CRÍTICA: LIBROS “Deconstrucción de los rostros y otros poemas”, de LUIS RAÚL CALVO
“Deconstrucción de los rostros y otros poemas”, de Luis Raúl Calvo (Ed. “Generación Abierta”, Buenos Aires, 2019)
Deconstrucción de los rostros y otros poemas, de Luis Raúl Calvo
Ante todo quiero agradecer a Luis, que haya pensado en mí para compartir con Luis Benítez la presentación de su libro, como así, también la posibilidad de trasmitirles a todos ustedes mi percepción acerca del mismo.
Desde mi profesión de investigadora y crítica de arte podría hacer un análisis conceptual de las imágenes materializadas en las palabras que abraza este libro, pero no es esa mi intensión, la idea es situarme en el lugar de lectora; quién se encuentra con un libro doblemente valioso: por un lado, la belleza que emerge de su poesía y por otro: la belleza estética del libro como objeto artístico.
El enunciado del libro genera en mí, un carácter sugerente, enigmático, si bien en el campo de lo literario la deconstrucción se relaciona con el análisis de la estructura que compone el discurso, aquí, a mi criterio, intenta poner al descubierto la identidad de los personajes protagónicos que conforman la primera parte, los procesos dinámicos por los que atravesaron cada uno de ellos, no solo en su vida personal, sino también en esas relaciones vinculares de amor y desamor, de coincidencias y disidencias que mantuvieron los protagonistas que Luis eligió, esos, que en la textura de cada página dejaron la frescura de sus aromas.
Título e imagen nos reúnen con lo afectivo, aunque también con lo inquietante, hasta rosar casi, con lo siniestro.
Tres pares de zapatos, obra de Vincent Van Gogh, es la pintura elegida por Luis para ilustrar la tapa de su libro. Obra muy poco conocida, por quienes no son conocedores del mundo del arte, si bien el artista realizó a lo largo de su corta vida varias pinturas ubicando como actores principales a los botines o zapatos, siempre fue un par, los que ocupaban la escena de sus lienzos.
Aquí, son seis botas expuestas a nuestras miradas, no sabemos si son 3 pares o simplemente 6 zapatos diferentes, los que alguna vez sostuvieron esos cuerpos posteriormente ausentes. Seis botines que velan y develan. El no saber a quienes pertenecieron me inquieta, me genera angustia, sus rajaduras me conmocionan, ese polvo gris que cubre su andar en la vida, me remite a la libertad, a esa búsqueda del artista y del poeta.
Cuerpos invisibilizados y botines de procedencia desconocida, éstos últimos con el paso de los años cobraron vida propia, quizás, nunca sabremos si existieron, o tan solo fueron materializados pictóricamente por Van Gogh en pos de su propia historia y la que lo rodeaba. Muchas teorías cobraron fuerzas en torno a los zapatos pintados por Van Gogh, por ejemplo, el filósofo francés Derrida creyó contemplar que eran diferentes entre sí y pertenecerían a pares distintos, esto nos puede provocar aún más escozor.
De la imagen, emerge un clima poético, sumergido en una profunda carga afectiva. Clima que Luis, le otorga a sus poemas, esto me transborda a pensar el motivo de la elección de esta obra para protagonizar la tapa de su libro, ambos transitan el mismo sendero, bucear hasta llegar a territorios insoslayables. El poeta, por un lado, intenta abrir un abanico en torno a la vida del pintor. Por otro lado, en la segunda parte, conectarnos con su vida, con sus recuerdos, con historias que se reescriben con el paso de los años, en la memoria colectiva de sus pares, y en la suya propia.
Silla vacía, aquí el poeta al igual que el pintor le otorgan al objeto, una entidad autónoma. En un escenario habitado por esa fragilidad, casi esquelética, se encuentra ella, esperando el alivio de quien la rose con una caricia, o con el llanto congelado de cada frio despertar.
En Dos hermanos, Luis le confiere al poema la quietud de imágenes que ponen de manifiesto un vínculo, quizás, contaminado por el devenir de la vida misma. Un pedido de ayuda, desbordado por obsesiones descontroladas, apasionadas, no siempre recíprocas, son las que se entremezclan en la furia, el amor, el cansancio y el vacío interno que los contiene. Un grito de auxilio, origina esa antigua leyenda y en ella, la fragilidad de dos cuerpos. Como dice el poeta: Ambos sin saberlo, atravesaron la inmortalidad de sus sueños
En Deconstrucción de los rostros y otros poemas, Luis adopta y seguramente admira ese accionar visionario de Van Gogh (para su época), de concederle a los objetos (los botines y la silla) identidad absoluta en el campo del arte. Hecho que más tarde provocaría un cambio de paradigma en el siglo XX, primero con el Mingitorio de Marcel Duchamp y más tarde con las Cajas Brillo de Warhol.
Sobre Christine, ocho poemas que el autor le ofrenda al amor, esa mujer con la que Van Gogh logró un espacio de paz, hasta me animaría a decir, de felicidad. El poeta nos confiere escenas que no dejan dudas de las huellas que la modelo dejó en la vida del pintor, una pasión redundada en el goce de dos cuerpos que se funden en el vacío de crudos territorios, en una habitación cubierta por las hendiduras que dejó la miseria de aquel tiempo que fue, del aroma inconfundible que recorren sus pieles. Sin duda Luis le concedió a sus poemas la belleza que el pintor le otorgó a aquella extraña y suave mujer.
Gauguin y yo, un día el horror sacudió a dos artistas, la habitación, el desván y el jardín agreste, se vieron envueltos por el estallido desesperado de dos hombres agobiados por las vicisitudes de una amistad desfallecida. Una ofrenda inesperada, un derrame de sangre recorrió las escaleras de la antigua casa. Su paleta quedó allí adormecida, mientras tanto el artista yacía en la soledad inhóspita de un inhabitado loquero. El poeta no escapó a esta historia, por eso el horror lo transformó en belleza, y quizás en algún sitio, ese esperado reencuentro de dos viejos amigos, forme parte de una leyenda.
Carta de Vincent Van Gogh a Antonín Artaud, aquí, Luis nos obsequia una carta imaginaria de quien sabía que su figura no quedaría en soledad en la historia de arte, una extensa lista de artistas de distintas disciplinas atravesarían por circunstancias similares, las que los convertirían en cuerpos frágiles, casi inconsistentes, pero algo los unía, la rebeldía, la trasgresión, la genialidad, el talento de aquellos que atravesaron la locura, la vida mugrienta de esos cuartos oscuros del hospicio. Pero Luis optó por uno, Antonin Artaud, él fue el elegido por el poeta. La lucidez, la enajenación y el martirio envolvieron sus almas, el pintor y el escritor, sellaron un pacto impensado, sus obras trascenderían los siglos. Quizás con el paso del tiempo Luis, escriba nuevas cartas, otros seguramente, tendrán su lugar en un nuevo libro del autor. Pero ésta que hoy nos presenta, nos deja el alivio de saber que Van Gogh y Artaud, ahora están aquí, participando de este encuentro. Por unas horas dejaron su orfandad, la oscuridad del sótano, que los cobija, la comida agria de sabor a encierro, para estar entre nosotros, quizás, compartiendo un vino, al lado nuestro, celebrando el nacimiento de estos nuevos versos y de esa carta que los unirá para siempre.
Otros poemas, segunda parte, aquí el poeta nos invita a hacer un recorrido por nuestra historia, por su historia.
Cuestiones filiales (dedicado a su madre) y Sala de espera, están íntimamente ligados a su infancia. En el primero, evoca otra vez al amor, pero en esta oportunidad es el amor de un niño, luego adulto, a sus padres, el recuerdo de su madre y esas faldas que lo cobijaron, que lo abrazaron en las frías noches del invierno de su niñez. Los paseos con ellos y su hermana. Luis, nos propone, un instante muy íntimo, en el que los aromas, los sonidos y la escuela no están ausentes, quedan latentes en estas paredes, entre nosotros. Son recuerdos muy fuertes, nos dejan sin aire por unos segundos, pero pronto nos levantamos y volvemos a respirar y allí les proponemos transitar juntos nuevamente por aquella calle de casas bajas, refugiarnos en ellas, en ese despertar de cada mañana. Por eso me permito cerrar estas líneas con el último verso de este poema, Siempre tu eterno sabor a madre.
Sala de espera, lo sitúa en su entorno familiar, la figura de su padre siempre latente, seguramente sea el causante de esas conversaciones de las que el poeta habla. Conversaciones cubiertas de dolencias, incertidumbre, las que yacían en el antiguo consultorio de su padre, sus travesuras de niño. Pero también aquellos relatos cargados de misterio, como la inesperada desaparición de un cuadro, centrado en el blanco radiante de las aterciopeladas paredes de esa tibia sala de espera.
Varios poemas de la segunda parte del libro, están atravesados por un hilo conductor, la búsqueda permanente de la identidad, de una sociedad que ha quedado desfallecida de valores, esos que Luis evoca en el recorrido de sus versos.
Ella, texto dedicado a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, un poema que cobra fuerza en estos tiempos. Tiempos en que la ausencia golpea puertas, busca respuestas a tanto silencio.
La lucha, se transforma en esperanza, los relatos se reproducen y se suman nuevos reencuentros, las palabras de sus versos arman un gran rompecabezas, los que se traducen en imágenes, esas que tantos artistas corporizamos en un audaz y bello mural, en una pintura o simplemente en acciones públicas, las que dejan la huella de lo que fue, las pisadas transitan las plazas de nuestro barrio y en ella se genera el poema.
Reencuentro, dedicado a Antonio Aliberti, un poema colmado de largas noches de poesía, de intercambio. ¿Cómo fue ese reencuentro? ¿Quizás fue una noche de neblina?, Esas, que pueblan los edificios, los antiguos bares, en el que cada transeúnte es casi un fantasma. Muchos años habían pasado, pero la amistad, el respeto y la poesía, se encargaron de unirlos, aunque nunca se separaron. El gran poeta sigue aquí, en cada viernes, su silla todavía permanece casi de pie, lo espera. En el concepto de Rolan Barthes, su foto sigue intacta, ella, cobró fuerza después de su muerte. Hoy está sobrevolando este espacio, su memoria permanece viva en la voz del poeta.
Generación Abierta 30 años, Muchos han viajado a territorios desconocidos y en ellos algunos se han reencontrados. La fugacidad del tiempo no nos da tregua. No escuchamos sus voces, el silencio se agudiza en algunas veladas, pero ellos saben que están presentes, en su poesía, en una entrevista radial, en algún artículo de la revista, sus versos se desplazan en las telas de los artistas. No quedaron solos, están juntos y quizás los viernes, nos escuchen desde algún rincón del universo.
Toda una historia de vida se refleja en cada página de este libro, escenas que recorren cada instante, cada recuerdo, la llegada de una carta en forma inesperada. El poeta no disocia su obra, de su vida. La que se encuentra cargada de afecto, ese que nos ofrece a quienes estamos hoy acá, como también a esas almas guardianas que ya no habitan este espacio, el de la belleza interna de cada palabra convertida en imagen, en pequeños y misteriosos silencios. Su riqueza poética convive con la cotidianeidad de su andar, con la fugacidad de la vida, con las etéreas voces de la memoria, con la reflexión crítica, con un relato inesperado de esas noches desveladas en las que la belleza se convierte en poesía.
Adriana Gaspar
Deconstrucción de los rostros y otros poemas, de Luis Raúl Calvo
Los 25 poemas que integran este último poemario de Luis Raúl Calvo están divididos en dos secciones: Deconstrucción de los rostros, que incluye a 15 de ellos, y la titulada Otros poemas, que suma una decena.
Un aspecto los relaciona y otro los separa.
El primero es el lenguaje empleado por el poeta, bien conocido por quienes somos sus lectores desde hace años. Me refiero a la manera directa que tiene Calvo de comunicarse con quien lee, engañosamente simple, para encubrir y por ende, hacer así más efectiva la comunicación de núcleos de sentido más complejos. El registro puede ir desde lo confesional y anecdótico hasta el matiz de la evocación culta, pero en este caso invariablemente subrayando lo que en común con todos los hombres tiene esta última. El recurso mencionado abunda en Deconstrucción…, donde los iconos culturales impregnantes, la mención a figuras de la pintura y la literatura occidentales no invade con su prestigiosa referencia el discurso, sino que alude a aspectos de la experiencia emotiva y conceptual que tienen en esos nombres –Van Gogh, Gauguin, Artaud- una referencia directa. El poeta desglosa luego este aspecto y nos muestra en sus versos cómo el sufrimiento, la creatividad, el dolor, la angustia, las iluminaciones, que corresponden a la vida de todos y cada uno de los hombres, si bien brillan reconocidamente en esos nombres que él menciona, son en verdad patrimonio de toda la humanidad, resultado de la experiencia tanto general como individual, que en estos poemas se combinan.
El aspecto que separa a este grupo de textos de aquellos que componen la segunda sección, la titulada Otros poemas, es que en esta el tono se vuelve más intimista y hasta aborda el recurso de lo paracoloquial, con singular destreza, vamos a remarcar, por ejemplo en el poema Reencuentro.
Desde luego que estas superficiales aproximaciones no agotan todo lo que podemos decir acerca de este poemario, sino que son apenas una introducción, una invitación a leer, que extendemos al lector.
Luis Benítez