Graciela Maturo (1928) Poetas en Generación Abierta (24)
Desnudez
Es necesario que las cosas
se hayan nutrido alguna vez de nuestra sangre,
que nos haya mojado un acre viento
junto a la fría arena de una playa,
que nuestros pies desnudos
conozcan este barro y su lengua de seda
lamiendo los tobillos.
Es necesario que salvajes cortezas
nos arañan la piel,
que sintamos el pulso de la noche
en la montaña áspera,
es necesario amar a la alimaña
en su tenaz, oscura vida,
es necesario cavar bajo las lúcidas estructuras
y penetrar en la materia espesa;
es necesario dar el salto elemental,
soltar amarras con el viento,
sentir la melodía de las yemas.
Es necesario
desnudarse hasta el hueso.
Entre ruinas que brillan
Oh derrumbados cielos,
talados campos, montes quebrantados,
mundo que ajeno ruedas, te deshaces…
Alguna vez mis ojos dibujaron tu forma
y un corazón en calma
era dulce regalo de las horas.
La vida era armoniosa como un barco que rueda
por el oscuro río, lentamente,
con toda la cubierta iluminada.
Qué vendaval aciago hizo rodar sus dunas
sobre un tiempo colmado…
Oh voz de mis campanas, recogida
por vellones de niebla.
Mis luces titilaban en un país de ciegos.
No llegaban los ángeles llameantes,
sólo seres sin rostro socavando los sueños
esparciendo su polvo degradado.
Perdida, sola, a veces
hallaba la certeza navegando entre soles.
Navego aún, mecida, por el aire engañoso
entre ruinas que brillan.
Desanudé mi voz
He pecado contra el silencio.
Desanudé mi voz
contra el mutismo de los árboles
contra la perfección
de la callada mujer que amasa en la cocina.
Ella está entera, limpia de palabras.
Su piel oscura como sus trenzas y sus ojos
su corazón claro
nada turba
la redonda dureza de su pecho.
A mí me socavas esta palabra
es un hilillo de sangre corriendo dentro de mi cuerpo
me desintegro
me divido
me desangro.
XXXI
Cómo decir el río de silencio que recorre la sombra de
mi carne
cómo decir una palabra viva
un rumor tembloroso intraducible ciego que va hacia
ti
te nombra y va labrando
en mi pecho tu imagen.
Cómo decir palabras sin palabras
el sol nocturno que ilumina mis venas
la música que brota de mis sienes calladas
el resplandor que nace de mis manos.
Cómo decir amor que estás en mí
que me navegas como un pez de fuego
y me arrasas el alma y vuelves a crearla
con el aire quemante de tu boca.
Soy un trigal ardido que tu llama posee
un arenal que inundas de mariposas vivas.
Una tierra de musgo donde yaces hermoso como un
potro
de ojos celestes y dulcísimos.
El Manantial
Cuando las piedras afiladas del desierto
hayan destrozado tus sandalias
y contemples tus manos desgarradas entre las zarzas
cuando un viento de cólera
haya apagado las últimas lámparas
y la temible oscuridad
cubra las cosas más amadas
cierra los ojos y recuerda
aquella pequeña fuente
hallada en la montaña.
El agua murmurante
lavará tus heridas
la verde hierba te ofrecerá su música callada.
Reposa en su lecho de eternidad.
Graciela Maturo:
Nació en Santa Fe, Argentina en 1928.
Es reconocida como escritora, docente e investigadora de las Letras.
Formada en la Universidad de Cuyo y doctorada en la Universidad del Salvador, ejerció la docencia en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Católica y otras instituciones..
Fue investigadora principal del CONICET y directora de la Biblioteca de Maestros del Ministerio de Educación.
Su obra publicada abarca el ensayo, la poesía y la investigación, con especial énfasis en el tratamiento de autores hispanoamericanos como García Márquez, Marechal y Cortázar, además de estudios sobre la Teoría Literaria.
Ha recibido diversos premios y reconocimientos literarios, como la Distinción “Personalidad sobresaliente de las Letras” de la Academia Argentina de Letras (2018).
Algunos de los libros publicados en poesía son: “Un viento hecho de pájaros”, “El rostro”,
“El mar que en mi resuena”, “Habita entre nosotros”, “Canto de Eurídice”, “El mar se llama ahora con tu nombre”, “Memoria del trasmundo”, “Orfeo canta”, “Cantata del agua”, “Navegación de altura”, “Bosque de alondras”.