ERNESTO CARDENAL
Amor y Revolución
(Desde Neuquén)
Hacía veinte años que el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal no visitaba la Argentina. No sólo fue uno de los principales oradores en el Tercer Congreso de la Lengua, realizado en Rosario en noviembre pasado, sino también presentó ante sus lectores y amigos argentinos su Antología Poética, editada por Homo Sapiens, que generó la admiración y fervor de sus seguidores. Tuvimos el honor de seleccionar los poemas y escribir el prólogo del mencionado libro que reúne gran parte de la producción poética de Ernesto Cardenal, para quien la poesía, la religión y la revolución han sido tres conversiones desarrolladas con total plenitud y compromiso y, sin duda,marcan su itinerario existencial. *
A continuación se ofrece un recorrido por la vida y obra de este poeta que sigue afirmando que “otro mundo es necesario”.
Ernesto Cardenal nació en Granada, Nicaragua, en 1925, en el seno de una familia culta. Muy joven se trasladó a México donde estudió Letras en la Universidad Nacional Autónoma e incursionó en las artes plásticas y se relacionó con la vida literaria publicando poemas en revistas. Pasados los veinte años de edad estudió Literatura Norteamericana en Nueva York, viajó a París, España e Italia, regresando en 1950 a su país natal. Allí junto con el poeta José Coronel Urtecho inició una serie de traducciones de poesía norteamericana que fue publicada años después. Mientras tanto escribía poemas históricos y políticos dirigidos contra el dictador Anastasio Somoza, que circulaban en el extranjero sin que se supiera el nombre de su autor. Muchos de ellos, con la firma “Anónimo nicaragüense”, fueron publicados por el chileno Pablo Neruda en La Gaceta de Chile . También los de temática amorosa que fueron publicados en el libro Epigramas, en 1961.
En 1954 participó en un movimiento armado cuyo objetivo era asaltar a Somoza en el palacio presidencial, hecho que se conoció como “Rebelión de Abril” y que finalmente fracasó. Por este hecho, Cardenal debió ocultarse para evitar represalias. “La mano de los epigramas de amor manejó una Mazden”, escribió más tarde en un poema. Dos años después dio forma a un extenso poema político que tituló Hora 0 (1960), pero sólo conocido por algunos pocos amigos debido a la censura impuesta por el régimen somocista.
En 1957 decidió ingresar al monasterio trapense Nuestra Señora de Gethsemaní, en Kentucky, Estados Unidos, donde conoció y tuvo como maestro religioso al poeta Thomas Merton, quien se convirtió en su mentor espiritual y amigo. La vida contemplativa, el silencio interior lo ayudaron a escribir algunas reflexiones y notas poéticas ya que se le impedía hacerlo de modo profesional. “La mayor renuncia fue a lo afectivo, a lo erótico, a lo sexual. Hubo otras, pero no tan importantes para mí. Resultó muy doloroso dejar mi país, yo siempre he estado obsesionado por los lagos de Nicaragua y vivir en un monasterio de Estados Unidos me condenaba a no volver a verlos. Pero lo que uno le entrega a Dios, Dios se lo devuelve. Después, y a través de caminos extraños, salí de allí.” Sus vivencias en el monasterio las volcó en el libro Gethsemani Ky (1964) como así también en el largo poema El estrecho dudoso (1966) y Vida en el amor (1970), un volumen de meditaciones contemplativas.
A comienzos de los años 60, instalado en Colombia, donde continuó sus estudios de teología, Cardenal publica los libros Salmos (1964) y Oración por Marilyn Monroe (1965). En tanto su visita a los indios Cunas y del Amazonas lo llevaron a escribir un conjunto de poemas indígenas, que llamó Homenaje a los indios americanos (1972).
En agosto de 1965, en Managua, recibió las órdenes sacerdotales y se dispuso a fundar en el archipiélago de Solentiname, en el Lago de Nicaragua, una comunidad religiosa donde practicó con los campesinos una manera especial de interpretar los evangelios revolucio-nariamente. Los comentarios expresados por los campesinos en estas reuniones quedaron registrados en su libro El evangelio en Solentiname (1974). En esta comunidad se desarrollaron cooperativas, se creó una escuela de pintura primitiva y un movimiento poético entre los campesinos, entre otras acciones. De esta manera Ernesto Cardenal se convirtió en uno de los voceros más importantes de la Teología de la Liberación, que le hizo notar que “La revolución significa la puesta en práctica del Evangelio. La iglesia verdadera es la que está con los pobres y mientras haya pobres, habrá Teología de la Liberación”. En sus doce años de existencia, esta comunidad se transformó en una de las experiencias espirituales más significativas de su tiempo, que fue más tarde bombardeada y destruida por la Guardia Nacional a las órdenes del dictador Somoza.
En su libro En Cuba (1972) relató su experiencia en la isla revolucionaria de Fidel Castro. “Cuba se convirtió en algo fundamental para mí. Ha sido la experiencia más importante de mi vida después de mi conversión religiosa. Fue, en realidad, una conversión a la revolución. Antes, creía que debíamos buscar un tercer camino en la América Latina, pero en Cuba me encontré con que el camino era el de ellos, y que su revolución era muy buena y que había el deber de respaldarla”.
En 1972 escribió Canto Nacional, dedicado al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y Oráculo sobre Managua (1973).
En octubre de 1977 un grupo de jóvenes de Solentiname participaron como guerrilleros de la primera ofensiva insurreccional del FSLN al Cuartel San Carlos. Como represalia a esta acción, la Guardia Nacional somocista destruyó la comunidad de Solentiname. Cardenal fue condenado a muchos años de prisión, a pesar de encontrarse en el extranjero promoviendo la solidaridad de pueblos y gobiernos con la lucha de Nicaragua.
El 19 de julio de 1979 Cardenal se convirtió en uno de los nueve comandantes del FSLN que tomaron Managua y derrocaron a Somoza. “Ya están cantando los gallos”, escribió en alguna oportunidad, anunciando la victoria de los insurgentes. La Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidida por Daniel Ortega, lo nombró Ministro de Cultura. “Era lógico que la causa de los pobres terminara con la incorporación a la revolución. Una expresión más de la coherencia del mandato divino. Y así lo acepté porque ser ministro de Cultura no me gustaba demasiado, más bien supuso un sacrificio más. Sobre todo durante los primeros años. Tenía el deber de dedicar a los demás todo el tiempo que yo habría querido para la religión y la literatura”.
Cardenal, quien se había incorporado en los años setenta al FSLN, abandonó este movimiento en 1994, denunciando la corrupción y el enriquecimiento de los revolucionarios. “La corrupción de la que hablo fue de orden moral y económica, porque desvirtuaron los valores revolucionarios y muchos se enriquecieron antes de dejar el poder. La única respuesta a esa conducta es que parte de la condición humana es la debilidad por corromperse”. La desilusión no le impidió afirmar: “debemos mantener la esperanza en la utopía”.
En 1983 publicó Telescopio en la noche oscura, al año siguiente, Vuelos de victoria y posteriormente, Quetzatcóatl y Poemas indios (1992), obras con fuerte impronta mística y tensión amorosa.
Después de treinta años de escritura dio a conocer un extenso poema, de aproximadamente 600 páginas, titulado Cántico cósmico (1989). “A mí la ciencia me interesa por lo poético. Los misterios de la ciencia los descubre la ciencia, la de nuestros tiempos, la ciencia actual nos descubre maravillas cada vez más grandes. El creador se nos está revelando más y más a través de la ciencia, es eso lo que me fascina, por eso es una fuente de inspiración para mí, no estudio la ciencia como científico, sino únicamente la poesía que hay en el sol, en las estrellas, en las bacterias, en la vida humana, en el amor, en el cosmos, todo es poesía en el cosmos, todo revela a Dios en el cosmos”.
A partir de 1999 Cardenal dio a conocer sus memorias. Ese año apareció el primer tomo, titulado Vida perdida, en el que cuenta su conversión a la vida religiosa. El libro abre con la frase del Evangelio “El que pierda su vida por mí, la salvará”, que Cardenal explicó de la siguiente manera: “Mi vida la entregué a Dios, y en ese sentido la perdí; y espero que la pueda haber ganado. Pero no hay triunfalismo en el título, porque también algunas veces quise no entregarla y no perderla y ganarla.
Es decir, es algo que se gana y se pierde. Es ambivalente, como la misma frase de Cristo lo es; y como ha sido mi vida también, ganando y perdiendo”. En el año 2003 publicó el segundo volumen de su autobiografía bajo el título Las ínsulas extrañas. “Ya no hay más memorias que escribir, sólo poesía”, afirmó Cardenal hace algunos años. “Llego hasta el fin de la revolución. Contar lo que pasó después ya no me interesa”. Con esta frase explicó el contenido del tercer y último tomo de sus memorias, titulado La revolución perdida. En esas páginas, el poeta y sacerdote nicaragüense describe las luchas teóricas de la revolución sandinista hasta el triunfo, los años de ese gobierno, resaltando las obras de la revolución, como también los errores y esa triste derrota que significó la traición de sus principales dirigentes, quienes antes de entregar el gobierno se sumergieron en una corrupción sin límites.
Alcanzar lo profundo del ser
Se ha definido la poesía de Ernesto Cardenal de “exteriorista”; es decir aquella que es de gran amplitud temática en la que cabe todo: historia, geografía, política, filosofía, sabiduría, estadística, mística, datos, lenguaje común… Él mismo la explicó de la siguiente manera: “el exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura”. Es la poesía expresada en acción y en libertad.
Para Cardenal, en la poesía cabe todo, no existen temas o elementos propios de la prosa o de la poesía, no existen límites para ella. Esta poesía que emprende Cardenal le permite hurgar en cada rincón de la conciencia a partir de la conjunción contemplativa de cada instancia del hombre para alcanzar lo más profundo del ser.
La revolución del mundo y del Evangelio
La poesía, la religión y la revolución son los tres pilares que marcan el itinerario existencial de Ernesto Cardenal. Tres conversiones desarrolladas con total plenitud y compromiso. Nació con la vocación de poeta, pasados los treinta años descubrió a Dios y después al pueblo. Conjugó la revolución del mundo y la revolución del Evangelio. Para Cardenal el amor a Dios no existe si no hay amor al pueblo. Esa ha sido su entrega, esa es su enseñanza.
Cardenal ha sido y es un hombre fiel a las pasiones, a las renuncias, a los llamados. Una vida desplegada para dar testimonio a través de sus acciones y sus palabras de una época apocalíptica e injusta, “bárbara y primitiva” pero tan llena de poesía.
Desde muy joven su pasión por las muchachas quedó grabada en poemas breves que denominó Epigramas. Ya en aquellos versos amorosos el poeta se daba lugar para las cuestiones sociales y políticas, desafiaba a los guardias armados en plena calle o participaba en rebeliones pero palidecía y temblaba ante la mirada de su amada.
Luego de los epigramas, Cardenal asume una poesía de mayor compromiso buscando imponer un lenguaje más cercano a la crónica que le permita referirse a la realidad nicaragüense y a la de América Latina. En Hora 0 Cardenal despliega en forma de relato distintas situaciones y perfiles de Augusto César Sandino, el héroe nacional de Nicaragua que enfrentó al ejército de los Estados Unidos que había ocupado militarmente su país. “Había dos rostros superpuestos en su rostro: una fisonomía sombría y a la vez iluminada;/ triste como un atardecer en la montaña/y alegre como la mañana en la montaña”.
Una de las características fundamentales de su poética es que logra integrarse a la historia que relata, representa e interpreta con su propia visión e ideología. Denuncia las injusticias sociales, políticas y culturales, confirma que hay otro mundo posible y que es posible cambiarlo. Utiliza la historia tanto pasada como presente no para reflejarla tal cual es sino para proponer otra interpretación que, lógicamente, está cargada de ideología.
La historia en la poesía de Cardenal ejerce la función de ser memoria crítica. De esta manera puede ofrecer un panorama más amplio de la realidad histórico-cultural de su país y del resto del continente que aún lucha por liberarse de los sometimientos del poder o de los sistemas del poder.
Sus poemas incluyen un interesante aspecto que es precisamente el vocabulario propio de las sociedades de consumo, ya sea citando slogans o productos. Este mundo falso e indirectamente violento que el poeta rechaza, está simbolizado en la figura de Marilyn Monroe. En el poema Oración por Marilyn Monroe las referencias evangélicas se unen a las acusaciones y denuncias contra las productoras de cine, verdaderos mercaderes de la explotación humana. Pero también acusa a una humanidad alienada, insensible, vacía: “ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes”.
El cristianismo revolucionario y el amor hacia los demás fue la revolución social protagonizada por Cardenal. En el monasterio de Gethsemani, Cardenal profundizó la experiencia contemplativa y el silencio. En ese espacio religioso pudo confirmar que lo contemplativo no era indiferente a los problemas sociales y políticos de su pueblo. Por eso en sus Salmos alzó su voz poética contra lo opresivo, contra la injusticia, y se dirigió una y otra vez al Dios todopoderoso: “Escucha mi protesta/ porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores”, “tú eres ahora un Dios clandestino/ ¿Por qué escondes tu rostro/ olvidado de nuestra persecución y de nuestra opresión?”.
José Coronel Urtecho definió a Cántico Cósmico como La Divina Comedia del siglo XX. Más de cuarenta cantigas conforman este poemario que supone una mirada contemporánea del Génesis, su evolución y Apocalipsis. Una búsqueda de la razón científica y el sentido de la fe para observar y contemplar la realidad humana. “Yo miro ese universo/ y soy el universo que se mira./ La finísima retina del universo mirándose a sí mismo/ eso somos”, declara Cardenal.
En ese intenso y apasionado collage se integran citas, paráfrasis, traducciones con discursos científicos, literarios, históricos, religiosos, etcétera. Podemos considerar este libro como un intento del poeta por expresar “la poesía de la ciencia”. La ciencia como un camino más para llegar a Dios.
Aunque lejos haya quedado aquel país (y aquella Latinoamérica) soñado por Cardenal, en su presencia y en su palabra se mantiene la esperanza en la utopía: “Yo he ansiado el paraíso toda mi vida/ lo he buscado como un guaraní/ pero ya sé que no está en el pasado/ (un error científico en la Biblia que Cristo ha corregido)/ sino en el futuro”.
* Labor realizada por Pablo Montanaro