CRÍTICA: LIBROS ” Tiempo de cosecha”-poesía-, de FLAVIA COSMA
“Tiempo de cosecha”, de Flavia Cosma. Traducción al español: Luis Raúl Calvo (Ed. Mirada Malva, España, 2019).
Tiempo de cosecha
De la mano de Luis Raúl Calvo, tenemos aquí una nueva traducción de poemas, escritos por Flavia Cosma, que se apoyan en la metáfora contenida en la frase del título, tratándose de un Tiempo de cosecha.
El trabajo de la autora establece en su conjunto una especie de review, un resumen de lo vivido últimamente, centrado en marcar paso a paso algunos elementos considerados importantes, acompañados de un análisis poético y problemático de estas experiencias:
Llega un momento en que los demás
se convierten en magos sabios,
en videntes,
en jueces justos.
Ya que “La vejez es la antesala de la muerte, ellos declaran, y no puedes no creerles”, aunque
ellos te calmarán
asegurándote de que la muerte
no duele.
Es solo un paso más, como llegar a alcanzar
el sueño.
La poetisa parece haber considerado el hecho de que “todos tenemos miedo a la muerte”, pero está convencida de que “morir es fácil/ más duro, mucho más duro/ es llegar ahí” (Vi en tus ojos…). Ella afirma que, antes de todo, vale la pena vivir y compartir la alegría de los sentidos y el espíritu de las vivencias:
El juego de mesa que quedó de la cena de anoche es un
testimonio de pasiones suaves con sabores a fresa, uvas
negras, y granadas.
Cada pareja, cada hombre o mujer, guarda en cajones secretos
la emoción de los recuerdos, la fruta madura y jugosa,
algo para eternizar ocasiones muy importantes,
de su corto recorrido por la vida y el tiempo (Restos festivos).
Ligeramente, abriendo la puerta a la “antecámara de la muerte”, Flavia Cosma, resume momentos de su carrera, pareciendo entender mejor ahora sus significados, a la vez que los comparte con sus lectores:
Una noche entera floté sobre olas azules y suaves tratando de traducir la historia de mi vida, en un idioma extranjero;
recapitulaba mis sufrimientos, los momentos de respiro,
mis modestas victorias, todo subrayado por el coro de
voces que pululaban apresuradas debajo de mi balcón
peleándose o riendo (Insomnio).
Desde luego, la esencia existencial parece haber sido capturada en su juego temprano en “el umbral del día”, como igualmente en “la oscuridad del día”, milagrosa, apenas despertada del sueño-vigilia (Temprano, en la mañana), cuando
Los santos ojos de La Virgen parpadean
velozmente, deteniendo el torrente
de lágrimas, en esa frontera que separa los mundos (Camisa nueva).
Su inteligencia emocional logra una percepción holística basada en las vibraciones de sus sentidos, acordes con los ritmos de los elementos del universo. Desde esta perspectiva, la referencia a los comienzos puede estar relacionada con el “Barrio de la Infancia”, en donde se ve con ojos muy ingenuos el mundo. Pero después, queriendo descubrir los “Secretos” de lo desconocido y lo invisible, ella percibe el “Día en el umbral” desbordándose. Hasta “Medianoche” profundo y lleno de misterios, la poetisa supera las “Búsquedas”, “Sin límites”, aunque llena de “Dudas” e “Inseguridades”.
Pero, sobre todo, su mundo se encuentra atrapado entre el principio y el final de un espacio humano lleno de amor. Emociones recordadas que van desde el éxtasis y el dolor, apresurándola y, tal vez, la esperanza en su corazón latiendo al ritmo de la ilusión y el dolor, se apoderan de los versos de Flavia Cosma. Finalmente eso es el amor, el encuentro de amantes en una realidad palpable, deseada, demasiado deseada por los dos. Asimismo es una realidad exorbitante señalada por el fuerte dolor de la imposibilidad de superar en su gran parte la distancia física (aquellos “miles de millas de distancia”, como diría ella):
hoy te veré después de ausencias aciagas,
me preocupo, ni siquiera sé qué haré
con las palabras, con los susurros que no expresamos en su tiempo;
estoy construyendo miles de escenarios en mi mente
y para colmo tengo algo así como un papel arrugado en mis pulmones,
que permanece allí desde no sé qué poema
escrito solo por la mitad (Dudas).
Es cierto que el sentimiento se comparte, la sed se apaga, la promesa se cumple y nada es equivalente a la armonización del ritmo vibratorio de los dos y al intenso movimiento del momento, envuelto en los hilos del deseo, cuando desatado, el amor llena el espacio con sabores de felicidad. Aunque tiene prisa, el amante
cansado y nervioso se sentó en la mesa,
comía y me apretaba en su pecho,
besándome con pasión, compartiendo conmigo
su ansiedad.
Estábamos bien así juntos,
amándonos en la oscuridad como dos desconocidos,
dos soñadores, construyendo castillos de arena, abrigados…
Pasamos de buenos momentos,
a momentos menos buenos,
nos reímos, suspiramos,
y finalmente él debió partir,
se levantó de la cama y se marchó (Él tenía que …).
Las palabras parecen pobres, el estado emocional de los amantes se proponen superar cualquier límite a su nivel físico:
Su ser derretido en el mío,
mi ser derretido en el suyo,
la piel gimiendo contenta,
nuestros cuerpos gozando alegremente,
despertando fantasmas al acecho (Calor húmedo).
En el encuentro, la pareja se alegra y cada uno se olvida de sí mismo, mirando en los ojos del otro para leer pensamientos y palabras no expresadas. Animus y Ánima, la unidad del amor con todos sus misterios y toda la belleza del mundo, están presentes:
Con amor loco, estaba acariciando su mejilla,
amándolo como a un muerto recién resucitado por milagro.
Estábamos contándonos historias,
confesándonos uno al otro nuestras necesidades, nuestros miedos.
De una cosa a la otra, me encontré diciéndole
qué gran poeta era él, y lo que pensaba yo
sobre su trabajo.
…..
él besó mi frente, tímido, como besando a un ícono.
Sujetado por su fe recién descubierta,
él ya no era capaz de separar sus labios de mi rostro,
permitiendo que nuestra historia y el tiempo fuera
naturalmente hacia adelante (Un hombre listo para llorar).
De la sincronía de sus movimientos, nace una vibración emocional única, no sin cierta connivencia (“tu sangre está latiendo/ dentro de mí”). Los amantes tienden a fusionarse en una sucesión de gestos rituales compartidos:
Me estabas apretando en tus brazos.
Te tenía también en mis brazos.
Me besabas, te besaba; yo bebía tu luz,
tú me iluminabas (Sabías que…).
A veces, el amor se desencadena en una furia que florece, cuando no están juntos, incluso “en ausencia de amor/ la cama se expande exponencialmente” (Sin límites). Las palabras parecen insinuar que solo a través del amor se puede hacer la reconciliación consigo mismo y con el mundo, más allá de las fronteras y de cualquier misterio. Seguramente más que la muerte, es el amor que hace posible el maravilloso encuentro de los tres cuerpos: físico, mental y emocional. Luego, sus energías los llevan a lo más alto, a lo sagrado, de aquella verdadera cosmogonía divina.
En el Tiempo de cosecha, el universo de los enamorados tiene algunas connotaciones especiales. La fuerza de la sinestesia hace que los poemas sean sensuales y translúcidos, llenos de esa luz en la que, supuestamente “las auras juntas, bailaban con grandes llamaradas verdes en las paredes” (En la iglesia de la esquina) mientras que en la realidad “flores sangrantes tiemblan en los balcones” (Día en los umbrales). Desde luego,
el sueño, acompañando el estruendo de la calle en la tarde,
continuaba a través de las horas con los cuentos nocturnos.
Una panadería llena de panes, galletas y otras naderías,
un halcón sin cuello descendiendo por encima de mi cabeza,
un tigre bengalí con pelaje impreso, lleno de flores,
haciendo fiestas a mis pies, y ese poeta que ni siquiera era
tan gordo, declamando en un papel principal.
Un gato simbólico, la clave para situaciones urgentes,
estaba en el centro de esta acción, que no recuerdo ahora muy bien; (El sueño del día).
Otras veces, el amor maduro y cansado de la pasión extrema, de un Eros presente en un atmósfera jadeante, ya no puede despertar los sentidos como al principio:
¿Por qué debería ir ahora y dónde? ¿A dónde voy a ir?
Él ya no tiene alas y sus ojos cansados
no propagan más llamas mordaces.
Su voz no llena más mi corazón como antes
y su mano permanece sudada y flácida a un costado de la cama” (Piénsalo)
Su amor no es tanto un deseo, sino una avalancha (al parecer controlada) de sentimientos torrenciales a través de los cuales vive intensamente en la presencia de su amado, vibrando a cada paso en cuanto se acercan más y más, de acuerdo con sus ritmos habituales: “esperando a los bebés miramos/ las flores rojas floreciendo en la ventana” (Esperando la llegada de los bebés …).
El mundo de Flavia Cosma se está convirtiendo gradualmente en uno en el que se pueden ver incluso los ángeles que descienden del cielo:
Unos ángeles innominados están listos para bajar
del cielo a nuestro mundo, con suelas blandas,
corriendo alegres por las hierbas azules del paraíso (Ídem).
No solamente el azul, sino también el blanco, está presente, es decir, los fríos colores de la autora. En sintonía con su imagen inmaculada, el frío de la tierra blanca parece llegarnos a través de las palabras. Además es algo que recordamos de sus volúmenes anteriores, por mucho que aquí se trata de la “Nada blanca” (en uno de los poemas), el que la invade, saltando a su regazo “como un gato esponjoso y acogedor”. De hecho, incluso aparece todo ello en la imagen de una boda que le obsesiona. Recuerda que incluso el hombre parecía haber notado algo, una vez en ella:
Yo estaba vestida con un tejido azul liso, tal vez
incluso azul marino, mi rostro tenía un
brillo oscuro, la gente atraía mi atención,
también yo estaba convencida que tenía que cambiarme,
ponerme una blusa blanca.
¿No era él quien me había dicho un día
que el color blanco me sentaba bien
para rejuvenecerme? (Invasiones).
En otras ocasiones “la arena blanca se cocina a la luz;” (Tu tierra labrada) y se estiraría tal vez si pudiera, hasta su último límite. Pero sobretodo Flavia Cosma habla de “un blanco vacío”, una forma de desierto interior, por la ausencia del amor presencial:
El blanco vacío salta en mi regazo
como un gato benevolente y mullido;
me promete cuentos
que yo no sabía que existían,
sólo para sacarme desde la neblina,
desde un estúpido sueño,
sin ningún rastro de sueños (El blanco vacío).
Otra vez, el azul, ya que en algún lugar, en el horizonte del espíritu de la poetisa, su camino sigue el vuelo del “pájaro azul” (Tu tierra labrada), o, a lo mejor, uno que ella nunca ha visto, pero que lo imagina “con plumas negras y azules;” (No hace mucho tiempo).
Sumamente, su existencia está condicionada por dos predisposiciones duales: una hacia la materia y la otra hacia el espíritu, dejando a su Yo atrapado en una especie de efímera ambigüedad, siempre oscilando entre mundos y mundos:
Luego, me encuentro en otros lugares:
palabras enfurecidas, habladas en un dialecto tropical
me atrapan y me empujan hacia pantanos ardientes (Paren ya…).
Diríamos que precisamente este dualismo entre los ritmos internos primarios y los necesarios de la mismo índole, su existencia entre la trascendencia y la inmanencia, marcan el impulso tanático de Tiempo de cosecha. Con su fuerza poético-emocional, sus textos se mueven entre estados dolorosos y estados deseosos, entre devorar y reconciliar, entre tantas sombras de la vida y la infinita luz de la muerte, cuya expresión última sigue siendo el eterno amor. El mismo lenguaje realístico-poético, ya conocido en su caso (porque Flavia Cosma no abandona el enunciado poético racional, pero tampoco se desliza en un imaginario peligroso), un lenguaje con metáforas “a la vista”, con el que lleva sus búsquedas cercanas al final del camino de un viaje iniciático, lírico, sensitivo.
No menos importante: con este volumen Flavia Cosma demuestra que la metafísica y el plan mundano, el hombre y el tiempo, el amor y la muerte, siguen siendo preocupaciones constantes de su pensamiento y escritura, dándole ahora al público lector, otra metamorfosis lírica de su experiencia de vida, relacionada con un metafórico “tiempo de cosecha”.
Por otra parte, la traducción de Luis Raúl Calvo tiene mucho mérito, encaminando al éxito de este libro, ya que es una traducción e interpretación respetuosa de los dos idiomas, (que no siempre se da de esta forma, como ya sabemos), demostrando que el autor (él mismo, conocido poeta), tiene una verdadera sapiencia de las vibraciones internas de las palabras de las dos lenguas. Además capta muy bien los estados emocionales de la autora de Tiempo de cosecha (con quien tiene ya bastante experiencia de traducciones), a través de las palabras y sintagmas rumanos. De esta forma, la traducción es el texto mismo de la poetisa. Con su aporte, la lectura de este nuevo libro de la autora, se convierte en toda una experiencia enriquecedora para el público lector.
Prof. Ofelia Uta Burcea,
Dra. en Filología Románica,
Madrid, 2019
“La vida labrada, de Flavia Cosma”
Este nuevo poemario de la escritora Flavia Cosma, Tiempo de cosecha, se nos acerca pleno de cultivos que nos adentran en la naturaleza verde y multicolor del mundo real y del fantástico de la mente humana.
Se siembra, hay geminación, flores y luego viene la cosecha. Diversidad de pensamientos que nos pasean por un lugar de dolor y de elevación. La escritora se va de viaje y sus gatos duermen en almohadas vacías, extrañando su presencia. El gato, ese ser misterioso y profundo, que asiste el momento creativo del poeta, se hace presente en varios de los poemas. Está en su infancia y en sus sueños. Hay un pájaro azul y negro, su compañero, que desaparece un día.
El erotismo se hace presente entre humedades y momentos de contrariedad en el amor íntimo, pero la tierra está labrada. La vida en la piel, sentida en el interior del ser querido.
Aparecen la pobreza, los mendigos con sus harapos, la suciedad, el horror de la vida, la vejez, la muerte, la que no duele, porque la antesala a ella es lo peor. Tiene miedo al desastre del mundo. No es un poemario para complacer a los lectores de edulcoradas mariposas.
Apreciamos la poética, que destruye los pulmones anegados en los versos.
…estoy construyendo miles de escenarios en mi mente
y para colmo tengo algo así como un papel arrugado en mis
pulmones,
que permanece allí desde no sé qué poema
escrito solo por la mitad
Hay destrucción, pero hay crecimiento, un diluvio parece que interrumpiera la cosecha, pero esta se da. Es el ciclo de la vida. Nunca es el fin, los hechos se sufren pero todavía hay aliento.
Soñando con los ojos abiertos
a través de las cortinas translúcidas de la lluvia
las expectantes madres también esperan la primavera
Es un libro de vida, de creación, de cosecha. Por eso Flavia nos dice en dos versos la esencia de su creación
Nada será suficiente
para poder calmar mi sed del cielo
Anabelle Aguilar Brealey
Agosto 20 de 2019
Markham. Ontario