El trabajo en equipo
¿Una utopía en tiempos de fluidez?
Por NORA PATRICIA NARDO
Sumergidos en esta sociedad consumista y competitiva resulta a veces complicado y perimido en este siglo XXI detenerse a pensar y a debatir acerca de la importancia de la solidaridad social, la honestidad, la participación, la responsabilidad, el respeto mutuo, la cooperación y fundar junto a otros comportamientos constructivos.
El desafío para quienes creemos en la importancia del trabajo en equipo es pensar cómo lograrlo en estos contextos de fluidez y no caer en el intento.
Como trabajadores de la educación podemos afirmar que las instituciones como la familia y la escuela aún continúan siendo lugares de formación, quizás en inferioridad de condiciones con respecto a la mass media, pero aunque sea de este modo, se sigue reflexionando acerca de cómo resignificar la tarea educativa y de que manera se pueden afectar estas nuevas subjetividades.
En la interacción social, uno no sólo aprende contenidos conceptuales sino también valores sociales.
Un equipo de trabajo favorece el desarrollo de un sistema de valores, porque uno aprende a compartir y a reconocer la sensación del logro como un esfuerzo de conjunto y a relacionar las propias habilidades y capacidades con los intereses del equipo.
Claro que es difícil, en estos contextos cuando la diferencia ha sido suspendida, anulada, vaciada y cada ser humano pasa a ser el único punto de referencia en el universo, poder enseñar que el trabajo en equipo no es una mera suma de actividades individuales y que en el resultado se produce un efecto distinto a la simple adición de tareas.
A veces nos podemos preguntar si enseñar a trabajar en equipo es válido y tiene sentido en una sociedad de mercado en los cuáles los niños aprenden desde muy temprana edad que para los adultos lo importante es consumir hoy más que ayer y menos que mañana. El hombre, es ese ser solitario, comprador, preocupado en sí mismo, que sólo reconoce como comunidad de pertenencia a esa muchedumbre de consumidores y con quien sólo comparte esos gustos.
Lo interesante de trabajar de esta manera es que el conocimiento del otro se puede contrastar con el propio sin desacreditarlo, asumiendo una actitud respetuosa frente a las opiniones de los demás.
En general un equipo de trabajo –deportivo, artístico, empresarial, cultural, etc- llega al resultado anhelado, si cada uno de los integrantes logra el suyo, el entendimiento y la apreciación de los obstáculos que se pueden plantear en el quehacer llevan a buscar alternativas de superación y requieren de la construcción de conductas reflexivas y creativas.
Si enseñamos desde las aulas a trabajar de este modo, habilitamos la construcción de un espacio de meditación, participación y cooperación que favorece el aprendizaje y previene a través del diálogo y la contención, situaciones que entorpecen la convivencia institucional.
A veces dejamos de lado estas tareas porque no estamos convencidos que son necesarias para construir nuevos modelos de relaciones con los otros, modelos que permitan una sociedad más plena, más cooperativa y menos individualista.
En muchos de los establecimientos educativos, con estilos de conducciones democráticas hemos observado como los docentes no sólo se comprometen y valoran la tarea en equipo sino que creen en ella, y enseñan a sus alumnos a conocerla a través de tareas grupales y proyectos áulicos.
Sabemos de la importancia de la confianza y del compromiso que se debe dar entre los integrantes de un equipo, pero hoy más que nunca los vínculos durables despiertan sospechas de una dependencia a la cual nadie, pareciera en estos tiempos querer atarse. El universo actual conjura contra la confianza, contra los modelos de continuidad y coherencia a largo plazo.
Las palabras compromiso y confianza se vuelven difusas, parece ser que cada uno de nosotros comienza siempre desde el principio, todo lo anterior, toda la historia queda inhabilitada y lo superfluo gana espacio, con un pasado que ya fue y un porvenir de incertidumbre y apresuramiento.
En las escuelas se visualiza que entre los alumnos y los docentes, nunca se adquiere la confianza suficiente para disipar las dudas y dar credibilidad.
Resulta difícil dar albergue, estar a disposición de, pero no es imposible, quizás lleva mucho más esfuerzo y tiempo para que los adultos puedan lograrlo, no se da de una, como en la modernidad, demora y todos estamos inmersos en esta celeridad que parece incurable.
Si bien mencionamos ya varias veces las palabras solidaridad, comprensión, ayuda mutua, intercambio, participación nos parece necesario hacerlo ya que son nociones foráneas e impopulares con respecto a las tendencias económicas actuales, un mercado que niega al esfuerzo y la constancia para lograr objetivos. Proliferan productos hecho a la medida, elaborados para ser devorados inmediatamente, rápidas respuestas, relaciones sentimentales frágiles, satisfacciones fugaces que provocan nuevamente la necesidad de repetir el consumo.
¿Cómo podemos enseñar a reflexionar acerca de lo que sucede para retomar unos de los objetivos primordiales de la educación que es la formación de seres humanos autónomos?
Traspasar el umbral, abrir nuevos intersticios es una forma de enseñar que es posible un destino más solidario, comprometido y perdurable.
No podemos desconocer que muchos de nuestros alumnos cuando le decimos preparen un trabajo en equipo, sólo cuenten la cantidad de hojas a leer y a repartir para que cada uno tenga lo mismo y se encuentren el día de la entrega, alguien la pasa en una computadora y el trabajo está listo. Firman tres o cuatro como si fuera la elaboración de un trabajo reflexionado, discutido, un esfuerzo compartido y además cuando citan la biografía ponen como fuente Internet, desconociendo el autor, su concepción teórica en que basa sus ideas entre otras cosas.
Cada equipo de trabajo no sólo debe saber que hacer en el momento preciso, sino que además debe tener una comprensión global de la meta que se quiere alcanzar.
Quizás sea más fácil de visualizar un objetivo en un equipo de juego deportivo, en una competencia entre escuelas, y a veces resulta más difícil advertirlo cuando el propósito está claramente ligado a la realización de una tarea, por ejemplo una monografía, allí los alumnos deben investigar un tema, discutir acerca de lo importante y lo accesorio, buscar bibliografía, organizar el material, escribirla, exponerla y defenderla entre otras cosas, en una fecha precisa. Para poder avanzar se deben tener claras las funciones y las responsabilidades de cada uno de los miembros. Estar al tanto de lo que uno puede hacer a fin de evitar la sobre o subestimación de las propias capacidades, también distinguir los conocimientos y habilidades de sus compañeros de grupo para saber que esperar de ellos y como completar su tarea.
Explorar, inventar, imaginar son variables a tener en cuenta en un ambiente de respeto por el otro, donde se privilegia la propuesta en lugar de descalificarla.
Todos sabemos que quien convive en un buen clima de trabajo, logra más placer en lo que hace, mayor compromiso y energía grupal, mayor satisfacción y colectivamente los miembros se sienten más productivos y encuentran que las actividades del equipo renuevan sus intereses y entusiasmo.
Los poetas suelen darnos cierta luminosidad a nuestras conceptualizaciones, como es el caso de Kahlil Gibran, cuando dice:
Si tienes bien abiertos tus ojos,
te verás reflejado en cada rostro.
Si tienes bien abiertos tus oídos,
oirás como tu voz resuena en eco
en todas las voces.
Referencia bibliográfica :
Zygmunt Bauman, “Amor líquido”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.2005
Calvo Luis , Nardo Nora , “El aula: un espacio de convivencia” Ediciones La Llave. Buenos Aires, 1998.
Fainstein, Héctor: “La gestión de equipos eficaces” Ediciones Macchi. Buenos Aires, 1997.