Leer ficción ¿para qué sirve?
Por LILÍ MUÑOZ (Ciudad de Neuquén, Patagonia)
Dice Gastón Céspedes, “Proponer y posibilitar una mayor presencia de la oralidad y la literatura en la vida familiar y en las escuelas, y en otros ámbitos colectivos de nuestras sociedades relacionados con la infancia, significa potenciar la comunicación y la expresión, dos de los máximos caudales de los seres humanos”.
“Significa incrementar en la familia y en el aula la presencia de dos de las primeras acumulaciones de sabiduría. Y, a la vez, hacerlo desde los dos principales instrumentos para la formación y el progreso, para el mejoramiento y la plenitud humana: la oralidad y la escritura (que conlleva siempre la lectura).
(…) la oralidad es el camino natural a la lectura.”1
¿Hay suficientes lugares y tiempos en nuestro medio, para la lectura? ¿y para la conversación en el aula o en el taller? ¿hay tiempos particulares, propios, únicos, íntimos, para leer? ¿existen ámbitos para la no lectura? ¿es este tiempo y este espacio que habitamos, un tiempo para leer?
Estas preguntas surgen, se multiplican, retroceden, avanzan, quedan tal vez sin respuestas, mientras agrego una nueva, referida al acto de leer ficción2, porque en ese tipo de lectura estoy pensando: en poesía, novela, cuentos, textos dramáticos, mini cuentos, en fin, en lecturas tan… ¿poco redituables?
Cuando pienso en lecturas, pienso inevitablemente y con prioridad, aunque no con exclusividad, en el libro como objeto, en el tradicional libro de papel, y en las formas de leer: la lectura que se hace en la intimidad de lector o lectora resulta distinta a la lectura que se realiza en voz alta, aquella lectura que se dice para uno mismo, pero también para otro u otros. Ambas resultan necesarias y motivadoras.
Irrumpe asimismo la pregunta acerca de cómo obtener el libro que nos interesa leer. Sin dejar de pensar en la compra cuando ella se pudiera concretar, quedarían algunas opciones, como por ejemplo obtenerlo por préstamo, leerlo en bibliotecas, populares, públicas, institucionales, escolares… y ¿por qué no, en forma virtual? Aún cuando esta posibilidad sea resistida por quienes podemos resultar incluidos en la denominación de “inmigrantes digitales”3.
Leer u obtener el libro, “bajarlo” de Internet en la modalidad digital sería una alternativa, sobre todo para los denominados “nativos digitales”, los y las nacidas y criadas después de 1993. ¿Que no todos y todas tienen acceso a los artefactos tecnológicos actuales? Es posible, por eso es que con humildad, pero a sabiendas de que quien lo desea, escribo maneras que incluyan la mixtura, la mezcla, en cuanto a artefactos culturales que faciliten el acceso a la lectura. La tecnología no es nuestra enemiga, debería y puede ser nuestra aliada.
La lectura, lo sabemos, necesita de la mediadora o mediador, en todos los casos, “la y el adulto con pasión”, aquel o aquella que con mayor o menor intensidad de presencia, sea en el ámbito formal, no formal, virtual o presencial, incentivó e incentiva el leer activo y crítico.
Habría que incluir aún una opción en relación con la concreción de la lectura para quienes no puedan acceder de ninguna manera al libro. Esto sería posible tal vez sólo en determinados tramos y con textos breves, poemas y minicuentos, ambos, por su brevedad, factibles de ser leídos (o recitados o narrados) en voz alta por parte de la o el mediador o por alumnas o alumnos, y, asimismo, ¡tan fáciles de copiar en el pizarrón y en cuadernos! ¡Dan tantas ganas a veces de memorizarlos para repetirlos a otros o enviarlos por mensajes de texto o pegarlos en el muro de las redes sociales! Poemas y minicuentos impregnados de poesía. Porque, coincido con el escritor Juan Sasturain, la “(…) poesía, vehículo privilegiado para reconocer la singularidad y flexibilidad de las lenguas, sería un espacio idóneo para cultivar la convivencia, la tolerancia, el intercambio de sensibilidades diferentes. (…)”4
El mediador o mediadora que “alargó la mano como una palabra”, aquel o aquella que nos marcó con su amor a lo que hacía, fue y es bisagra clave para que las personas a la vez que van reconociendo la lectura como reparadora, se vayan construyendo en ella. Esto no quiere decir, como lo expresa la investigadora francesa contemporánea Michele Petit5, que la lectura tenga que ser siempre necesariamente placentera.
La lectura por placer no es un deber. Los espacios para decir no también existen.
La reflexión sobre el acto de leer se va complejizando entonces. Sin embargo, si bien suelen oírse (y bastante) voces a favor de la lectura (como esta por ej.) es difícil decidir por qué y para qué leer, ¿vale la pena el tiempo que insumimos en leer? Digámoslo de una vez ¿vale la pena “perder el tiempo” leyendo ficción? ¿para qué sirve leer cuentos, novelas, poesía, dramática, historieta, ensayos? En términos de productividad y ganancias de representatividad a través de la imagen, ¿la lectura reditúa?
La respuesta, como siempre, no puede tener validez universal. Desde mi perspectiva, vale leer ficción en cualquier tiempo, edad, lugar, circunstancia y espacio. Se trata de tener necesidad y deseos. Leer ficción ayuda a vivir, a confrontar experiencias, a sentir menos la soledad, a conocerse y a conocer a los demás, a reconocerse también en los errores, y en consecuencia, ayuda a la posibilidad de reparar-los y reparar-nos.
En este orden de pensamiento, afirmo que leer ficción es productivo aun en términos del pragmatismo actual. Al realizar esta afirmación incluyo la literatura que se muestra en las redes sociales, por lo tanto estoy abogando por cánones abiertos, no monológicos ni cerrados académicamente, aunque teniendo en cuenta el alerta epistemológico, su cultivo por parte de “la y el adulto con pasión”.
Como es de conocimiento, la literatura crea mundos posibles, intenta construir desde las palabras y abrir el juego en un campo de posibilidades estéticas e identitarias. No sólo posibilita y contribuye a incrementar la comprensión integral y a la vez plural de sentidos, de aquello que se dice, se lee y se escribe, sino y sobre todo, de lo que no se dice, de lo que está escondido entre los huecos. Quien lee, en especial ficción, desarrolla la capacidad de potenciar el pensamiento y la acción para la vida.
Afirmo que la lectura nos ayuda a ser libres. Proporciona la posibilidad de incursionar por los horizontes y recorridos propios y a intentar conocer los mundos de los otros, nos acompaña y nos confronta con nuestras experiencias, a la vez que reactiva y aporta conocimientos, aunque no los busquemos.
Sin embargo, siguiendo a la crítica y ensayista argentina Beatriz Sarlo6, creo que así como los libros nos cambian como paisajes iluminados por luces diferentes, en itinerarios que cada lectora y lector va inventando según sus búsquedas, sus destrezas, sus capitales culturales y sus límites, así el ejercicio de la lectura remite a otros ejercicios: el de la diferencia social en los gustos y las habilidades. Del modo que no todas y todos somos iguales de la misma manera en la construcción cultural que llamamos democracia, tampoco lo somos en la lectura de los textos. Por el contrario, hay clases de textos y clases de lectores donde la desigualdad ha plantado de antemano sus fronteras.
Por lo tanto, abogar por la lectura como instrumento insoslayable e insustituible de formación cultural para las personas resulta una necesidad y una responsabilidad en tanto constituyentes de la sociedad civil. Ello, sin desmerecer la tarea que a cada uno compete en el fomento y desarrollo de la capacidad de leer, es decir sin pretender mirar para otro lado y tirar la pelota para afuera, sacarla para el costado o desviarla para algún lugar que no nos incluya.
En este sentido, es que creo indelegable nuestra responsabilidad como ciudadanas y ciudadanos, cualquiera fuere el papel que desempeñemos en la comunidad que vivimos, y sin negar la responsabilidad de las instituciones de cultura y educación que tienen a su cargo la lectura como contenido, instituciones creadas y sostenidas por el pueblo a través de los gobiernos que han sido elegidos para administrar la cosa pública. Se trata de un camino que transitamos tanto quienes van como quienes vienen, quienes suben como quienes bajan, un ida y vuelta.
Bregar, peticionar y ejercer nuestro alerta mediante los canales adecuados, para que las instituciones correspondientes cumplan la misión de promover y sostener planes y programas de lectura con continuidad y profundización en calidad, a hacer que, en tanto bien cultural, la lectura resulte accesible a todas las edades y clases sociales, es un derecho como ser humano y un deber de ciudadana y lectora.
Lili Muñoz es argentina, narradora y poeta Magíster en Didáctica por la Universidad Nacional de Buenos Aires, Profesora en Letras por la Universidad Nacional del Comahue, con sede en Neuquén, y también Profesora en Castellano, Literatura y Latín por el Instituto Nacional del Profesorado de Paraná, en Entre Ríos. Ha escrito y continúa haciéndolo artículos relacionados con su especialidad, ensayos, poemas, cuentos y microrelatos, entre otros, se encuentran sus poemas incluyendo varias antologías, ha recibido diversos premios y reconocimientos. liliobeid@gmail.com.
Bibliografía.
Cassany, Daniel, Conferencia sobre lectura en el siglo XXI, octubre 2010, Plan de Lectura Cons.Prov.Educación Neuquén, Argentina.
Garzón Céspedes, Fco., Director General de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica, ponencia La oralidad y la literatura, o lo que es lo mismo, la comunicación y la expresión y sus presencias en la familia y en el aula, Primer Encuentro Nacional de la Oralidad a la Lectura, Comunic@rte, 4 de Mayo de 2009, Embajada de México, Montevideo, Uruguay.
Muñoz, Lilí, Literatura: si de productividad hablamos…, inédito, 2010, Neuquén, Argentina.
Sarlo, Beatriz, El lector y sus límites, en Clarín, suplemento “Cultura y Nación”, 19 de enero de 1995, Bs.As.
1 Cfr. Garzón Céspedes, Fco., Director General de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica, ponencia LA ORALIDAD Y LA LITERATURA , O LO QUE ES LO MISMO, LA COMUNICACIÓN Y LA EXPRESIÓN Y SUS PRESENCIAS EN LA FAMILIA Y EN EL AULA, leída por el Arquitecto José Víctor Martínez Gil, Director Ejecutivo de la CIINOE, en la Inauguración del Primer Encuentro Nacional de la Oralidad a la Lectura, Comunic@rte, 4 de Mayo de 2009, Embajada de México, Montevideo, Uruguay.
2 Al referirme a ficción estoy incluyendo también el ensayo literario.
3 “Nativos digitales” e “inmigrantes digitales”: denominaciones utilizadas por el investigador y docente catalán Daniel Cassany, Lectura y escritura joven en un mundo globalizado, en Dossier, Conferencia sobre lectura en el siglo XXI, octubre 2010, Neuquén, Argentina.
4 Página/12,edición del 21/3/2006, Bs.As. Argentina, Usos del verso: Juan Sasturain sobre el Día Internacional de la Poesía.
5 Clarín, Domingo 28 de junio 2009, Bs.As., Argentina, nota a Michele Petit por Victoria Tatti.
6 Sarlo, Beatriz, El lector y sus límites, en Clarín
, suplemento “Cultura y Nación”, Bs.As., 19 de enero de 1995