Aristarain, la odisea de filmar
PPor MAXIMILIANO GONZÁLEZ
Hay una película de Francois Truffaut que pone al desnudo los problemas que debe enfrentar un director de cine para llevar adelante su proyecto, se trata de La noche americana, que es la historia misma -la odisea- de la filmación.
Aristarain es, de algún modo, ese Truffaut de La noche americana. Por un lado, por el solo hecho de tener que filmar en la Argentina, por el otro, porque su trayectoria es un reflejo del cine nacional. Aristarain representa la necesidad de asumir una actitud madura frente a la pantalla, abandonar los viejos modismos locales -a los que detestaba- abrirse a lo norteamericano para redefinirlo en un nuevo tipo de lenguaje. Aristarain es uno de esos directores que ha venido buscando un difícil equilibrio entre lo artístico y lo comercial. Sus lecturas de adolescencia parecen prefigurar este camino prefería a Arlt, Borges, Salinger, Hemingway, Pound y Prevert. Su mundo era la avenida Corrientes, y era defensor de la generación del sesenta que se había distanciado del viejo cine argentino.
Su ingreso al cine fue paulatino, primero como extra, luego como asistente, llegó a participar de proyectos importantes como Un toque de distinción de Melvin Frank, varias veces participó en los films de su amigo Mario Camus. Después de estas colaboraciones empieza a interesarse vivamente por la dirección.
Aristarain había regresado a la Argentina en 1974. Cuatro años después vería realizado su primer proyecto: la idea central de La parte del león era la que obsesionaban a los personajes de las novelas de Arlt, el dinero. Julio de Grazia encarna a un pobre tipo -Bruno Di Toro- a punto de divorciarse de su mujer (Fernanda Mistral), y es un oscuro empleado de una fábrica. Un día se entera de un robo en el barrio, Di Toro intuye, ata cabos y regresa a la pensión. En el tanque de agua del edificio encuentra la bolsa con el dinero.
El rostro iluminado en plano medio de Di Toro observando los fajos de billetes que concluye con la exclamación: Dios mío, cuanta guita!, aparece a la vez como la gran catarsis de Di Toro, pero que enseguida se transforma en el peor problema de su vida.
La trama se complica cuando los ladrones lo rastrean, lo ubican y deciden tomar a su hija y su ex mujer como rehenes, Di Toro se ha conectado con un reducidor, Suárez -Osvaldo Terranova- que está a punto de hacer el cambio en el subsuelo. Los ladrones, El Nene -Julio Chavez- y Larsen -Ulises Dumont- hieren a un amigo suyo, Mario que queda moribundo. La desesperada huida en el auto con Luisa, su mujer, culmina en una pelea, dado que ella quiere bajarse del auto. Di Toro abandonó a su familia, dejó morir a su amigo y le pegó a su mujer por un dinero que nunca podrá utilizar. Ella le espeta entre sollozos: “Sos un pobre tipo…”
Aristarain no podía incluir en la película a policías, así que tuvo que ingeniárselas para hacer este policial duro sin que aparecieran nunca. Esto, en parte, no dio buena publicidad al film, que no obtuvo interés del público en general.
Después de la experiencia comercial de La playa y la discoteca del amor, que le dieran Ayala y Olivera, Aristarain ya tenía la sinopsis de Tiempo de revancha, que fue rodada en menos de dos meses en Tandil, y se estrenó el 30 de julio de 1981. Al interés de la trama, Aristarain ahora suma el personaje comprometido, Pedro Bengoa -Federico Luppi- es un trabajador especializado en explosivos para demoliciones, y ex dirigente sindical de los combativos, debe ocultar su nombre y fraguar su curriculum para encontrar trabajo, así de con Tulsaco. Viaja al sur con su mujer Amanda -Haydée Padilla- y se encuentra con un viejo compañero de lucha, Bruno Di Toro -Ulises Dumont- (aquí hay un homenaje implícito a su primera película), que es un viejo compañero de lucha. En este caso Aristarain conquista la simpatía del público a través de la identificación con Bengoa, que es el modelo de lucha contra las empresas que explotan a los trabajadores que desoyen las normas impuestas por la ley. Bengoa es el héroe de la resistencia, héroe silencioso que debe llegar hasta el extremo -al final de la película- de cortarse la lengua. Una de las sorpresas del film es la sustitución de Bengoa por Di Toro, ya que la idea de enmudecer y extorsionar a la empresa es de Di Toro, la asunción del plan por parte de Bengoa es también un homenaje al amigo que ha muerto en la explosión.
Al año del estreno de Tiempo de revancha, Aristarain le pidió los derechos de su novela Ultimos días de la víctima a José Pablo Feinmann. El argumento gira en torno a un asesino a sueldo, Mendizábal (F. Luppi). Mendizabal es frío y calculador -más aún en la película que en la novela, en cuya trama se nos involucra más en la interioridad del personaje- la licencia para matar le es otorgada por fuertes organizaciones que le pagan, y que son los que tienen el poder. El crimen es para Mendizabal un arte, su recompensa es el caso en sí mismo, más allá del dinero. Pero Mendizabal es ya un hombre maduro, y es su amigo Funes -Ulises Dumont- quien se lo hace saber: “Estás fallando flaco… ves una mina y te madrugan”. Poco a poco Mendizabal va cayendo en una red en la que los crímenes se multiplican. Su víctima Kulpe -Arturo Mally también sabe aprovechar esa minusvalía. Se trata de un film casi sin diálogos, en el que predomina la acción. Aquí -a diferencia de Tiempo de Revancha- no hay posibilidad alguna de identificación con el criminal, el espectador observa, no se complica afectivamente; pero se trata de una de las mejores -si no la mejor- policiales que se ha filmado en la Argentina.
Luego Aristarain viaja a España y lleva adelante el proyecto de las miniseries de Pepe Carvalbo, cuyo autor es Vázquez Montalbán, ocho capítulos en total que le Llevarán nueve meses de rodaje, esta experiencia representa un afianzamiento en el género policial y una serie de polémicas con el escritor -Montalbán- ya que la serie debe ajustarse a los requisitos de la televisión y Aristarain debe alterar sencillamente el guión original, el resultado de estos cambios llevaron a Montalbán a sentirse traicionado por el director: Pepe Carvalbo, que en el texto de Montalbán era un personaje antipático, pasa a ser un cínico rodeado de cuestiones de drogas, travestis y homosexuales. Circunstancia que demuestra la imposibilidad de la fidelidad al original y del acomodamiento que el guión debe operar en favor de la imagen. Aristarain justifica estos cambios por la rigidez de la televisión. En 1986 filma The stranger en los EE.UU., una película que nunca llegó a la Argentina, y en 1991, Un lugar en el mundo, aquí parece tomar otro tipo de rumbo, ya los personajes están más ligados a la problemática local, la trama es más laxa que en sus anteriores films y pareciera cargar las tintas en la temática: la impunidad de los poderosos frente al esfuerzo de las pequeñas cooperativas, la segregación, temas que de algún modo estuvieron presentes en Tiempo de revancha. La última realización, La ley de la frontera, encara el género de aventuras, si bien plantea una suerte de interesantes vericuetos en las relaciones de los personajes, no alcanza la densidad e interés de sus tres películas más importantes (La parte del león, Tiempo de revancha, Últimos días de la víctima).