Dino Campana, “Cita con Poetas Italianos” (3), por Julio Bepré
Dino Campana: Errante Lirismo
Dino Campana, nació en Marradi, en el Valle del Lemone, cercano a Faenza en 1885. Realizó estudios universitarios en Bolonia primero y en Florencia después, los que fueron interrumpidos en 1906 por una primera reclusión psiquiátrica en el hospicio de Imola. Después Campana abandonó los estudios para dedicarse a una vida trashumante, resultado (o manía) de no poder permanecer mucho tiempo en un determinado lugar. Así transcurrieron sus años: en 1907 se lo avista en Francia; en 1908 llegó a Montevideo y después a Buenos Aires, donde desarrolló diversas actividades y oficios. No ha quedado rastro de su paso por Argentina, salvo el poema Buenos Aires incluido en esta selección. Estuvo también en Rusia y Bélgica. Nos dice Campana: Hacia los veinte años no podía más vivir; andaba siempre en viaje por el mundo… Después estuve en Argentina. Estuve en América porque allá es más fácil encontrar cómo vivir… Hacía cualquier trabajo (…) Hacía de músico tocando el triángulo en la Marina Argentina (…) En Buenos Aires me embarqué en una nave inglesa para llegar a Bélgica. Trabajé como marinero al cruzar el Atlántico y así logré pagar el pasaje. Desembarcado en Amberes, fui a Paris… he estado en Odesa. (…) Conocía bien varias lenguas.
En 1912-1913 publicó algunos textos en revistas de Bolonia, reinscribiéndose también en la universidad, y luego en Florencia tomó contacto con Papini y Soffici. En 1914 aparece en Marradi la primera edición de sus Canti orfici, y en 1917 vivió una borrascosa relación sentimental con la poeta Sibila Aleramo. Las cartas cursadas por ambos fueron publicadas en 1958 con un prólogo de Mario Luzi. En 1918 Campana fue internado en el hospital psiquiátrico de Castel Pulci donde permaneció hasta su muerte ocurrida en 1932.
Dino Campana es un exponente cabal de un arte alienado y enfrentado al “oficialismo literario”. Sostuvo Campana que a .la química no la comprendía en absoluto, y por ello me abandoné a la nada. Se ha afirmado que su poesía contiene cierto grado de “satanismo”, un anhelo corrosivo y herético, pero debe acotarse que siempre estuvo sujeto a la buena y mejor tradición lírica italiana. Campana se presenta fundamentalmente como un visionario e impetuoso poetizador, mas también como un artista que afinaba convenientemente todo lo que su espíritu entreveía o imaginaba.
La poesía de Campana –no obstante sus tonos a veces menores y lánguidos propios del crepuscularismo– se aparea también al contexto de una poesía enteramente moderna. Por eso no puede calificárselo de decadente, pues su obra está signada por un movimiento que si bien roza a D’Annunzio, también toca a diversos poetas franceses. Encontramos también en este autor repeticiones de palabras, ritmos y cadencias, quizá como un intento sostenido de encerrar en el poema la abrupta y huidiza realidad, actitud ésta que conlleva cierta consonancia romántica. Campana se movió entre tradición y revolución, en un momento en que todas las vanguardias requerían crédito.
Estás pronta para forzar la piedra./ Toma el coraje esta vez:/ se te abrirá la puerta. La curva existencial de Dino Campana ha dado pie para que se lo considere un “poeta maldito”, algo así como un Rimbaud italiano, pero ello debe considerarse con mucho reparo. Nada de “literario” –en el sentido de una actitud artificiosa– puede encontrarse en la continuidad de experiencias, marchas y contramarchas que se advierten en su vida, testimoniada consecuentemente en sus textos. Su vivir entre aventuras y vagabundeos, y su ora latente o ya acentuado desequilibrio psíquico, no fue óbice para que lograra una obra, si bien no extensa, plena de resultados poéticos. Sus libros Canti orfici (1914), Canti orfici ed altre liriche (1928), Inediti (1942), Taccuino (1949), Canti orfici ed altri scritti (1952) y Dino Campana a Sibilla Aleramo (1958).
MUJER GENOVESA
Tú me trajiste un poco de alga marina
en tus cabellos, y un olor a viento
que ha corrido desde lejos y llega austero
de ardor. Había en tu bronceado cuerpo
(¡oh divina
simpleza de tus gráciles formas!)
ni amor ni congoja, sino un fantasma,
una sombra de la necesidad que vaga
serena e inevitable por el alma
y la disuelve en gozo, en sereno encanto
para que por el infinito
el siroco se la pueda llevar.
¡Qué pequeño y ligero
es el mundo en tus manos!
DONNA GENOVESE
Tu mi portasti un po’ d’alga marina
Nei tuoi capelli, ed un odor di vento,
Che è corso di lontano e giunge grave
D’ardore, era nel tuo corpo bronzino:
–Oh la divina
Semplicità delle tue forme anelle–
Non amore non spasimo, un fantasma,
Un’ombra della necessità che vaga
Serena e ineluttabile per l’anima
E la discioglie in gioia, in incanto serena
Perché per l’infinito lo scirocco
se la possa portare,
Come è piccolo il mondo e leggero nelle tue mani!
SUEÑO DE PRISION
En el violeta de la noche escucho canciones de bronce. La celda es blanca, el camastro blanco. La celda es blanca, llena de un torrente de voces que mueren en las angélicas cunas; llena está la blanca celda de las voces angélicas de bronce. Silencio. El violeta de la noche. En arabescos –desde los barrotes blancos– el azul del sueño. Pienso en Anika: estrellas desiertas sobre nevados montes, desiertas calles blancas; luego, iglesias de mármol blanco. En la calle Anika canta. La guía un payaso con un ojo infernal que grita. Ahora, mi pueblo entre las montañas; yo que miro arriba y abajo el camino negro de las máquinas en el parapeto del cementerio delante de la estación. Todavía no es de noche. Un silencio con ojos de fuego. Las máquinas comen y comen el negro silencio en el camino de la noche. Un tren se desinfla, arriba el silencio. Está quieto. Lo rojo del tren muerde la noche. Desde el parapeto del cementerio, las rojas ojeras que se hinchan en la noche. Después todo –me parece– se transforma en zumbido. ¿Yo desde una ventanilla en fuga? ¡¡Yo que levanto los brazos en la luz!! ( El tren me pasa abajo rugiendo como un demonio).
SOGNO DI PRISIONE
Nel viola della notte odo canzoni bronzee. La cella è bianca, il giaciglio è bianco. La cella è |bianca, piena di un torrente di voci che muoiono nelle angeliche cune, delle voci angeliche bronzee è piena la cella bianca. Silenzio: il viola della notte: in arabeschi dalle sbarre bianche il blu del sonno. Penso ad Anika: stelle deserte sui monti nevosi: strade bianche deserte: poi chiese di marmo bianche: nelle strade Anika canta: un buffo dall’occhio infernale la guida, che grida. Ora il mio paese tra le montagne. Io al parapetto del cimitero davanti alla stazione che guardo il cammino nero delle macchine, su, giú. Non è ancor la notte; silenzio occhiuto di fuoco: le macchine mangiano rimangiano il nero silenzio del camino della notte. Un treno: si sgonfia arriva il silenzio, è fermo: la porpora del treno morde la notte: dal parapetto del cimitero le occhiaie rosse che si gonfiano nella notte: poi tutto, mi pare, si muta in rombo: Da un finestrino in fuga io? Io ch’alzo le braccia nella luce!! (il treno mi passa soto rombando come un demonio).
LA VIDRIERA
La humosa noche de verano
vierte desde la alta vidriera claros en la sombra
y me deja en el corazón un sello ardiente.
Pero quién tiene (en el mirador sobre el río
se enciende una lámpara), quién tiene
a la Virgencita del Puente (*), ¿quién es, quién es
el que ha encendido la lámpara? Hay
en el cuarto un olor pútrido; hay
en el cuarto una lánguida llaga roja.
Las estrellas son botones de madreperla y la noche
se aterciopela.
Tiembla la noche fatua; es fatua la noche y tiembla
pero hay en su corazón,
siempre una lánguida llaga rosa.
(*) A la Madonnina del Ponte: “una Madona di Marradi, del mio paese” (Declaración de Campana a Carlo Pariani).
L’INVETRIATA
La sera fumosa d’estate
Dall’alta invetriata mesce chiarori nell’ombra
E mi lascia nel cuore un suggello ardente.
Ma chi ha (sul terrazzo sul fiume si accende una lampada) chi ha
A la Madonina del Ponte chi è chi è che ha acceso la lampada? –c’è
Nella stanza un odor di putredine; c’è
Nella stanza una piaga rossa languente.
Le stelle sono bottoni di madreperla e la sera si veste di velluto;
E tremola la sera fatua: è fatua la sera e tremola ma c’è
Nel cuore della sera c’è,
Sempre una piaga rossa languente.
BUENOS AIRES
El navío avanza lentamente
en el gris de la mañana. Entre la niebla,
y en el agua amarilla de un mar fluvial,
aparece la ciudad triste y borrosa.
Se arriba a un puerto extraño. Los emigrantes
enloquecen y se irritan agolpándose
en la áspera embriaguez de una cercana lucha.
Desde un grupo de italianos vestido
de un ridículo modo y al estilo
bonaerense, arrojan naranjas
a los paisanos gritones y alterados.
Un ligero muchacho del puerto
(retoño de libertad) pronto al arrebato
los mira con las manos en la faja
variopinta e insinúa un saludo.
Pero gruñen airados los italianos.
BUENOS AIRES
Il bastimento avanza lentamente
Nel grigio del mattino tra la nebbia
Sull’acqua gialla d’un mare fluviale
Appare la città grigia e velata.
Si entra in un porto strano. Gli emigranti
Impazzano e inferocian accalcandosi
Nell’aspra ebbrezza d’imminente lotta.
Da un gruppo d’italiani ch’è vestito
In un modo ridicolo alla moda
Bonearense si gettano arance
Ai paesani stralunati e urlanti.
Un ragazzon dal porto leggerissimo
Prole di libertà, pronto allo slancio
Li guarda colle mani nella fascia
Variopinta ed accena ad un saluto.
Ma ringhiano feroci gli italiani.
JARDIN OTOÑAL
(Florencia)
Al jardín espectral, al mudo laurel
de las verdes guirnaldas,
a la tierra otoñal
¡un último saludo!
A las áridas laderas,
ásperas y enrojecidas en el extremo del sol,
confusa de rumores,
grita ronca la lejana vida;
grita ronca al sol moribundo
que ensangrienta los bancales.
Se escucha una charanga
que sube lastimosa. El río desaparece
en las arenas doradas. Están en el silencio a veces
arriba de los puentes las blancas estatuas,
y las cosas ya no están más.
Y desde el profundo silencio como un coro
espléndido y tierno
surge ansioso en lo alto de mi balcón,
y con aroma de laurel,
con aroma de laurel lánguido y agrio,
entre las estatuas, en el ocaso,
ella se me aparece ahora.
GIARDINO AUTUNNALE
(Firenze)
Al giardino spettrale al lauro muto
De le verdi ghirlande
A la terra autunnale
Un ultimo saluto!
A l’aride pendici
Aspre arrossate nell’estremo sole
Confusa di rumori
Rauchi grida la lontana vita:
Grida al morente sole
Che insanguina le aiole.
S’intende una fanfara
Che straziante sale: il fiume spare
ne le arene dorate: nel silenzio
Stanno le bianche statue a capo i ponti
Volte: e le cose già non sono più.
E dal fondo silenzio come un coro
Tenero e grandioso
Sorge ed anela in alto al mio balcone:
E un aroma d’alloro,
In aroma d’alloro acre languente,
Tra le statue immortali nel tramonto
Ella m’appar, presente.
*Julio Bepré: Nació en 1945 en la Provincia de Córdoba, Argentina.
Reside en Buenos Aires. Poeta, ensayista, traductor del italiano al español.
Tiene una vasta obra publicada.