DAVID HERBERT LAWRENCE: Su poesía
Por CARMEN VASCO (*)
David Herbert Lawrence nace en 1885 en Nottighamshire, hijo de un minero y de una maestra de clase media. Esta combinación deja sus huellas, y su propia extraordinaria percepción le brinda una mirada del mundo que puede verse, como mínimo, original, y verdaderamente profunda.
Gracias a una beca que gana, estudia literatura en la universidad. Publica su primera novela en 1911. Se le diagnostica tuberculosis. Hasta ese momento, había trabajado durante tres años como maestro en su pueblo minero, declarándose en contra de que los niños no tuvieran afecto y respeto en el sistema escolar.
En 1912 se va de Inglaterra con Frieda Weekley. Se casan en 1914, y permanecen unidos hasta la muerte de Lawrence en 1930. Pasan gran parte de su vida fuera de Inglaterra.
Lawrence escribió novelas, cuentos, ensayos, cartas, traducciones y poesía. También incursionó en la pintura. En estas distintas formas de expresión, algunas de sus obras fueron censuradas; entre ellas, la famosa novela El Amante de Lady Chatterley, escrita en 1927, la última que concluye antes de morir. La censura se produjo en la sociedad de su época por la tierna y profunda forma en que se expresaba respecto del erotismo y el amor, que sentía inseparables. Uno de los poemas presentes en esta selección no fue incluido en el libro en que le correspondía publicarse; el editor no lo permitió.
Su obra poética es vasta. Refleja el pensamiento y sentir de Lawrence sobre el mundo-cosmos, la deshumanización del hombre a causa de la era industrial, el comienzo de la destrucción del planeta, su pasión por la naturaleza, su buceo en las relaciones y la naturaleza humana. Acerca de esto, cito lo que le escribe en una carta a J.M. Murry, sobre su lazo con Frieda: “Frieda y yo hemos terminado, al fin, la larga lucha, y estamos unidos. Es una lucha que uno tiene que emprender. El viejo Adán debe ser matado en mí y la vieja Eva en ella, y ser luego un nuevo Adán y una nueva Eva. Lo honorable es pelear hasta que la lucha esté terminada. Pero, Dios mío, es horrible y angustioso”.
Mantuvo ricas conversaciones epistolares también con la escritora Katherine Mansfield.
Lawrence mira las plantas y los animales con los ingenuos y felices ojos del niño que descubre colores y formas y también con los maduros ojos del hombre que comprende que la bondad y la crueldad están presentes en todos los seres. Desde cualquiera de estas dos miradas, Lawrence se siente hermanado con la naturaleza, tal vez más que con sus congéneres.
Pareciera ser que los temas por los que apenas sobrevuelo no cobran la importancia necesaria para que Lawrence llegue, ante algunos ojos, a ser considerado un poeta mayor.
Sin embargo Aldous Huxley, quien lo conoció y estuvo presente en el momento de su muerte, lo admiraba profundamente; en él abrevó Dylan Thomas; nuestro Francisco Madariaga lo ha honrado en un poema, y así muchos otros que no van de la mano del exitismo en corrientes intelectuales o poéticas.
En el prólogo a su selección y traducción de poemas de Lawrence, Marcelo Satz nos dice: “Lawrence quiere que vivamos pecho a pecho con el cosmos. No astronáuticamente, sino desnudos”. Estoy de acuerdo con lo que afirma. A su vez, cita a Lawrence :”Todo lo que ha enseñado la ciencia sobre el fuego, no cambia para nada al fuego. Los procesos de la combustión no son el fuego, son formas de pensamiento. H2O no es agua, es una forma de pensamiento, no constituye nuestra vida. Nuestra vida está aún constituida por el fuego y el agua, la tierra y el aire elementales, en ellos nos movemos, vivimos y existimos.”
Las palabras de Frieda después de la muerte de Lawrence fueron: “Lo que vio, sintió y aprendió, lo dio en sus escritos a sus prójimos; el esplendor de la vida, la esperanza de más y más vida… un regalo heroico e inconmensurable.”
Descubro a Lawrence poeta en el año 2002. Lo que he leído de él iluminó, sustentó y confirmó mi propio sentir. El no resistiría -o mejor dicho, haría la mayor resistencia – a este tiempo que vivimos, aislados en ciudades voraces y violentas, aislados ante nuestras computadoras, de la comunicación real entre las personas, de nuestras raíces en la madre naturaleza.
SONG OF A MAN WHO IS LOVED
Between her breasts is my home, between her breasts.
Three sides set on me space and fear, but the fourth side rests,
Warm in a city of strength, between her breasts.
All day long, I am busy and happy at my work
I need not glance over my shoulder in fear of the terrors that lurk
Behind. I am fortified, I am glad at my work.
I need not look after my soul; beguile my fear
With prayer, I need only come home each night to find the dear
Door on the latch, and shut myself in, shut out of fear.
I need only come home each night and lay
My face between her breasts;
And what of good I have given the day, my peace attests.
And what I have failed in, what I have wronged
Comes up unnamed from her body and surely
Silent tongued I am ashamed.
And I hope to spend eternity
With my face down-buried between her breasts
And my still heart full of security
And my still hands full of her breasts.
CANCIÓN DEL HOMBRE QUE ES AMADO
Entre sus pechos está mi hogar, entre sus pechos.
Por tres lados me hostigan el miedo y el espacio, pero el cuarto
respira,
tibio en la fortaleza de sus pechos
Todo el día estoy alegre y atareado en mi trabajo
no hace falta cuidar mis espaldas del terror que acecha detrás.
Estoy fuerte, soy feliz en mi trabajo.
No hace falta velar por mi alma, engañar el miedo con plegarias;
vuelvo a casa cada noche, veo la querida puerta con cerrojo, y allí me encierro, libre de miedo.
Vuelvo a casa cada noche
y tiendo mi cara entre sus pechos;
y de lo bueno que haya dado al día,
mi paz da fe.
Y aquello en que fallé, donde me equivoqué
surge innombrado de su cuerpo y sin falta
silencioso me avergüenzo.
Y espero pasar la eternidad
con mi cara hundida entre sus pechos
y mi tranquilo corazón lleno de seguridad
y mis manos quietas llenas de sus pechos.
IN THE CITIES
DH Lawrence
In the cities
there is even no more any weather
the weather in town is always benzine, or else
petrol fumes
lubricating oil, exhaust gas.
As over some dense marsh, the fumes
thicken, miasma, the fumes of the automobile
densely thicken in the cities.
In ancient Rome, down the thronged streets
no wheels might run, no insolent chariots.
Only the footsteps, footsteps of people
and the gentle trotting of the litter-bearers.
In Minos, in Mycenae
in all the cities with lion gates
the dead threaded the air, lingering
lingering in the earth’s shadow
and leaning towards the old hearth.
In London, New York, Paris
in the bursten cities
the dead tread heavily through the muddy air
through the mire of fumes
heavily, stepping weary on our hearts.
EN LAS CIUDADES
En las ciudades
ya ni siquiera existe el clima
el clima en la ciudad es siempre nafta, vahos de petróleo
aceite lubricante, gas de los escapes.
Como en un pantano denso, los vahos
se espesan, el miasma, el humo del automóvil
se espesa denso en las ciudades.
En la antigua Roma, por las calles y el gentío
no corrían ruedas, carruajes insolentes.
Sólo los pasos, los pasos de la gente
y el trote ligero de los esclavos
que llevaban a sus amos en literas.
En Minos, en Micenas
en ciudades con leones esculpidos a sus puertas
los muertos entramaban el aire, demorándose,
demorándose a la sombra de la tierra
inclinados hacia el fuego del hogar.
En Londres, en París, en Nueva York,
en ciudades estallando
los muertos caminan pesadamente por el aire turbio
a través de la ciénaga de humos
pesadamente, con andar cansado
sobre nuestros corazones.
AFTER THE OPERA
DH Lawrence
Down the stone stairs
girls with their large eyes wide with tragedy
lift looks of shocked and momentous emotions up at me.
And I smile.
Ladies
stepping like birds with bright and pointed feet
peer anxiously forth, as if for a boat to carry them out of the
wreckage,
and among the wreck of the theatre crowd
I stand and smile.
They take tragedy so becomingly.
Which pleases me.
But when I meet the weary eyes
the reddened aching eyes of the bar-man with thin arms,
I am glad to go back to the place where I came from.
A LA SALIDA DE LA ÓPERA
Por las escaleras de piedra
muchachas de grandes ojos colmados de tragedia
alzan hacia mí sus miradas de grave desconsuelo.
Y yo sonrío.
Damas
con pies lustrosos y puntiagudos
dando pasitos como pájaros
buscan con ansia algo como un bote que las salve
del naufragio,
Y yo, en la averiada multitud,
estoy de pie y sonrío.
Toman la tragedia tan naturalmente.
Eso me complace.
Pero al ver los ojos cansados
dolientes enrojecidos
del camarero de flacos brazos
me alegra volver al lugar de donde vine.
(*) Carmen Vasco nace en enero de 1965, en Buenos Aires. Es traductora de inglés recibida en el Lenguas Vivas.
Perteneciendo a una familia de poetas, incursiona en la traducción de poesía.
Ha traducido poemas de varios autores ingleses y norteamericanos, interesándose especialmente en los sonetos de William Shakespeare y la poesía de D. H. Lawrence.