Eugenia Cabral (1954) : Poetas en Generación Abierta (20)
Mago dos veces
Hijo y nieto de hechiceros
es el poeta.
Lee en el fuego muerto
la primera intensidad de la llama.
Y adivina su rostro
en el más oscuro espejo.
Top secret
Me perturban esos hombres con aspecto de poderosos que se apartan para permitirme entrar en el ascensor. Usan traje, discreto perfume, reloj de marca.
Me perturban. Son como reloj de arena. Sólo hay que ponerlos patas para arriba y reiteran exactamente su caída en el tiempo. Cómo harán para ser tan exactos.
Me perturban esos hombres. En sus maletines, parecieran llevar un expediente donde constan todos mis secretos.
Tabaco
La rabia dura lo que el cigarrillo.
Luego el humo y la ceniza esparcen
la desmerecida forma de lo que ha sido.
Arder. Arder como la brasa ambigua
que no es llamarada ni es ceniza;
entre secuencias de orden y desorden
arder; arder cual perfume de maderas;
cual ocaso –furia postrer del día-
arder; en pausas de la informática,
detrás de los envases descartables,
con un sexo torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo el fuego puede arder.
Como pasión y soledad pueden arder.
Astro perdido en la jungla del cielo
tornando a una casa y a unos padres,
arder. Solícitamente, en honor de un amante,
arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla
cada vez con menos fuerza y eficacia.
Arder. En el templo de los bárbaros.
Arder, tan tenue como sea posible,
ante la fatiga de la mirada. Encender
los rubíes de la culpa entre el lodo funeral
y las arenas donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.
En el horno de los bronquios se caldean
la sinrazón de existir abominando
y el humo: símbolo de olvido e impotencia
de querer retener lo que se esfuma
-antes eterno, ahora fugitivo-,
breve danza de amor entre los dedos,
ocaso que arrastra el cuerpo del día
-iluminado de amor- a oscura gruta,
para escandir las formas de la noche
cual sílabas de un poema revelado.
Edgard Alan Poe
el poeta cruza el parque bajo la nevada pretendiendo esquivar a los fantasmas que él mismo ha creado en sus historias de terror
esta vez, el ave negra en su ventana lectora indiscreta ya le ha revelado el final
no le cree corre no le cree corre más rápido aún para cruzar ese parque todo nevado
no le cree al cuervo su revelación, pero corre tambaleándose sobre la hoguera líquida de alcohol que lleva por dentro y sobre el hielo que lo empantana mientras cae la nevada
el poeta cae también al fin y el terror se cierne para siempre sobre la literatura de los tiempos venideros
(fragmento)
Poema
(3 de abril)
lo bello no es bello
lo bello es el reconocimiento preciso incisivo
de cualquier elemento átomo partícula astilla
gramo célula cromosoma morfema rasgo
o siquiera la mínima huella de existencia
de la fealdad y de las fealdades
lo bello no es lo bello
lo bello es recorrer la fealdad con un escalpelo
y dejar al hueso lo que irradiaba luz
Eugenia Cabral: Nació en Córdoba, Argentina (1954), donde inició su tarea literaria en 1981. Colaboró en el suplemento cultural del matutinoLa Voz del Interior (1993-2000). Es asesora literaria del teatro La Cochera, junto al director Paco Giménez, desde 1995 hasta la fecha.
Ha publicado ensayos(Un Golpe de Dados, poema de Stéphane Mallarmé, versión en español de Agustín Oscar Larrauri, estudio preliminar por Eugenia Cabral, 2008; Vigilia de un sueño. Apuntes sobre Juan Larrea en Córdoba, Argentina (1956-1980), 2017; “Prologando la posteridad”, introducción a Del surrealismo a Machupicchu, de Juan Larrea, Instituto Cervantes, 2019), teatro (El Prado del Ganso Verde, 2019) y poesía (El Buscador de Soles, 1986; Iras y Fuegos – Al margen de los tiempos, 1996; Cielos y barbaries, 2004; Tabaco, 2009; En este nombre y en este cuerpo, 2012; La voz más distante, 2016; La ciudad de amapolas, 2022).
Sus textos han obtenido premios y distinciones en Argentina, Venezuela y Asturias.