La Llave de la Caverna
Sección de poesía “Antonio Aliberti”
Por ETNAIRIS RIVERA (Compiladora) (Especial desde Puerto Rico)
La poesía contemporánea de Puerto Rico ha sido ordenada por la crítica tradicional en generaciones marcadas por la fecha en que se publican los primeros libros o por la década aproximada de nacimiento. Esta pequeña muestra del quehacer poético de esta parte del Caribe incluye a dos poetas destacados de cada una de las promociones del 70, 80 y 90, que a su vez son profesoras y profesores universitarios de Literatura. Valga aclarar que la compiladora de la selección entiende que en algunos casos ciertos poetas se acercan más en estilo y visión de mundo a la generación siguiente a la cual les enmarca la crítica. En otros casos, si bien su poesía alcanza reconocimiento en determinada década, su trabajo poético se mantiene al día con las corrientes del momento y por tanto permanece en los anales de la poesía sin tiempo.
Observatorio, a unas horas de nacida
has venido con tu mancha en la frente
por unos días mi apellido es todo tuyo
por unas horas dormirás bajo la luz
en la isla de las incubadoras
qué civilizado y cruel es todo esto
no poder rescatarte y devolverte a la noche
no poder regresarte al mar del sueño
tener que despertarte, en medio de tu propia voz
aterrada de ti y de la luz que te ciega
con los puños tensos y apretados hacia adentro
sin devolvernos el golpe, qué culpa tienes
de estar rotulada y encerrada como bicho prehistórico
al otro lado de los cristales con murciélagos
retorcidos y hambrientos, y ahora leche
la forma adulterada de la soledad, acompañada
con los ojos cerrados, sin poder recordar
y apostarle a siete úteros sangrantes
cuál tu verdadera madre que te mira
anónima entre todas, buscando tu cabeza
Madeline Millán (1959
Regresión a la metáfora
Me asomo a la ventana y en la esquina
cinco perros famélicos
destrozan una bolsa de basura
en busca de comida.
Salgo a caminar de madrugada
y el loco vagabundo de mi barrio
que no tiene ni en qué caerse muerto
tirado en una acera
ofrece de comer a las palomas.
Rastrillo las hojas y las flores
del roble y del torcido ilán-ilán
y cuando me dispongo a recogerlas
con las manos desnudas
un enorme ciempiés
me roza los dedos.
La hermosa mujer a la que adoro
me cuenta llorando sin consuelo
cómo acaban de romperle el corazón.
Noel Luna (1971)
Los saldos
Nosotros,
según exigen
las buenas maneras
de estos tiempos posmodernos
virtuales y positivistas,
hemos correctamente pactado
nuestras tierras, odaliscas y esclavos.
Ella,
que gusta de legajos,
de cálculos predecibles
y de la geometría inquebrantable,
se llevará, en una mano, las tierras
bautizadas por el polen y el rocío.
Yo,
que me inclino a las sombras
a las palabras al oído
y a las ciertas esquinas,
retendré para mí las odaliscas
y la amnistía de sus vaginas.
Los esclavos
del delirio y la ternura
serán sacrificados.
Sabemos que han cumplido bien
sus febriles obligaciones,
pero a su pedido de clemencia
contestaremos con esa muerte
generosa e intransferible
que es el olvido.
Carlos Roberto Gómez Beras (1959)
La ena(mar)ada
Tú, a(mar) a muerte, oscuridad, ya no me quieras tanto
beso izquierdo, enemigo oculto, olvídate de mí
con los huesos inflamados y la columna en S
azucarado mal de ojo bajito que se escapa
en la sangre el mareo de verte ya no verte
con la esperanza allende el mar yo, la ena(mar)ada
sigo mi camino
Camino camino por la tierra fuera de su axis y los días cortos
desnuda sola en lirio en azucena en pétalo de aro(mar)
miro el mundo que tiembla, el bolero sorprendido, y las dos gardenias
en las manos de mi padre, en las hojas de mis escritos y secretos,
en la noche de todos mis amantes, el que me amó, el que mintió, el que
soñó con volver a deshojar flores sobre mis pechos húmedos bajo la luna
soñó con lamer entre mis piernas saladas en medio de las olas,
aladas canciones de marinero que perdieron su puerto para siempre,
las gotitas de lluvia de meteoros, de quien miró y no me vio
a(mar) en mi paso breve capturado por las palabras
de jade rosa de los vientos de rosas, dame un beso en el centro de la flama
pezón de los volcanes, sola en nada en nada(mar)
Olvida que me has besado.
Etnairis Rivera (1949)
Otro cuervo
Madre, fuiste una bestia.
Aún llevo tus colmillos en el cuello,
un collar de venenos progresivo;
en el rostro tus huellas dactilares
y en el cuerpo, restos de tus amantes.
Bestia, fuiste mi madre.
Tu leche de animal me hizo crecer,
por eso muerdo la mano que me dé alimento.
Más allá del lamento mi graznido
te pedía una disculpa, una respuesta,
cualquier excusa para perdonarte;
exigía conocer por qué tanto gusano
me diste de comer,
y sólo hallaba ecos en tu cráneo vacío.
Yo soy el cuervo que fue a sacarte los ojos;
mas no encontraron pulpa sus picotazos ciegos.
Por eso tengo en el rostro tanta mueca,
y un desprecio en el mundo
y este vuelo de luto.
Madre, qué bestias, qué bestias inocentes hemos sido.
Kattia Chico (1969)
Lancelot
Quítame las armas mujer
Despójame del casco envilecido.
Desteje la cimera, que su pelambre caiga en el viento.
Pieza a pieza humilla la armadura,
La rígida cota, el guante de hierro
Toma mi espada y con ella finge una cruz
Y crucifícame el sentimiento de no tenerte
Tira la rodela, haz trizas mis baldones,
Al lebrel libera, al azor desata,
Al escudo de armas lábrale
Un campo desierto y auras tiñosas.
Salva para siempre el trino del ave
Del rencor de mi ballesta.
Perdona el costado del bárbaro
Del aciago rumor de mi cuchillo.
Mi lanza destrózala contra una roca
Y vuelva a ser la rama tierna
Que tronchó la guerra.
Enturbia en mi visera
La sostenida imagen del combate y la sangre.
Y por último tómame de las manos
Ya del hierro y el oprobio liberadas
y posee mi desnudez
como tu último trofeo.
Jan Martínez (1954)