Alfredo Arias Chevalier de l´Ordre du Merite
“Especial para “Generación Abierta” desde París”
Por PACO PEPE DIAZ ALEJO
Era a mediados de los sesenta, cuando en el Instituto Di Tella asistí al estreno de DRÁCULA el vampiro, adaptación y puesta en escena de Alfredo Rodríguez Arias e interpretado por los integrantes del grupo TSE. Han pasado casi seis décadas cuando el pasado 20 de junio, asistí en Paris a su nombramiento como CHEVALIER DE L’ORDRE DU MERITE(1), distinción del Estado Francés publicada por decreto del Presidente de la República Emmanuel Macron. Generación Abierta le entrevistó a través mío. “Yo concibo las entrevistas como una manera de acercar a la gente a lo que uno pretende hacer y de lograr que les den ganas de suscribir cosas. Por eso para mí tiene un sentido más bien positivo. Porque el cine puede tener su tiempo dado que se reproduce por el mismo, es una magia eterna, en cambio el teatro necesita al público ahí, necesita absolutamente del presente. Para que la magia sea total, la última frase debería ser “Quemen todo”. Las películas que he hecho suponemos que quedarán, pero en el teatro, es diferente, porque la verdad del teatro es la memoria, que se va transmitiendo por infinitas cadenas de memorias.
Basta que uno solo recuerde y ya está bien, valió la pena”. Quizás yo lleve el teatro en mi sangre pues mi abuelo materno Francisco García Pacheco escribió obras de teatro en Madrid (solo y en colaboración con Pablo Luna y con Emilio Carrere zarzuelas como La Manola del Portillo). En 1937, durante la guerra civil española, él partió de España, con parte de su familia que permaneció en Francia. Año y medio después formó desde Buenos Aires una compañía teatral que partiendo de París (donde nací) estaba formada por su esposa, su hija mayor, su yerno y quien esto escribe que a la sazón contaba tenía 14 meses, que llegó al puerto de Buenos Aires a bordo de una nave de bandera francesa JAMAÏQUE.
Aquella nave partiendo del puerto de Le Havre el 9 de septiembre (una semana después de iniciada la 2ª guerra mundial) de día estaba parada y navegaba de noche, a oscuras, para no ser detectada y hundida por submarinos alemanes. El trayecto finalizó el 9 de octubre de 1939. En Argentina crecí y cursé mis estudios de ingeniería, y no pisé escenario alguno. Pero siempre amé el teatro, y por eso suscribo la opinión de Alfredo Arias acerca de la importancia de que un espectador sienta y recuerde una obra es suficiente para que ponerla en escena haya valido la pena. Desde aquellos comienzos en la Sala Di Tella fui siguiendo la trayectoria artística de Alfredo Arias, primero en Argentina y luego en Francia. En París el pasado 20 de junio, él se remontó a sus orígenes. Nacido en Remedios de Escalada, Lanús, jamás se le ocurrió renegar de sus orígenes. Al contrario, a veces siente ganas de regresar a pesar de que no fue del todo divertido. Desde niño, él quería ser artista pero le enviaron al Liceo Militar. Ese lugar le resultaba bastante inhóspito.
De pronto, apareció alguien que se ocupaba de la orientación vocacional de los cadetes. Recuerda que ninguno quería ser militar y cuando le preguntó “Usted qué quiere ser” respondió “Yo quiero ser artista”. Y cuando el proceso terminó, el hombre dijo: “Aquí hay uno que sabe dónde quiere ir”. Después empezó a estudiar Abogacía. “Mis primeros pasos en el mundo del teatro los hice en la Alianza Francesa. Quería seguir cursos de arte dramático. Me asignaron como tarea, vender las entradas, y durante las representaciones, ocuparme de los accesorios para una de las obras. La venganza vendría enseguida. El director decidió poner en escena La Voleuse de Londres (“La ladrona de Londres”) de Georges Neveux, y me propusieron un pequeño papel (el de un ladrón de la banda) que no me interesaba Lo que quería era sabotear la representación y para eso tenía un cómplice. Una de las escenas terminaba cuando la ladrona descolgaba un cuadro muy valioso. Con mi compadre (“avoir un bon copain, voilà.