Letras

La lucidez de la palabra

Por  HÉCTOR J. FREIRE

“He estado explicando Zen toda mi vida,
confesó una vez Basho, y sin embargo,
nunca he podido comprenderlo. Pero,
dijo su interlocutor, ¿cómo puede usted
explicar algo que no entiende?.
Oh, exclamó Basho, ¿también tengo
que explicarle eso?”
(Tradición del budismo Zen. Anécdota atribuida a Basho).
 

El gran mitólogo y poeta inglés Robert Graves, en su famoso discurso a los Poetas de Hungría (Budapest, 1970), nos da cuenta de que la poesía es un medio para conservar el poder, sobre todo el mágico poder del amor. Existen tres formas de este amor: el amor fraterno, en especial cuando el poeta se siente particularmente vinculado a un lugar, a una profesión o a un arte. Luego hay el amor físico del noviazgo poético que lentamente se funde en amor marital. Y finalmente está el amor poético, el cual, aunque se basa en el lenguaje del amor físico, trasciende el eslabón sexual y es utilizado para realizar “milagros”.
La palabra poesía en griego tiene exactamente este significado: poesía (Poiesis) quiere decir “hacer que ocurra algo extraordinario”. Los escoceses utilizan la palabra maker (el que hace) al referirse a un poeta, pero a menudo lo escriben makar que en griego es makarios y significa “bendito, feliz, el que hace que ocurran cosas extraordinarias”.
Hoy en día, la tecnología está en guerra abierta contra la artesanía y la ciencia en guerra secreta contra la poesía. El significado original de estos términos, lamentablemente ha sido olvidado. Artesanía en anglosajón significa “inteligencia” con “astuto” como su adjetivo. Tecnología es un nombre griego compuesto que significa la aplicación de la mecánica a la manufactura.
En cuanto a la guerra secreta entre la ciencia y la poesía, deberíamos estudiar sus significados originales para que tenga algún sentido. Ciencia que significa el arte de saber, es el equivalente latín de la palabra griega filosofía que significa “amor a la sabiduría”. Y poesía proviene del verbo griego maker, makar y makarios, la antigua palabra para designar al poeta (el hacedor). Siendo la verdadera poesía la que hace que ocurran cosas maravillosas. El poder de la verdadera poesía, al contrario de la versificación académica, es de una clase tal que los “científicos” no la pueden reconocer. Desecharían como ilógico un proceso similar al escribir poemas: es decir que el poema resultante no tiene ningún sentido en prosa lo suficientemente claro como para permitir una traducción exacta a otro idioma.
Sin embargo, y sin caer en las trampas de una hermenéutica superficial, que transforma a la poesía en un “bicho extraño y peludo”, los poemas, en apariencia “ilógicos” y “arbitrarios”, están en el lenguaje y al mismo tiempo más allá del lenguaje. De ahí que el carácter arbitrario de los signos lingüísticos (principio saussuriano) necesita por cierto ser revisado. Reconozcamos más bien que el estudio de un poema nos conduce a comprobaciones contradictorias.
En el lenguaje de la poesía todo puede suceder, la sucesión de los acontecimientos no está subordinada a ninguna regla de lógica o de continuidad. La estructura de un poema es analógica. Su sistema está regido por la ley de correspondencias. Todo sujeto puede tener cualquier predicado, toda relación concebible es posible. El poema es lenguaje, pero lenguaje que opera en un nivel más elevado, más intenso, y cuyo sentido logra despegar del fundamento lingüístico sobre el cual había comenzado a deslizarse.

¡Quién pudiera agarrarte por la cola
magiafantasmanieblapoesía! (Juan Gelman).

Román Jakobson, en Lingüística y Poética, al enumerar las seis funciones del lenguaje (Emotiva, Referencial, Fáctica, Metalingüística, Connotativa y Poética), se pregunta: ¿cuál es el elemento cuya presencia resulta indispensable en toda obra poética?. Para responder a esta pregunta debemos recordar las dos formas fundamentales de organización empleadas en el comportamiento verbal: la selección y la combinación. El mensaje mismo. La intención del mensaje en tanto mensaje, el acento puesto sobre el mensaje por sí mismo, es lo que caracteriza a la función poética del lenguaje. Pero advierte, que toda tentativa de reducir la esfera de la función poética a la poesía o la poesía a la función poética, no arribará sino a una simplificación excesiva y engañosa. La función poética no es la única función del arte del lenguaje; sólo es la función dominante, determinante, la más intensa, mientras que en las otras actividades verbales desempeña un papel subsidiario, accesorio. Resumamos las conclusiones provisionales alcanzadas:
* Si los poemas tienen un sentido, éste no puede depender de los elementos aislados que entran en su composición, sino de la manera en que se encuentran combinados.
* El poema pertenece al orden del lenguaje, del cual forma parte integrante, pero este lenguaje manifiesta propiedades específicas.
* Estas propiedades sólo pueden ser buscadas por encima del nivel habitual de la expresión lingüística. Son de naturaleza más compleja e intensa.
Si admitimos estos tres puntos, aunque solo sea a título de hipótesis de trabajo, se siguen dos consecuencias:
1 — Como toda entidad lingüística, el poema está formado por unidades constitutivas.
2 — Estas unidades implican la presencia de aquellas que normalmente intervienen en la estructura de la lengua, de la experiencia y de la ideología, es posible pensar que, como en toda producción, sus materiales son combinados, refundidos y transformados. A veces un simple desplazamiento es suficiente: En  los primeros versos de la Tierra Yerma, T.S. Eliot, en lugar de decir “Abril es el mes más frío” —dice: “Abril es el mes más cruel”. Al desplazarse desde “frío” a “cruel”, ha creado un nuevo espacio de significación, la lucidez de la palabra.
Tomemos el famoso verso de Carducci, nos proponía Borges en su conferencia sobre la poesía: “el silencio verde de los campos”. Podemos pensar que se trata de mi error, que Carducci ha cambiado el sitio del epíteto; debió haber escrito “el silencio de los verdes campos”. Astuta o retóricamente lo mudó y habló del verde silencio de los campos. Vayamos a la percepción de la realidad. ¿Qué es nuestra percepción? Sentimos varias cosas a un tiempo. Sentimos el campo, la vasta presencia del campo, sentimos el verdor y el silencio, Ya el hecho de que haya una palabra para silencio es una creación estética. Cuando Carducci dice “el silencio verde de los campos” está diciendo algo que está tan cerca y tan lejos de la realidad inmediata como si dijera “el silencio de los verdes campos”. Un poema comunica tanto ausencia como presencia, él debe ver y no ver. Hacer consciente lo inconsciente; descubrir un secreto, rasgar un velo, romper un sello; ese sello que Freud llamó represión. No se trata de un proceso paulatino sino de un súbito abrirse paso. El poema no despierta de un lenguaje sino a un lenguaje. No se trata de un ascenso del lenguaje al poema sino del descenso del poema al lenguaje: encarnación y no sublimación. ENCARNACIÓN: el verbo hecho carne.
El reino del poema no es literal, los reinos literales sólo son sombras. La realidad es carne. Pero carne es una figura, cuya realidad aún queda por develar. La realidad del poema no está dada sino que hay que hacerla real, realizarla dándose cuenta de ella; al poema hay que edificarlo. Es un cuerpo poético. El poema se hace a sí mismo, a su propio cuerpo, en la libertad simbólica de la imaginación. Libertad es poesía, tomarse libertades con las palabras, romper las reglas del habla corriente, violar el sentido común. Libertad es violencia. Sacar las palabras del mercado, de la utilidad a la creación. Pasar de este mundo al próximo, del lenguaje corriente al extraordinario. Hacer (maker) con las palabras que ocurran cosas extraordinarias.
En la poesía el lector es incorporado a la obra, participa activamente en el proceso poético mismo. Al lector le corresponde dar por su propia cuenta con el vínculo.
Ahora bien, la condición para que una obra pueda resultar expresiva a quien la percibe la da la existencia de significados y valores extraídos de precedentes experiencias y arraigados de tal modo que se funden con las cualidades presentadas en el poema. El material de otras experiencias del lector debe mezclarse con las cualidades de los poemas, para que éstos no permanezcan como objetos extraños.
Las unidades constitutivas que normalmente intervienen en la estructura de la lengua actúan como soporte “material” de los textos poéticos, con las que la escritura poética realiza una serie de operaciones singulares y diferentes:
Transgredir-desplazar-reprimir-exagerar-afirmar los signos de la lengua, buscar sus orígenes o proponer nuevas organizaciones o nuevos significados. Que la palabra vuelva a ser lúcida y plena.
Por lo tanto este sistema es, en efecto, un sistema de dos dimensiones, a la vez diacrónico y sincrónico, con lo cual reúne las propiedades características de la lengua (lo social) y del habla (lo individual). De ahí que la figura de lectura de un poema no será la línea, sino una especie de serpentina. Es imposible comprender un poema como una secuencia continua, no está ligado a la secuencia de los acontecimientos sino mejor, a grupos de acontecimientos aunque estos ocurran en momentos diferentes del poema, es un ir y venir. Tenemos que percibir que cada poema es una totalidad, y como tal, es inexplicable, no ininteligible.
Sin embargo por qué un margen de oscuridad es inevitable. Alberto Girri en el “Motivo es el Poema” lo responde:… “porque el hacedor (el poeta, el “maker”) va del pensamiento a la expresión, y el lector va de la expresión al pensamiento”.

Volviendo al principio, a Robert Graves. Los antiguos oráculos griegos, que siempre decían la verdad, nunca daban una respuesta directa, siempre hablaban en acertijos, en parábolas, ambigüedades, tentaciones. Hablaban en forma poética.
En el lenguaje de la poesía, la lucidez de la Palabra. Una iridiscencia en el vacío. El significado es una creación continua, a partir de nada y volviendo a la nada. Si no es evanescente, no está viva. Todo es transitorio, inestable. La consolidación de significado (único) hace ídolos, y los significados establecidos se han convertido en piedra.
La libertad del lenguaje poético es fuego que somete a este mundo rutinario, reduciéndolo a un fluctuante caos. El caos que es la base eterna de la creación. En el poema un único significado, no hay un solo camino.

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