José Emilio Tallarico(1950-2019): Poetas en Generación Abierta (14)
Espejos
Debería acudir más a los espejos,
confiar más en su capacidad
de exhibir esos espacios fabulosos
donde habitan las emanaciones de la luz
y los pertrechos de la sombra.
Una mueca procaz, un monólogo magro
es cuanto puedo concederles,
ellos replican con el paso
de un hombre desvelado en su noche de libros.
Hay un espejo que enmarqué al amparo
de un bricolage compulsivo, está en el living.
Otro, muy pequeño, lo compré porque tenía
una imagen de Lennon que parecía un holograma.
Casi nunca los toco.
Será que ya nos precisamos menos.
La mano está más cerca del saludo nostálgico
que de procurarles brillo.
También la época hizo lo suyo para crear opacidad
y tal vez sea bueno ahora negociar
un saludable desapego.
Redefinir ecos, formas y hechizos.
No sin culpas, claro.
Releyendo el libro del desasosiego
Esa manía de Pessoa de devaluar
los libros de autoayuda
(50 años antes de que fueran un boom literario)
me entusiasma.
Profeta de la propia observación,
me pregunto si renegó de alguno de sus defectos
bajo el peso de su inconsolable pluma.
No puedo menos que creerle todo (aunque finja).
Déjenme imaginarlo oficiando de noble enterrador
en un cementerio donde ningún recoveco le es ajeno.
De la sagacidad
a Rimbaud
Nunca llegué a sentar a la Sagacidad en mis rodillas
tampoco la injurié.
El hedor de su aliento: ¡un abismo!
Preferí ser austero y distraído;
decir: “pronostican lluvia” o,
“cómo tardan en jubilarse las palomas”.
Todavía dormita su viejo amor por mí, estremecido.
(Temo que alguna tarde se ofrezca ataviada
con una bombachita sedosa, lujuriosa,
rociado con “Trésor” de Lancôme el poderoso escote
y no me quede otro remedio que morir.)
El humo
El humo no es perspectiva
ante la lluvia.
Su opuesta dilución
le exige leves y rápidos olvidos en el aire.
Y este sueño indirecto de las casas
a través del vidrio
parece desplegar una aventura
más tortuosa que tus ganas de ver.
¿Toulouse hubiera dialogado así
con la mañana?
Albergues
Teníamos que amanecer así,
en el ambiente del disturbio rojo,
y suponer que el pensamiento
no se desmerecía al habitar
un artificio de fantasmas,
sino que únicamente escudriñaba
entre el vapor y el bien
de una plástica incierta.
(La obviedad de que todo
se fingiese oculto
-el azaroso cortinado,
la fragancia de esa emulsión desapacible-
regresaba a nosotros como un vínculo
celosamente consentido.)
Y el amor reposaba.
Desde la trama insular de la primera noche
descorrí mi caricia, agradecido.
Los espejos en la desnudez huían
hacia un susurro inabarcable.
José Emilio Tallarico: Nació en 1950 en Argentina. Médico, poeta y ensayista. Obra publicada (algunos de sus libros): “Huésped y testigo”, Ed. Épsilon, 1986; “Siglonía”, Ed. Épsilon, 1988; “Ese espacio que tiembla”, Ed. Proa, 1993; “El arreo y la fuga”, Ed. del Dock, 2000; “En consecuencia“, 2005; “Andariveles”, 2006; “Creés mirar lejos y otros poemas”, 2011; “En torno a un simulacro y otros poemas”, 2019.
Participó de antologías poéticas como “Veinte voces de Buenos Aires”, Libros del Zahir, 1995 y “Zapatos rojos”, La Bohemia, 2000. Colaboró con poemas y artículos en varias revistas literarias. Co-dirigió con Alejandro Méndez y Gerardo Lewin el Ciclo de Poesía “El orate y la musa”. Integró el Grupo “Travesías Poéticas”, junto a Luis Raúl Calvo, Marión Bergenfeld, Elena Eyheremendy, Ramón Fanelli, Alicia Grinbank, José Muchnik, Michou Pourtalé. Falleció en Buenos Aires en 2019.