la obsesión del “buen gusto”, como la llamaba Aldo Pellegrini, desafiar sus valores estéticos tenía también una connotación política. 1
Si bien las influencias del Expresionismo Abstracto norteamericano como del Informalismo europeo y del argentino fueron referentes inevitables, la búsqueda del grupo se centró en objetivar una imagen que reflejara su propio entorno: el Buenos Aires y la Argentina de su época.
Así lo hicieron y el éxito del grupo no fue el de una moda pasajera, sino algo más profundo. El tiempo consolidó el valor de cada uno de sus integrantes, dejando una marca fundamental en la historia del arte argentino consolidada por el paso del tiempo.
“No constituimos un movimiento, ni un grupo ni una escuela. Simplemente somos un conjunto de pintores que en nuestra libertad expresiva sentimos la necesidad de incorporar la libertad de la figura.
Porque creemos justamente en esa libertad no queremos limitarla dogmáticamente por eso evitamos el prólogo. Sin embargo existe una razón de ser, una voluntad artística que nos ha impulsado a hacer esta exposición, esta voluntad artística es individual. Por esto nos remitimos a la confesión privada de la raíz común de esta voluntad, que hable por si sola la exposición.”
“Más allá de los rótulos,- rememora E. Deira-, nuestra intención entonces fue romper una actitud de prejuicios ominosos, obviar ese miedo argentino a equivocarse, lanzándonos a la aventura. Por eso no queríamos ni el aval de la gente que se decía de vanguardia, ni la de los demás: para nosotros se valían de refugios. Por suerte, lo que hicimos no fue una cosa “moderna” que envejece rápidamente, fue un trabajo serio que se mantiene actualmente y se ve con interés hoy”. 2
Es nuevamente el texto de Noé incluido en el catálogo de la muestra inaugural en Peuser quien explicita la imagen del hombre al que ellos dieron lugar:
(….) El hombre de hoy no está guardado detrás de su propia imagen. Está en permanente relación existencial con sus semejantes y las cosas. Ese elemento relación considero que es fundamental en otra figuración. Las cosas no se consumen entre sí sino que se confunden entre sí. (…)
Es decir, la mancha, el gesto, da origen a la imagen, la engendra en una relación dialéctica como la realidad misma que nos condiciona, nos provoca pero a su vez la voluntad de ser frente a ese medio nos permite definirnos en cada acción.
No podemos olvidarnos de la importancia que ejerció el pensamiento existencialista, especialmente en la década de los sesenta en nuestro país.
El texto de Ernesto Deira en el catálogo de Peuser es una prueba de esta influencia:
“Porque no soy realista. Porque creo en los libres. Porque creo. Porque hago la tela y ella me hace. Por mí y el interlocutor. Por el nuevo lenguaje. Porque quiero salvarme. Por los límites. Porque digo sí. Porque no sé hacer otra cosa. Porque soy figurante. Porque se me da la gana.”
El existencialismo y especialmente el pensamiento de Martín Heidegger pone en primer plano la relación del hombre con el mundo. El hombre es el único ser que tiene existencia y a partir de esta puede en cada acto realizarse, hacerse, construir su propia esencia.
La angustia frente a la autorrealización que debe asumir el hombre, al construir frente al mundo su propia esencia, está claramente expresada en ese “Porque quiero salvarme” y el hacer de Deira es un hacerse en la imagen, “Porque hago la tela y ella me hace.”
En estas breves reflexiones Deira anticipa una de sus constantes preocupaciones, la relación con el otro, con el interlocutor a quien deja la última palabra, “Por mí y el interlocutor. Por el nuevo lenguaje”.
Dos temas ligados; la mirada del otro que nos devuelve nuestra propia imagen, abordada por el existencialismo y el lenguaje como condición de la cultura y como comunicación. Tema que llevará a Deira a indagar en la filosofía del lenguaje y especialmente en la obra de Ludwig Wittgestain.
El Hombre como existencia finita es tiempo y el tiempo se impone a la existencia como límite. “Por los límites”(Deira).
La obra más importante de Heidegger se llama justamente El ser y el tiempo. 3
La Otra Figuración fue sin duda un momento de formación que como grupo logró hacerse escuchar en un momento de apertura institucional hacia la juventud, principalmente a través de la figura de un personaje importante de la cultura como lo fue Jorge Romero Brest, director del Museo Nacional desde 1956 a 1963 y luego del Instituto Di Tella, quien los invitara a exponer en 1963 en el Museo de Bellas Artes.
Pero si bien el momento histórico que les tocó vivir fue favorable y sus voces fueron escuchadas, la trayectoria de madurez de cada uno de ellos se afianza cuando el grupo deja de funcionar como tal en 1965.
Cada uno individualmente seguirá desarrollando una imagen propia, posiblemente más valiosa que la imagen perteneciente a la Otra Figuración. Sin embargo, recordamos al movimiento como uno de los más valiosos de nuestra historia del arte, fundamentalmente por su originalidad, su independencia de modelos foráneos y su búsqueda profunda de indagar en la imagen para que de ella surja el hombre en su eterna lucha con su tiempo y su destino.

 

1 Citado del texto inédito de Luis Felipe Noé, Testimonio, con inventario crítico.
2 La Razón, martes 18 de junio de 1983. Bengt Ollemburg, Notable rescate del movimiento figurativo. Deira, de la Vega.
3 M.Heidegger, El ser y el tiempo , data de 1927.

 

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