La enseñanza teatral es una actividad al servicio de los profesores
Por Alejo Piovano
Si en estos días fueran al teatro todos los alumnos y profesores de Institutos abocados al tema, seguramente los teatros se verán imposibilitados de recibirlos. O sea hay más aprendices de actores que espectadores. O en términos de mercado, mucha oferta y poca demanda.
¿Por qué se llega a esto? ¿Por qué se producen títulos universitarios y organismos de apoyo si no hay teatros abiertos, la industria del cine no existe, y los elencos y actores televisivos son el resultado de posicionamientos sociales?.
El actor en su más alto perfil, presencia y representa las máximas aspiraciones de comportamiento de las personas. El aplauso repetido hacia ellos aprecia el modelo que significan. El valor del “como si” es sólo una técnica de representación y lo presente no es su virtualidad, es su modo de accionar en la escena. esto es lo que vemos cuando miramos al actor, aparte de la misma pieza.
De esta actitud saben mucho los franceses, que racionalmente mantienen la actividad de la “Comedie”, desde hace un par de siglos.
¿Pero entonces es posible su educación?. Sí, en ese lugar de Francia, acompañado de un alto grado de descalificados y resentidos.
En otros sitios se aplica el “dejar hacer” la selección natural. ¿Pero qué se hace con tantos aceptados?. La respuesta es ganar dinero, creando nuevos puestos de trabajo, materias muy especiales y nombrando ignotos ideales sobre la expresión del hombre. En la actualidad esa expresión se ha tornado justificativo para quien nunca ha sido capaz de leer un libro de poemas e intente escibir alguno. Así por la necesidad de expresarse llegan hoy día muchos aprendices a los profesores, cuando en el teatro nadie se expresa a si mismo, sino es a través de los personajes. La burocracia incluido los profesores llegan a la actividad teatral, cuando no puede sostenerse a sí misma y ellos pueden producir aún, algunos convenientes resultados. Una ética sórdida y una moral mezquina es compañera silenciosa de estas actividades. Se produce la confusión para quien de buena fé busca ser actor. A la vez el maestro, como hombre ilustre por sus obras, no es hoy recibido en aulas o consultado. Salvo para los premios anuales a la trayectoria, son tenidos en cuenta y esto a expensas de servir más al funcionario que al celebrado. (Grotowski no podría si viviera, ingresar en alguno de los institutos teatrales del país.).
Será muy difícil la desaparición de esta tendencia. La impronta de tomar toda actividad humana como cultural, venida de la antropología, ha servido para acrecentar la confusión frente a los ideales sociales. Esto ha llevado a nombrar genéricamente con el nombre de cultura, actividades como la educación, la religión, la ciencia y las promociones de ventas. Por si fuera poco las estadísticas del INDEC, a las menos gananciales las ha dado en llamar actividades del tiempo libre; y porque digamos lo cierto, a la hora de la comida con hambre e inseguridad social desaparece la cultura de las formas de mesa y la contemplación del arte queda para hacer girar las programaciones televisivas.En este mundo de hoy, los alumnos seguirán sien-do creados para aliviar las tensiones que sufren los profesores sin trabajo. La industria educativa debe crecer.Y ante la pregunta tantas veces oída por mí de alumnos preguntando, ¿sirvo?. Se le dirá que sí, se le hablará de su mejoramiento, de su crecimiento y en tres años el alumno habrá sido un medio y no un fin.
Sólo el alumno creador, opuesto al profesor, salvará de él los contenidos y estará preparado para escu-char al maestro, en medio del coro de voces equívocas. Los demás habrán perdido su tiempo, porque no están preparados para participar de algo que no ven, ni valoran, ni les interesa realmente, ni se lo enseñaron los profesores, cuyo motivo de enseñanza era solamente lucro. Nunca se les habla a los alumnos que una vez terminados los cursos y los postgrados, no serán llamados más que para participar de una cooperativa, cuyo funcionamiento no conocen.
No se les indica cómo formar una compañía de grupo, o insertarse en el medio teatral, porque el fin ha sido ya cumplido para quienes enseñan.
Faltan maestros, sobran profesores, ha dicho Osvaldo Bonet en algún rincón de un diario y es de suponer su autoridad sobre el tema.
En un listado tomado de diferentes programas pueden encontrarse materias tales como: Semiótica teatral -Juegos teatrales- Improvisación I, II y III – Percepción y dramática escénica – Estructuras teatrales I, II y III – Experimentación I y II; todas materias propias de la literatura fantástica. Con estos bríos de grandes emprendimientos, se llega a realizar cursos matinales a los que concurren los adolescentes de buen status y que con la compañía de un ingenioso profesor lograrán hacer “La casa de Bernarda Alba” o “Las Criadas”. En todas estas locas actividades, el mejoramiento y la educación del adolescente es sólo pretexto. Si un alumno logra superar semejantes laberintos será porque también es espectador por sobre todo; que como los escritores, no existen si no han sido apasionados lectores.
¿Por qué se llega a esto? ¿Por qué se producen títulos universitarios y organismos de apoyo si no hay teatros abiertos, la industria del cine no existe, y los elencos y actores televisivos son el resultado de posicionamientos sociales?.
El actor en su más alto perfil, presencia y representa las máximas aspiraciones de comportamiento de las personas. El aplauso repetido hacia ellos aprecia el modelo que significan. El valor del “como si” es sólo una técnica de representación y lo presente no es su virtualidad, es su modo de accionar en la escena. esto es lo que vemos cuando miramos al actor, aparte de la misma pieza.
De esta actitud saben mucho los franceses, que racionalmente mantienen la actividad de la “Comedie”, desde hace un par de siglos.
¿Pero entonces es posible su educación?. Sí, en ese lugar de Francia, acompañado de un alto grado de descalificados y resentidos.
En otros sitios se aplica el “dejar hacer” la selección natural. ¿Pero qué se hace con tantos aceptados?. La respuesta es ganar dinero, creando nuevos puestos de trabajo, materias muy especiales y nombrando ignotos ideales sobre la expresión del hombre. En la actualidad esa expresión se ha tornado justificativo para quien nunca ha sido capaz de leer un libro de poemas e intente escibir alguno. Así por la necesidad de expresarse llegan hoy día muchos aprendices a los profesores, cuando en el teatro nadie se expresa a si mismo, sino es a través de los personajes. La burocracia incluido los profesores llegan a la actividad teatral, cuando no puede sostenerse a sí misma y ellos pueden producir aún, algunos convenientes resultados. Una ética sórdida y una moral mezquina es compañera silenciosa de estas actividades. Se produce la confusión para quien de buena fé busca ser actor. A la vez el maestro, como hombre ilustre por sus obras, no es hoy recibido en aulas o consultado. Salvo para los premios anuales a la trayectoria, son tenidos en cuenta y esto a expensas de servir más al funcionario que al celebrado. (Grotowski no podría si viviera, ingresar en alguno de los institutos teatrales del país.).
Será muy difícil la desaparición de esta tendencia. La impronta de tomar toda actividad humana como cultural, venida de la antropología, ha servido para acrecentar la confusión frente a los ideales sociales. Esto ha llevado a nombrar genéricamente con el nombre de cultura, actividades como la educación, la religión, la ciencia y las promociones de ventas. Por si fuera poco las estadísticas del INDEC, a las menos gananciales las ha dado en llamar actividades del tiempo libre; y porque digamos lo cierto, a la hora de la comida con hambre e inseguridad social desaparece la cultura de las formas de mesa y la contemplación del arte queda para hacer girar las programaciones televisivas.En este mundo de hoy, los alumnos seguirán sien-do creados para aliviar las tensiones que sufren los profesores sin trabajo. La industria educativa debe crecer.Y ante la pregunta tantas veces oída por mí de alumnos preguntando, ¿sirvo?. Se le dirá que sí, se le hablará de su mejoramiento, de su crecimiento y en tres años el alumno habrá sido un medio y no un fin.
Sólo el alumno creador, opuesto al profesor, salvará de él los contenidos y estará preparado para escu-char al maestro, en medio del coro de voces equívocas. Los demás habrán perdido su tiempo, porque no están preparados para participar de algo que no ven, ni valoran, ni les interesa realmente, ni se lo enseñaron los profesores, cuyo motivo de enseñanza era solamente lucro. Nunca se les habla a los alumnos que una vez terminados los cursos y los postgrados, no serán llamados más que para participar de una cooperativa, cuyo funcionamiento no conocen.
No se les indica cómo formar una compañía de grupo, o insertarse en el medio teatral, porque el fin ha sido ya cumplido para quienes enseñan.
Faltan maestros, sobran profesores, ha dicho Osvaldo Bonet en algún rincón de un diario y es de suponer su autoridad sobre el tema.
En un listado tomado de diferentes programas pueden encontrarse materias tales como: Semiótica teatral -Juegos teatrales- Improvisación I, II y III – Percepción y dramática escénica – Estructuras teatrales I, II y III – Experimentación I y II; todas materias propias de la literatura fantástica. Con estos bríos de grandes emprendimientos, se llega a realizar cursos matinales a los que concurren los adolescentes de buen status y que con la compañía de un ingenioso profesor lograrán hacer “La casa de Bernarda Alba” o “Las Criadas”. En todas estas locas actividades, el mejoramiento y la educación del adolescente es sólo pretexto. Si un alumno logra superar semejantes laberintos será porque también es espectador por sobre todo; que como los escritores, no existen si no han sido apasionados lectores.