Medios

Rubén Ferrero

Por MARÍA ELENA ROCCHIO
y LUIS RAÚL CALVO

 

 

“Hay un Manuel Castilla, un Armando Tejada Gómez, un Jaime Dávalos, -que los chicos lamentablemente  no conocen-, que son los esqueletos de nuestro edificio social”.

“Generación Abierta” tuvo la posibilidad de dialogar con el destacado músico argentino Rubén Ferrero.. En una apacible noche de verano (*) nos recibió cálida y generosamente  en su casa y compartimos un grato momento junto a él, su hermano y algunos amigos.

G.A.: ¿Cómo se produce tu primer acercamiento a la música?
R.F.: Esto ocurre a los 8 años y medio,  cuando mi madre me lleva a ver una película que me rompió la cabeza, me partió al medio, “Fantasía” de Walt Disney. Tanta  música, tantos instrumentos que se metamorfoseaban, me volvieron loco. A partir de ahí no dejé de molestar a mi vieja para que me llevara a estudiar música. No había cumplido los 9 años que ya estaba estudiando en el  conservatorio.

G.A.: ¿ Qué balance podés hacer de esa etapa de estudio en el conservatorio? ¿De qué conservatorio estamos hablando?
R.F.: El conservatorio es el Lopez Buchardo. No fue un lugar de contención, los profesores eran muy rígidos, muy duros, no teníamos prácticamente diálogo con ellos. Eran muy dogmáticos, muy académicos.

G.A.: ¿No se permitía la creatividad del alumno?
R.F.: No, cero creatividad. Esa palabra yo la conocí ya de grande. Pero a pesar de todo, no dejé el conservatorio por mi madre, pero opté por buscar profesores y caí en la casa de Pedro Sáenz, uno de los últimos grandes músicos de la historia argentina.

G.A.: ¿A qué edad comenzaste a estudiar con él?
R.F.: Tendría 10 años para 11. Lo que te puedo hablar de él son maravillas. Con él aprendí toda la música. Ahí me di cuenta que era una pantomina el conservatorio, en un año aprendí lo que en el conservatorio hubiera necesitado cuatro.

G.A.: El apoyo de tu madre fue muy importante…
R.F.: Sí, El apoyo de mi madre fue permanente.

G.A.: ¿Después tuviste otros maestros?
R.F.: Sí. Después de Pedro tuve otros grandes maestros  como Antonio De Raco, Lita Spena. Todo esto dentro del mundo clásico, académico, que me dio un concepto de cómo llegar a ser un profesional en esto y de cómo tratar a la gente que a uno lo rodea, o con la que uno tiene que trabajar.
También estuve con un genial maestro de piano, de la música, que es Miguel Ángel Rondano.  A todos ellos los  tuve entre los 10 y los 15 años más o menos.
Pienso en estos maestros y hoy no se los ve, esos referentes ya no están.

G.A.: ¿Por qué pensás que ya no están?
R.F.:  Porque cambió mucho todo. Antes era imposible interrumpirle una clase a alguno de estos maestros, por el hecho de ir al baño, por ejemplo.
Hoy los alumnos entran y te dicen: “Qué hacés loco, cómo andás?”  te tratan  como un par, lo cual no está mal, pero tampoco es bueno porque ellos ya no tienen un referente.

G.A.: Estuviste vinculado a Atahualpa…
R.F.: Sí, por mi vida pasó Yupanki, que era vecino de casa y venía a la mía a escucharme tocar el piano y yo iba a la de él a escucharlo tocar la guitarra. Lo traté más o menos tres años y medio entre mis 11 y 15 años.

G.A.: Sos un privilegiado…
R. F.:  Sí, yo en realidad no sabía quien era, les digo de verdad. Mi vieja me decía que era un músico de folklore importante, pero yo estaba estudiando a Mozart,  a  Chopin. Pero es cierto, soy un privilegiado porque también conocí al Mono Villegas y a Quinquela Martín.

G.A.: A ver, contanos como fueron esas experiencias…
R.F.:  Al Mono Villegas lo conocí alrededor de los 14 años. Fui un día con mi madre a ver un concierto de él, en el Teatro General San Martín, fue increíble ese concierto.
Tres días después lo vi caminando por la calle y me quedé como congelado. El se dio cuenta de esto, se me acercó y me dijo “¿Qué hacés pibe”? Yo le conté que lo había ido a ver tocar y entonces  le dice a mi vieja que estaba conmigo: “Me lo llevo a tomar algo al Bar El Foro”(**). Estuvimos  ahí un largo rato, se tomó dos o tres cafés, se fumó todo, puteó a la policía, a los abogados, estaba en contra de la cultura, de los políticos. A mí me pidió un vaso de leche con unas galletitas.  Me encantó su verborragia, una maravilla. Fue como si hubiera estado con un amigo mío. Lo vi durante un año y lo traté mas o menos un año y medio antes que él falleciera.
Él me dijo algo que en ese momento no entendí mucho, pero que me di cuenta que tenía un gran significado y sin duda lo tuvo con el tiempo: “ El músico siempre debe seguir su cruz, su dolor, su estigma, nunca se debe apartar de ese camino, ahí está la creatividad”.
En cuanto a Quinquela, yo estudié un año y medio con él. Como docente era fantástico, iba con un alumno, luego con otro, comprábamos facturas, tomábamos mate. Hablaba suave pero a veces se enojaba, tenía su carácter.
Me gustó de él la forma de transmitir el arte cotidiano. No pintaba cubismo, ni dadaísmo,  ni impresionismo, él pintaba la realidad y eso a mí me fascinó. Era una persona muy simple, muy sencilla.

G.A.: Cuando comenzás a interpretar, a vivir de la música  ¿lo hacés como solista, con el piano?
R.F.: No, en realidad si hay piano toco el piano, si no hago percusión, o percusión y canto. La música no depende de un instrumento, uno no es músico por el instrumento que toca, uno es músico porque primero es uno, después viene el instrumento.
A los 16 años se produce un cambio muy  importante en mi vida. Yo venía preparándome para ser un músico clásico desde chico, venía con una gran cultura clásica, y a esa edad empecé a entender lo que era el folklore, el jazz, el tango, los cuales me habían resultado prohibidos en el conservatorio. Donde hay música clásica no se habla de música popular. Hoy tal vez haya alguna apertura, vamos por caminos mejores, más abiertos. Internet ayuda a descubrir nuevos caminos para la gente joven.

G.A.: En folklore, ¿qué es lo que más te atrae?
R.F.: Hay un folklore que no ha sido difundido que es un folklore de un alto nivel de expresividad, de creatividad, que no tiene nada que ver con los grupos folklóricos, que hacen lo que se llama la proyección folklórica, o el folklore comercial. Hay un folklore artístico que es el que se debería enseñar en las escuelas, hay un Manuel Castilla, un Armando Tejada Gómez, un Jaime Dávalos, -que los chicos lamentablemente  no conocen-, que son los esqueletos de nuestro edificio social.

G.A.: ¿ Cómo continúa tu carrera?
R.F.: Comienzo a viajar por Europa. Entre 1987, 1988, empiezo a actuar en el Festival Mar del Jazz, lo hago durante nueve años ininterrumpidamente, actuando en el único festival de jazz que había en el país
Era otra Argentina evidentemente, porque era multitudinario el público que iba a esos lugares, a escuchar a los artistas. Ahí se puede decir que comencé a tocar y a ser un profesional arriba del escenario.
Toqué secundando a George Haslam, un saxofonista que vino a  Argentina durante quince años para actuar. Él primero pide en público que yo toque solo y luego, una vez que yo comienzo, él me sigue. Estuvimos tocando juntos y se armó una hermosa comunión espiritual que se mantuvo hasta ahora.

G.A.: ¿El te invitó a ir a Inglaterra?
R.F.: No, el armó una gira con 18 conciertos, allá por 1994 en Escocia, puedo decir que fue el momento más importante de mi carrera. Yo tocaba acá y no sabía si no podía expresarme bien o estaba muy adelantado.
Cuando hago mi primera actuación en el festival de allá, donde actuaban músicos del nivel de Chick Corea para que se den una idea del nivel, toco una obra y cuando culmino se produce un silencio sepulcral como me había pasado en Argentina tocando la misma pieza.  Cuando me levanto para irme del escenario con una bronca terrible, el teatro se cae abajo de los aplausos, con lo cual yo entendí que la gente había quedado en una situación de impacto muy fuerte, que le impidió aplaudir inmediatamente.

G.A.: Sabemos que en breve vas a estrenar una obra…
R.F.: Sí, “La Ópera Mediocre”, en febrero, el placer de ser mediocre, ja, ja, ja.
Es una ópera que dura unos 30 o 40 minutos, porque los tiempos hoy se han acortado. Está compuesta en los textos por el poeta Diego Arbit , un joven muy talentoso y en la música por mí. Habla de la mediocridad a través de los tiempos, de cómo se ponen en juego actitudes como la envidia, la autosuficiencia, el poder, la soberbia. De cómo el sujeto pasa de un estado a otro, de esclavo a rey y no se da cuenta.
Hay una actriz que maneja cinco o seis personajes al mismo tiempo. Hay dos personajes centrales que son la conciencia buena y la conciencia mala. Nosotros tenemos dos conciencias, la que nos impulsa a hacer algo y la que nos lleva a reflexionar, a pensar si debemos hacerlo o no.
La soprano es la conciencia blanca y el tenor es la conciencia negra. Hay un personaje atemporal que es el poeta, que regala libros y vive en un estado idílico y a veces protesta. Detrás de él están las dos conciencias.

G.A.: Te deseamos mucha suerte.
R.F.: Muchísimas gracias.

 

(*) Esta entrevista fue realizada en Diciembre de 2009.
(*) Antiguo bar que ya no existe que estaba en la esquina de Corrientes y Uruguay.

 

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