Letras

Aproximación a Miguel Hernández*

Por AMADEO GRAVINO

La primera mitad del siglo XX está marcada por las dos grandes Guerras Mundiales (verdaderas carnicerías), por otros sangrientos conflictos (La Revolución Rusa, La Guerra Civil Española) y por profundos cambios en lo social y lo político en distintos países: Alemania, Italia, EE.UU., Rusia, España, entre otros.  Estas manifestaciones de gran violencia y crueldad y los cambios en lo social y lo político golpearon con mucha fuerza en la sensibilidad de numerosos poetas de aquel tiempo, lo que ha dejado hondas huellas en la obra de la mayoría de ellos.
Aquí vamos a considerar brevemente a uno de esos poetas, Miguel Hernández, indudablemente de los más notables creadores de aquel convulsionado momento, cuya obra –al igual que las de Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo, Raúl González Tuñón o Federico García Lorca ha tenido gran influencia en el posterior desarrollo de la poesía en nuestra lengua.
Nacido en 1910, de familia campesina de muy modesta condición, y muerto en la cárcel franquista en 1942, antes de cumplir 32 años,  Miguel Hernández tuvo que trabajar desde niño en tareas rurales. Por ello, tuvo muy escasa formación escolar, apenas llegó a cursar el 3er grado de la escuela primaria. Fue pastor de ganado como los personajes de los poemas de Virgilio o Garcilaso, pero pese a la obstinada oposición paterna, el destino lo condujo hacia el encuentro con la poesía en edad temprana, y desde entonces la poesía marcó su vida.     Según María de Gracia Ifach los primeros poemas de Miguel los escribió a los dieciséis años mientras pastoreaba cabras por los campos de Orihuela (Alicante), donde había nacido y vivió sus primeros años.
Miguel Hernández es un poeta en el que se hermanan profundamente su vida y su obra, es un poeta que nos dejó toda su biografía en sus versos cuya estructura se asienta sobre una tremenda sensibilidad y una gran facilidad creadora.
En una primera etapa, la poesía de Hernández nos muestra una marcada influencia de la lírica española del siglo XVII, muy especialmente de la obra de Góngora, revalorizada a partir de la conmemoración del tricentenario de su muerte en 1927. De esta época son sus libros Perito en Lunas (1933) y El rayo que no cesa (1935). Perito en Lunas es un libro barroco, escrito en octavas reales, que ya permite ver el temperamento apasionado del poeta que se manifiesta capaz de captar en su mundo circundante cuanto de lírico contiene, para transformarlo en un gran cúmulo de imágenes de corte culterano.  En El rayo que no cesa, el corazón del poeta pena de amor en versos de sentido dionisíaco colmados de bellas imágenes en las que materializa la deificación de la mujer amada. Luego de 1936, durante la Guerra Civil en la que participó activamente, Hernández cultivó una poesía de tono épico y temática social, entendida como un arma de combate mediante la que pretendía concientizar al pueblo de lo injusto de su situación. La obra más representativa de este período es Viento del Pueblo (1937). En este libro vibrante sentimos la autenticidad de la guerra intensamente vivida por el poeta y la permanente amenaza de la muerte que él parecía palpar. A partir de este libro asombra la simplificación del lenguaje que se opera en la obra de Miguel.
Al finalizar la Guerra Civil, Hernández fue arrestado y  encarcelado. La experiencia de la cárcel, abordada con un enfoque intimista, es central en su Cancionero y Romancero de Ausencias (1938-1941), su última obra, en la que vibran su soledad y su calvario a través de las prisiones.
Bendecido por una inspiración genuina y un decir personal, Miguel Hernández es uno de los grandes poetas del siglo XX. La descripción del sentimiento amoroso o la denuncia de las injusticias sociales se expresan con gran contundencia en su poesía.-

 

Poemas

MENOS TU VIENTRE…

Menos tu vientre,
todo es confuso.

Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado,
baldío y turbio.

Menos tu vientre,
todo es oculto,

Menos tu vientre
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.

Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.

 

CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su inmensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

 

LLEGO CON TRES HERIDAS…

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

 

UMBRÍAO POR LA PENA, CASI BRUNO…

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena en mi paz y pena en mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

 

(*) El poeta fue hijo de Miguel Hernández Sánchez, modesto criador de ovejas, tuvo un hermano  mayor,  Vicente, y dos hermanas, Elvira y Encarnación. En 1934 se enamoró de Josefina Manresa, con la que se casó. Su primer hijo murió a los 10 meses, lo que le dejó un dolor que nunca superó. Su segundo hijo, Manuel Miguel, le inspiró uno de sus poemas más difundidos, Nanas de la Cebolla. Por entonces también murió Ramón Sijé, su gran amigo, lo que le inspiró su famosa Elegía, una de las mayores escritas en castellano. Durante la guerra civil, integró El Quinto Regimiento de Milicias Populares, recorrió el frente de batalla recitando para los soldados y publicó sus versos en la revista de La Alianza de Intelectuales Antifascistas. Tras la derrota, en 1940, fue condenado a muerte, aunque logró una conmutación por una condena a 30 años de cárcel. Allí sufrió grandes penurias, (enfermó de tifus y de tuberculosis) hasta su muerte. Años después, Serrat y Paco Ibañez musicalizaron y grabaron varios de sus poemas y lo hicieron conocer más allá del círculo de frecuentadores de la poesía. Quien quiera conocer más sobre el poeta puede leer Miguel Hernández, Destino y Poesía, de Elvio Romero, o sus Obras Completas, con un estudio de María de Gracia Ifach, gran especialista en su poesía.
En octubre de este año se cumplirán cien años de su nacimiento.

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